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Rey de Socos

lunes, 6 de febrero de 2012

FAMOSOS (I)


Según la RAE, “celebridad”, del latín celebritas, es una “persona famosa”, y “famoso” que también proviene del latín famosus, define a personas que salen del anonimato, logrando captar la atención de los medios de comunicación masiva, quienes venden periódicos, revistas y programas de TV, hablando un tiempo de ellos. 
Al principio destacan los méritos que tuvieron para saltar a la fama: cantantes con un súper hit, bailarines acróbatas, actores que ganaron premios, animadores de festivales de la fruta o la verdura, jugadores de fútbol que meten goles, modelos flacas siliconadas, políticos que lograron llegar al poder (y los que no), alguien que cruzó a nado el canal de Chacao, un salvavidas que agarró a coscachos a un bañista, en fin, cualquiera que haya hecho algo que el periodismo actual considere “noticia”.
Pasado un tiempo, a los chicos de la prensa ya no les interesan tanto el trabajo que hicieron o los proyectos que tienen, porque comienzan a publicar, exclusivamente, su vida privada, satisfaciendo así el morbo social, patología definida como el interés crónico del público de enterarse, envidiar y comentar las intimidades del prójimo. Y si es prosaico, tanto mejor. El morbo vende.
Basta que un actor, cantante, político, modelo o deportista sea sorprendido conduciendo en estado etílico, robando, siendo infiel, opinando a favor o en contra de algún tema espinudo en boga, para que los reporteros corran encrespados a la caza de testimonios dudosos, desmentidos estúpidos, fotos comprometedoras o videos grabados en el mismo instante de los hechos, para dejar a lectores y espectadores con los ojos como huevos duros y tapándose la boca, agotando los diarios o quedarse horas pegados a la pantalla chica para enterarse de los detalles del notición. Algo similar ocurre si están de novios, si se casan, divorcian o si le sacan la cresta a su pareja. Los famosos venden.
-“Quieren fama, pero la fama cuesta, y aquí es donde comienzan a pagarla, con sudor”, les decía la profesora de ballet a los estudiantes en la popular serie de TV ochentera “Fame”; y los cabros, se sacaban la remugrienta ensayando coreografías, sudando la gota gorda y sufriendo callosidades y esguinces. 
Bueno, hoy la fama es gratis, cualquiera puede ser famoso. No hace falta esforzarse ni estudiar ni trabajar duro para lograr el éxito, porque en la pantalla chica universal han aparecido, como callampas después de la lluvia, los vulgares programas llamados “Reality” (de todos los nombres que usted quiera) donde se ingresa siendo un pedestre, total y absoluto desconocido y se sale famoso. 
Lo mismo sucede con los programas de “ídolos” : cualquier hijo de vecino puede ir, agarrar un micrófono, graznar algo, pegarse unas vueltas de carnero desquiciado o imitar alaridos de chimpancé y quedar clasificados, por un jurado “ad hoc”, para la próxima ronda y desde allí dejan de ser desconocidos: comienzan a aparecer en youtube, en periódicos faranduleros, son entrevistados en programas fatuos y no paran, ya están graduados de famosos instantáneos. 
Las interminables filas para los “castings”, son una prueba irrefutable que miles de personas buscan la oportunidad para dejar de ser gente de a pie y lograr la tan ansiada notoriedad. Quieren tener plata, ser admirados, envidiados y firmar autógrafos.
Al poco tiempo, muy corto en realidad, la carencia de talento y cerebro les pasa la factura y las figuras de estas seudo celebridades se ajan, desdibujan y languidecen. Ya no venden, no los llaman de ninguna parte y, tal como subieron rápido, caen estrepitosamente a un abismo como el quemado coyote del “Correcaminos”, (después de haberle explotado la bomba que tenía preparada para atrapar al veloz pajarraco), con un silbido se van guardabajo, pegándose un feroz guaracazo, quedando marcados en el suelo. Lo último que se ve de ellos es una microscópica polvareda. 
Entonces, inmediatamente buscan, con desesperación, encerrarse en un nuevo “Reality” para reciclarse, cahuinear otro resto, agarrarse de las mechas con alguna celebridad y salir nuevamente al mercado como momias recalentadas. Esto les sirve un tiempo para nuevos titulares y entrevistas, pero el material se agota, y el público quiere más circo. 
¿Qué hacer?...el último recurso: auto graduarse de “Opinólogos”, (Cahuinólogos) payasos que sofisticaron el cahuín, se autoproclamaron jueces, moralistas y redentores, ganando obcenas cantidades de dinero ventilando trapos sucios ajenos, metiéndose entre las sábanas del prójimo y dando consejos que nadie les pide. 
El menú habitual de estos chabacanos programas: declaraciones candentes, insultos, llantos y desmentidos en cámara, fotos comprometedoras y su frase ancla de todas las semanas: “La verdad sin tapujos, aunque duela”. Eso mantiene a los televidentes con el poto pegado al sillón. El cahuín vende.
Ser famoso ya no es destacarse por logros personales, profesionales, deportivos o artísticos. Ser famoso hoy es permanecer en el tapete mediático exponiendo la vida privada con escándalo.
El morbo vende, los famosos venden, el cahuín vende. Viva la fama.

FAMOSOS (II)



* DIEZ COSAS QUE DEBES HACER SI QUIERES SER FAMOSO

- Tener Twitter: Los famosos siempre están a la moda y hoy no existe nada más “cool” que ir por la vida “tuiteando”, opinando de cualquier cosa, lo que se te venga a la mente, no importa, pero escribe algo. Además necesitarás una cuenta asociada en Twitpic para subir al instante fotos comprometedoras tomadas desde tu iPhone. Políticos, jugadores de fútbol, pornstars o simples vividores, están en Twitter y tú debes estar allí con ellos.
- Ser extravagante: Las personas comunes y silvestres rara vez llegan a ser famosas. Tienes que ser raro: vestirte a lo Lady Gagá, alimentarte con placenta o adoptar un cerdo como mascota, tienes que salir de lo establecido, debes diferenciarte del pueblo llano para que todos deseen, ardientemente, ser como tú.
- Ser ambiguo: En estos tiempos, lo hetero es más de lo mismo y ya no vende. Hoy “la lleva”  jugar para ambos equipos o por lo menos insinuarlo. Ojo, no estamos diciendo que te conviertas en un ser ridículamente andrógino como el cantante de “Tokio Hotel”, sino ser ambiguo en cuanto a tu sexualidad de cara al resto, de modo que todos, tanto un camionero como una dueña de casa, sueñen que tienen posibilidades contigo.
- Pelear con los paparazzis: Te encanta la fama y quieres, con locura, que te sigan a todos lados, pero a la gente común y corriente no les gustan los "attention whores" (los “todo por la fama”, para que nos entendamos) por lo que tienes que hacerte el ofendido y pelearte con ellos a puñetazos, paraguazos o escupitajos. Luego, cuando dejen de grabar o hacer fotos, los invitas a un trago y que paguen ellos, porque un famoso nunca paga. ¡Que no se te olvide!
- Conseguir una ficha policial: Los niños buenos y las santas no venden, es un hecho científico probado por un estudio de la Universidad del Cahuín, en colaboración con el Instituto de la Farándula. Tienes que ser malo o mala, y nada mejor para demostrarlo que una ficha policial con las típicas fotos de frente y perfil trasnochado y sin maquillaje, y que ese antecedente llegue, misteriosamente, a los medios. Conducir ebrio y chocar frente a una Comisaría da excelentes resultados, te hacen la ficha al tiro.
- Dar siempre tu opinión: No importa que sea sobre la ley de la silla, una huelga o el desempleo; si ves un micrófono abierto por ahí, debes dar tu opinión y cuanto más incendiaria y menos informada sea, mejor. Además, si vuelven a preguntarte sobre el tema (que lo harán), contradícete a ti mismo, así conseguirás que te vuelvan a preguntar. Eso se llama perro que se muerde la cola. No falla.
- Asistir a eventos: No te vas a hacer famoso en tu casa viendo programas estelares en pijama y tomando helado de tiramisú. Tienes que salir, vestirte de la manera más estrafalaria y colarte en cualquier alfombra roja que veas. Allí habrá cámaras, micrófonos y mucho brillo, combinación perfecta para saltar al estrellato. Si no te han invitado y te sacan borracho como Harry Potter, tanto mejor. Para los medios, serás un banquete.
- Casarse y divorciarse varias veces: Pocas cosas venden más que una boda y, entre ellas, también están un divorcio y tener amante. Así que ya sabes, a casarte y descasarte con demandas judiciales, cuantas más veces mejor, como si intentaras batir el record de Elizabeth Taylor. Eso si, no olvides que tu cónyuge tiene que ser más famoso que tú. Y si no eres de formalismos, rejuntarse y separarse también es válido y, ojo, siempre tienes que armar una trifulca mediática por la custodia de tus hijos.
- Ponerle a tus hijos nombres raros: Los vástagos de personas comunes y de famosos se diferencian en una sola cosa: el nombre. Si eres una celebridad no le puedes poner a tu hija María porque no te va a comprar la exclusiva ni “La Cuarta”. Necesitas nombres con gancho: una fruta (Apple), una ciudad (Paris, Brooklyn), un superhéroe (Kalel) o en spanglish (Stella del Carmen o Kevin José), en vulcaniano o con caracteres cirílicos. Atento, si el nombre es compuesto no puede superar una longitud de tres palabras porque, a partir de ahí, pasan a ser nombres monárquicos y eso está recontra “out” y las transfusiones de sangre azul son carísimas.
- Revelar intimidades: ¿Nada de lo anterior ha dado resultado? ¿Tu efímera fama se ha evaporado cual droga en la puerta de la casa de Amy Winehouse? Siempre tendrás a mano un recurso para hacer mucho ruido: revelar intimidades de tu relación con tu ex pareja y que eso llegue, incomprensiblemente, a los medios cahuineros. Eso si, mantén el suspenso como si se tratara de una bomba de tiempo: primero algunas fotos, luego una denuncia en un juzgado, contratar un Abogado chanta, algunas lagrimitas en programas de farándula y finalmente no dices nada o una verdad a medias.

* Versión libre de un artículo escrito por un Bloguero español, Fernando Siles: http://kalimerozone.blogspot.com/  con adaptaciones contextuales y lenguaje chilensis. Gracias Fernando.