
En nuestra zona, se ha conservado en el pintoresco pueblo de Carén; aunque también es propia de Iquique, Valparaíso, Quillota, Alto Jahuel y Alhué.
En otros países como México, Paraguay, Venezuela y Perú, la realizan desde mediados del siglo pasado, con similares características.
La quema de Judas no tiene raíz dogmática; sólo se sustenta en palabras del Evangelio de Marcos, quien relata que, luego de entregar a Jesús, se arrepiente y pide hablar con los sacerdotes para devolverles las 30 monedas de plata obtenidas por su traición. Tras serle rechazada su petición, arroja violentamente el dinero frente al templo y corre a poner fin a sus atribulados días colgándose de un árbol.
Para recordar este hecho, se prepara un muñeco del tamaño de un hombre, relleno de material combustible, algunos cuetes y monedas. Se cuelga del cuello y es quemada en una ceremonia frente a la comunidad.
Especial participación tienen los niños, quienes asisten atraídos por las monedas que puedan recoger.
Antes de proceder a quemar a Judas, se lee un dictamen, discurso, generalmente hecho por el fabricante del famoso muñeco judaico, en el que se describen, una a una, las faltas que hayan cometido los parroquianos en el curso del año, de las cuales se culpa al pobre Judas y se lo sentencia a morir incinerado.
La enumeración de los pecados, es algo más o menos así:
- Judas, chismoso, por haber armado cahuines contra la honra de la Rosita y nunca se te ha visto por el confesionario para siquiera impresionar con tu arrepentimiento.
- Beodo, por haber llegado borracho a la casa y haberte gastado toda la plata del suple en la cantina, donde estuviste tres días tomando; vergüenza debería darte…!
- Ladrón, te quedaste con la plata de la tesorería del club deportivo, viajaste al norte solo para ir donde las niñas malas.
- Patán, le fuiste infiel a tu mujer con la Civila.
- Mal hombre, no reconociste a ese hijo que era tuyo.
- Maldito, le hiciste un “tabacazo” a tu compadre y casi lo mataste.
- Aprovechador, te quedaste con la barreta que te había prestado el finao Julio.
- Por haberte hecho el leso y no ir a ayudar en la trilla de Ño’Benja.
- Egoísta, no le prestaste el caballo al Ladislao.
- Sicario: ¿Por qué le mataste el gallo de la pasión de Ña’Rosario?
- Manilargo, por haberle robado las tunas a Ño’Pedro.
- Por querer dártelas de buen profesor y haber usado tu cargo para enamorar a la tía de tu alumno.
- Asesino, vos fuiste quien envenenó al perro de Ño’Wenceslao.
- Abusivo, desviaste el agua para tu hijuela, dejando a todos con las melgas secas. Eso no se hace, puh gancho…!
- Por todas tus fechorías, debes morir quemado, porque eso es lo que merecen los tarambanas como vos. La sentencia está dictada. Muere. Maldito Judas.
Lo más hilarante, es que todas las personas del pueblo conocen los pecados y los pecadores, porque son “vox populi”; por lo tanto, al escucharlas, las carcajadas son generales y los aplausos cerrados.
Al comenzar quemarse el muñeco y el fuego llegar al estómago, donde se han colocado las monedas y los petardos, éstos hacen explosión, lanzando las chauchas lejos, con los gritos de los presentes y los niños corriendo por agarrar una caliente y tiznada moneda.
Luego, todos para la casa, pasados a humo y con el comentario de los pecados que se había llevado Judas.
Una tradición que tiene mucho de sabiduría rural.