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Rey de Socos

domingo, 6 de febrero de 2011

CÓCTEL

Cocktail (del inglés Cock’s tail = cola de gallo) o Cóctel en su traducción al español, es una mezcolanza de licores, jugos y gaseosas, más hielo, que da como resultado bebidas cabezonas, coloridas y estimulantes, que tienen por objetivo que uno se cortocircuite, se le aletargue la sinapsis y hable huevadas con la lengua estropajosa. 
Se beben, por lo general, en eventos sociales, empresariales y fiestas familiares, y se sirven, según sea el caso, en diferentes tipos de copas y vasos: chatos, larguruchos y cónicos. Algunos se presentan con ornamentos naturales, para darle un “toque” (una tajada de limón, cerezas marrasquino o aceitunas) y otros decorados con paraguas de papel, figuras de cera o flores plásticas, que no afectan para nada el sabor y nunca, jamás, hay que comérselos.
El origen del nombre está medio confuso y, como siempre, se lo pelean entre europeos y norteamericanos: unos dicen que fue por la mezcla de colores, que se asemeja a la cola del gallo y otros directamente le colocaban plumas a las copas, para hacerlas más atractivas.
Las bebidas alcohólicas se han ingerido siempre. Es la adicción que reina a lo largo de la historia de la humanidad. Cada vez que el homo sapiens quiere celebrar algún acontecimiento, no lo puede hacer si no tiene unos grados de alcohol en la sangre. 
El copete es parte de la cultura universal. Los checoslovacos, irlandeses y alemanes llevan la delantera en el indiscriminado consumo. Los chilenos, estamos en el puesto 14, después de los argentinos.
Bebemos para estar alegres, porque la embriaguez nos desinhibe, cualquier estupidez nos hace reír a mandíbula batiente y nos atrevemos a hacer el ridículo. El trago lo utilizamos también para ahogar penas de amor y de las otras, fracasos y todas las adversidades que nos presenta la vida.
Un Cóctel, en Chile, no significa solamente consumir bebidas pintorescas, sino un despliegue de licores de todo tipo, además de atractivas bandejas con bocaditos en miniatura, dulces y salados, fríos y calientes, para comerlos de pie. 
El motivo puede ser la presentación de un libro, el cumpleaños del Jefe o la inauguración de algún negocio y es una estupenda ocasión para beber y comer gratis en cantidades obscenas. 
No puede faltar la champaña, gaseosas, jugos, vino blanco y del otro, así como tampoco puede estar ausente el pisco sour, la vaina y el güisqui. Si entre los presentes hay mormones, se les debe ofrecer jugos Tang o Zuko, si judíos, comida kosher y si vegetarianos, brotes de alfalfa.
El evento se desarrolla con música de fondo, interpretada por un grupo de niñas regias vestidas y pintarrajeadas a lo Morticia Adams. 
Los mozos son literalmente “asaltados”, porque antes de dar un paso desde la cocina al salón con las bandejas a cuestas, ya les han arrebatado todos los vasos, los petit bouché y los tapaditos. Beber y comer gratis genera, en cualquier nivel socioeconómico, un fenómeno al que podríamos llamar, eufemísticamente, una “estampida”. 
Da la impresión que algunas personas no han comido jamás en su vida un diminuto cubo de queso gauda. Todos se empujan para lograr estirar la mano y agarrar de a cinco, o más, aceitunas, atarugarse la boca con canapés y empuñar algunas empanaditas “para después”, además de tener en la mano dos o tres vasos de lo que sea (porque hay que probar de todo), total, es gratis, aprovechemos, poh. 
Nunca faltan los compadres, que con la boca llena, le recomiendan a sus más cercanos: - “Fueba efos, huón, esfan fuper gicos, hmmmmm, ñam, ñam, ñam”. 
Por eso, es común que, en los ambientes de trabajo, cuando se anuncia que habrá una charla y luego un Cóctel, a todos se les ilumina el rostro y aunque el tema sea: “Implicancias filosóficas, éticas y sociales del hoyo en el emboque”, todos asisten ¿Por qué, creen ustedes?
En las últimas décadas, el asuntito se ha sofisticado gringamente: ya no se llama Cóctel, sino Catering y se han creado empresas sólo para proporcionar el servicio de banquetería, fiestas y recepciones. 
Lo que no ha cambiado son los personajes típicos: el guatón hambriento que se traga todo, el alcohólico genético que no se va hasta que se acaba el barril de cerveza y la flaca anoréxica (que más bien parece un esqueleto gordo) que se la pasa todo el evento mordiendo una rama de apio y bebiendo agua mineral sin gas.
El pelambre posterior es parte de nuestro deporte nacional. A pesar de haber comido y bebido gratis, los invitados siempre salen comentando:

-Medio raquítico el cóctel, puh, 
-Qué miserables, no había brochetas de corazón de jilguero, 
-Las albóndigas estaban crudas, 
-Las ostras fueron pocas, 
-El Chivas Regal duró lo que un pedo en un canasto, 
-Ni probé el caviar, 
-¿Te fijaste que la gorda de Cobranzas se lo comió todo?, 
-No me digai na’ ¿Y la que se metió en la cartera los mazapanes?

Y si, a la salida, revisáramos a los hombres, a más de alguno le encontraríamos una botella de licor bajo la manga.

Salud, Cheers, Salute.

Si vas a tomar, toma conciencia.
Pásala bien, pero si bebes…pasa las llaves.
Si bebes, nunca manejes.

1 comentario:

Héctor dijo...

Jajaja... Importante advertencia la de no comerse el decorado de los vasos. Algo parecido ocurre con lo que sí es comestible pero es ornamental, como las uvas que rodeaban una pierna de jabalí que me tocó la semana pasada.
Igual me quedé pensando en el jugo royal para los mormones... porque creo que esos jugos ya no existen.
Gracias Lucho por acortarme el viaje entre Pto varas y Pto Montt, casi paso de largo leyendo jeje, saludos!!