No se elige, se cae en ella. Sencillamente, nos toca. Nacimos entre ellos, llegamos a engrosar ese árbol genealógico, heredamos ese pedigrí, ese apellido, esas costumbres y esa parentela.
Con elementos a favor y en contra, con facilidades y dificultades, penas y alegrías, siempre con vaivenes pendulares, continuamos siendo parte de esos seres especiales con quienes compartimos genes, cromosomas y el colesterol alto.
Los amamos, nos aman, nos peleamos, nos reconciliamos, nos hacen y los hacemos sufrir; en fin, vivimos polarizados entre las alegrías y las congojas. No somos eternamente felices ni siempre total y absolutamente desdichados.
La lógica de la vida es que llegamos a formar parte de esa estirpe y, luego de unos veinte años promedio, si es que no tenemos una madre chantajista emocional que nos detenga, tenemos que volar (algunos care’raja, alargan ese período mucho más), abandonar el nido, para crear el propio. Y bueno, nos despedimos, nos abrazamos, lloramos y partimos; pero, seguiremos conectados por el resto de nuestras vidas.
Las hay de todos los tamaños, calidades y colores, pero, poseen un común denominador: son familias. Y cuando compartimos nuestros problemas con amigos, nos damos cuenta, con matices particulares, por supuesto, que vivimos la misma teleserie. En todas las familias se cuecen habas.
La dinastía se inicia con los padres, quienes, luego de tirarse piedritas en la quebrada, se enamoran y se casan llenos de ilusiones.
Y comienza a llegar la prole, que es expresión del amor, de no haber utilizado algún método anticonceptivo y para cumplir, al pie de la letra, la finalidad del matrimonio: procrear, criar y educar. (A esos preceptos aluden los insultos más repetidos que recibimos, desde pequeños: mal nacido, malcriado y maleducado).
Fechas inexcusables para reuniones familiares: Navidad, Año nuevo, bautizos, cumpleaños, graduaciones, bodas, cirugías de colocación de siliconas, fiestas patrias y sepelios. En cada ocasión se come en exceso y es de gente decente llegar con algo: unas empanaditas, papitas mayo, arroz graneado (que a la Mena le queda tan rico) o un postre; los dueños de casa ya se han encargado de la carne y las bebidas:
- ¡Tanto tiempo!...¿Cómo están?, -Oye, pero cómo han crecido estas niñitas, por Dios,
- Tuvimos que traer el perro porque no lo podíamos dejar solo,
- ¿Me prestai una cama p’acostar la guagua?;
- Abran la puerta,
- Que alguien conteste ese teléfono,
- Nacho, deja tranquilo ese gato,
- Mamá, tengo hambre,
- Mamá, estoy aburrío,
-¿Cuántos somos, oye?... pa’poner la mesa, poh,
-¿Saludaron a la abuela?,
- Cambiamos el auto, fijaté;
- El gordo no pudo venir, porque tenía turno,
- Tía…¿puedo jugar en la computadora?,
- Préstame unas pantuflas, que estos zapatos me están matando,
- Javiera, córtala con ese celular…ay, esta niñita me tiene enferma,
- Hagan callar a ese perro de mierda,
- Claro, los hombres, pura cerveza y no ayudan en nada.
- Ah, no, yo manejé…OK?,
- ¡A comeeeeeeer!
En la mesa:
- Si eres soltero: - ¿Y cuándo va a sentar cabeza usted, mijito?,
- Si eres soltera: Y usted… ¿Ya tiene novio, mijita?,
- Si apareces con polola: ¿Y cuando suenan las campanas?,
- Si estás recién casado: ¿Y cuando encargan guagüita?,
- Si ya tienes un bebé: ¿Y la parejita…cuando?,
- Si no tuviste más hijos: ¿Ya cerraron la fábrica?.
Ustedes alarguen la lista.
El grupo que se comunica, pelea y reúne regularmente: abuelos, padres, hijos, hermanos, cuñados, suegros, primos y nietos, es la familia cercana. La parentela que se ve sólo en los funerales de las tías abuelas, es la familia lejana. La muchedumbre que aparece en tu casa cuando te has ganado millones en la Lotería, es la familia desconocida.
Personajes infaltables: La abuela querendona, el abuelo bonachón, la suegra metiche, el cuñado sin pega, la cuñada bruja controladora, la hermana madrinaza, la Tía solterona, el Tío fleto, el marido infiel, la Tía cornuda, el marido golpeado, los divorciados, los convivientes, los ricos, los pobres, el hijito de papá, la prima putinga, el sobrino vago, el pololo hambriento, el primo con piercings, la polola mijita rica, el nieto adicto al iphone, la nieta gótica, la guagua llorona, la pareja puro amor y la pareja pura pelea.
La familia no se elige, se cae en ella. Y nacer, crecer y desarrollarnos en ese núcleo, nos hace amarlos tal cual son y no querer cambiarlos, porque no serían ellos…y uno siente orgullo de ser una hoja de ese árbol genealógico, de tener ese pedigrí, ese apellido, esas costumbres, esos genes, esos cromosomas y el colesterol alto. Con ellos se dividen nuestras penas y se multiplican nuestras alegrías. Siempre.
Con elementos a favor y en contra, con facilidades y dificultades, penas y alegrías, siempre con vaivenes pendulares, continuamos siendo parte de esos seres especiales con quienes compartimos genes, cromosomas y el colesterol alto.
Los amamos, nos aman, nos peleamos, nos reconciliamos, nos hacen y los hacemos sufrir; en fin, vivimos polarizados entre las alegrías y las congojas. No somos eternamente felices ni siempre total y absolutamente desdichados.
La lógica de la vida es que llegamos a formar parte de esa estirpe y, luego de unos veinte años promedio, si es que no tenemos una madre chantajista emocional que nos detenga, tenemos que volar (algunos care’raja, alargan ese período mucho más), abandonar el nido, para crear el propio. Y bueno, nos despedimos, nos abrazamos, lloramos y partimos; pero, seguiremos conectados por el resto de nuestras vidas.
Las hay de todos los tamaños, calidades y colores, pero, poseen un común denominador: son familias. Y cuando compartimos nuestros problemas con amigos, nos damos cuenta, con matices particulares, por supuesto, que vivimos la misma teleserie. En todas las familias se cuecen habas.
La dinastía se inicia con los padres, quienes, luego de tirarse piedritas en la quebrada, se enamoran y se casan llenos de ilusiones.
Y comienza a llegar la prole, que es expresión del amor, de no haber utilizado algún método anticonceptivo y para cumplir, al pie de la letra, la finalidad del matrimonio: procrear, criar y educar. (A esos preceptos aluden los insultos más repetidos que recibimos, desde pequeños: mal nacido, malcriado y maleducado).
Fechas inexcusables para reuniones familiares: Navidad, Año nuevo, bautizos, cumpleaños, graduaciones, bodas, cirugías de colocación de siliconas, fiestas patrias y sepelios. En cada ocasión se come en exceso y es de gente decente llegar con algo: unas empanaditas, papitas mayo, arroz graneado (que a la Mena le queda tan rico) o un postre; los dueños de casa ya se han encargado de la carne y las bebidas:
- ¡Tanto tiempo!...¿Cómo están?, -Oye, pero cómo han crecido estas niñitas, por Dios,
- Tuvimos que traer el perro porque no lo podíamos dejar solo,
- ¿Me prestai una cama p’acostar la guagua?;
- Abran la puerta,
- Que alguien conteste ese teléfono,
- Nacho, deja tranquilo ese gato,
- Mamá, tengo hambre,
- Mamá, estoy aburrío,
-¿Cuántos somos, oye?... pa’poner la mesa, poh,
-¿Saludaron a la abuela?,
- Cambiamos el auto, fijaté;
- El gordo no pudo venir, porque tenía turno,
- Tía…¿puedo jugar en la computadora?,
- Préstame unas pantuflas, que estos zapatos me están matando,
- Javiera, córtala con ese celular…ay, esta niñita me tiene enferma,
- Hagan callar a ese perro de mierda,
- Claro, los hombres, pura cerveza y no ayudan en nada.
- Ah, no, yo manejé…OK?,
- ¡A comeeeeeeer!
En la mesa:
- Si eres soltero: - ¿Y cuándo va a sentar cabeza usted, mijito?,
- Si eres soltera: Y usted… ¿Ya tiene novio, mijita?,
- Si apareces con polola: ¿Y cuando suenan las campanas?,
- Si estás recién casado: ¿Y cuando encargan guagüita?,
- Si ya tienes un bebé: ¿Y la parejita…cuando?,
- Si no tuviste más hijos: ¿Ya cerraron la fábrica?.
Ustedes alarguen la lista.
El grupo que se comunica, pelea y reúne regularmente: abuelos, padres, hijos, hermanos, cuñados, suegros, primos y nietos, es la familia cercana. La parentela que se ve sólo en los funerales de las tías abuelas, es la familia lejana. La muchedumbre que aparece en tu casa cuando te has ganado millones en la Lotería, es la familia desconocida.
Personajes infaltables: La abuela querendona, el abuelo bonachón, la suegra metiche, el cuñado sin pega, la cuñada bruja controladora, la hermana madrinaza, la Tía solterona, el Tío fleto, el marido infiel, la Tía cornuda, el marido golpeado, los divorciados, los convivientes, los ricos, los pobres, el hijito de papá, la prima putinga, el sobrino vago, el pololo hambriento, el primo con piercings, la polola mijita rica, el nieto adicto al iphone, la nieta gótica, la guagua llorona, la pareja puro amor y la pareja pura pelea.
La familia no se elige, se cae en ella. Y nacer, crecer y desarrollarnos en ese núcleo, nos hace amarlos tal cual son y no querer cambiarlos, porque no serían ellos…y uno siente orgullo de ser una hoja de ese árbol genealógico, de tener ese pedigrí, ese apellido, esas costumbres, esos genes, esos cromosomas y el colesterol alto. Con ellos se dividen nuestras penas y se multiplican nuestras alegrías. Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario