Mudarse
es un acontecimiento complicado, trabajoso y estresante. Una vez tomada la decisión,
voluntaria u obligatoria, y con fecha definida, lo primero que se experimenta
es esa fatídica sensación de sentimientos encontrados: enormemente feliz y ostensiblemente
angustiado por la partida.
Luego, viene la prepartum depression que hace caminar en silencio y con lentitud por toda la casa, dando lánguidas miradas de cordero degollado a muebles, cuadros y libros, entrar al dormitorio, abrir el clóset y exclamar: ¿Dónde voy a meter toda esta ropa? ¡Si sólo tengo dos maletas!, ¿Me deshago de todo? ¿Selecciono lo esencial? ¿Qué cresta hago?...
Luego, viene la prepartum depression que hace caminar en silencio y con lentitud por toda la casa, dando lánguidas miradas de cordero degollado a muebles, cuadros y libros, entrar al dormitorio, abrir el clóset y exclamar: ¿Dónde voy a meter toda esta ropa? ¡Si sólo tengo dos maletas!, ¿Me deshago de todo? ¿Selecciono lo esencial? ¿Qué cresta hago?...
Cuando
se habita en un lugar por un tiempo considerable, se adopta un ritmo de vida y costumbres,
que, con el tiempo, se van enraizando, constituyéndose en una insoslayable
rutina: personas, clima, ciudad, barrio, edificio, casa, lugar de trabajo, rutas
para ir y regresar, colegios, supermercado, farmacia, hospital, estación de
servicio, restaurantes, en fin, elementos que contribuyen a que se viva con
certidumbre y que se experimente una axiomática estabilidad.
Cuando uno se muda, rompe, bruscamente, con todo aquello y debe hacer un enorme esfuerzo físico, psíquico, emocional, y sobre todo económico, para comenzar, todo, de nuevo.
Cuando uno se muda, rompe, bruscamente, con todo aquello y debe hacer un enorme esfuerzo físico, psíquico, emocional, y sobre todo económico, para comenzar, todo, de nuevo.
Si
la mudanza es a otra ciudad, dentro del territorio nacional, los enseres se
pueden empacar en cajas de cartón corrugado, sellarlos con cinta de embalaje y
atarlos con hilo plástico. Se deberá utilizar un servicio de transportes,
dejando lo esencial para llevar consigo en auto, bus o avión.
Si
se tiene que salir del país, a los diplomáticos, les trasladan la casa entera,
con perra faldera neurótica incluida, sin costo alguno, pero uno, perteneciente a la
clase media aspiracional tercermundista, se tiene que limitar a introducir su vida en una
escuálida maleta con 23 kg y un bolso de mano que no supere los 8 kg, para no
pagar sobrepeso, por lo tanto, del clóset, con suerte, sale seleccionado un octavo de ropa, zapatos y accesorios.
Es
necesario publicar un aviso en el Periódico, con el encabezado: POR VIAJE VENDO, para deshacerse de: auto,
muebles, cuadros y libros, reduciendo
todo a dinero, para poder comprar lo necesario en el nuevo destino.
Macetas con hiedras carne’perro, adornos kitsch y electrodomésticos que no funcionan, no los compra nadie, por lo tanto, tenemos las siguientes alternativas: regalarlos a familiares, a un amigo cachurero o llamar a los Traperos de Emaús.
Macetas con hiedras carne’perro, adornos kitsch y electrodomésticos que no funcionan, no los compra nadie, por lo tanto, tenemos las siguientes alternativas: regalarlos a familiares, a un amigo cachurero o llamar a los Traperos de Emaús.
En
una mudanza, habitualmente, sucede:
Algo se rompe: por más cuidadoso que uno sea empaquetando espejos, vajilla o cacharros de Pomaire, lamentablemente, en algún momento, queda la cagá.
Algo se pierde: en medio de la anarquía que se ha convertido tu casa, con tanta caja y diarios por doquier, cajones abiertos y basura dispersa, hay algo que, misteriosamente, desaparece en el Triángulo de las Bermudas.
Algo se encuentra: unas llaves, la garantía de la lavadora y un billete de diez lucas, que estuviste, meses, buscando como aturdido, habiéndole hecho, incluso, una manda a san Guchito para que apareciera.
Algo se rompe: por más cuidadoso que uno sea empaquetando espejos, vajilla o cacharros de Pomaire, lamentablemente, en algún momento, queda la cagá.
Algo se pierde: en medio de la anarquía que se ha convertido tu casa, con tanta caja y diarios por doquier, cajones abiertos y basura dispersa, hay algo que, misteriosamente, desaparece en el Triángulo de las Bermudas.
Algo se encuentra: unas llaves, la garantía de la lavadora y un billete de diez lucas, que estuviste, meses, buscando como aturdido, habiéndole hecho, incluso, una manda a san Guchito para que apareciera.
Es de gente decente dejar todo limpio, encerado, y ojalá pintado, para que el arrendatario o nuevo dueño, no se encuentre con un basural, muros manchados u olores desagradables.
El
día de la partida, cuando el Departamento se ve amplio, pulcro y acogedor, como
aviso de Casas&Ideas, se da la última mirada al lugar que fue tu espacio,
embajada y refugio en días buenos y malos, sano y enfermo, y en periodos de
vacas flacas y gordas; es el momento de dar vuelta la página y proyectar las expectativas
hacia lo que viene: conocer otras personas, respirar nuevos aires, llenar la
retina de paisajes diferentes y oler aromas distintos.
Mudarse
es concluir un capítulo de la vida y prepararse para escribir el próximo. Quien
se cambia de lugar tiene la posibilidad de escuchar canciones inéditas, probar
vinos de última cosecha y estrenar un mañana sin errores.
Mudarse, a cualquier edad, es ser afortunado, porque en el nuevo destino está la posibilidad de reinventarse, cambiar empaque y relanzarse, totalmente metamorfoseado, energizado y vigente.
Mudarse, a cualquier edad, es ser afortunado, porque en el nuevo destino está la posibilidad de reinventarse, cambiar empaque y relanzarse, totalmente metamorfoseado, energizado y vigente.
-Chao, suerte. -Que
te vaya bien. -Que tengas buen viaje. -Llama y escribe de vez en cuando. -No te
olvides de nosotros. -Te esperamos para las vacaciones. -Te iremos a visitar. -Te
quiero mucho.
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