...

...
Rey de Socos

sábado, 1 de agosto de 2009

ASESINOS DEL IDIOMA

Hace ya más de una década que sufro, enormemente, cuando leo una infinidad de e-mails con monstruosas faltas de ortografía, contenidos en libros de visita con esperpentos lingüísticos, mensajes de texto abreviados y el chateo de minusválidos culturales que escriben todo con ka. Estamos ante una legión de cabezas de termo y me parece oportuno reflexionar al respecto.
En Ovalle, en la escuela pública, con número y gratuita, donde me educaron, me hacían repetir a coro los verbos, quedando grabados en mi cerebro, como en una lápida de mármol: el infinitivo, gerundio y participio de todas las formas verbales. Teníamos “dictado” todos los días y nunca he dudado al escribir correctamente: hipotenusa, escasez y holocausto. No tengo dramas en ubicar el sujeto, el verbo y el predicado en una frase y distingo perfectamente una palabra aguda de una grave o esdrújula y jamás se me ocurriría decir o escribir: resolvido, imprimido o rompido, para expresar el participio de resolver, imprimir y romper, como se los he escuchado a infinidad de personas. (Recado para lolos chacales del mensaje de texto: Lo correcto es: resuelto, impreso y roto).
En esa humilde Escuela de calle Benavente, me enseñaron a leer, no sólo con el silabario, sino que me inculcaron el gusto por la lectura de fábulas, cuentos, ensayos, novelas, artículos de revistas y nos motivaron siempre a escribir las famosas “Composiciones”. También recibí apoyo en mi hogar, porque tuve padres adictos a la lectura y en mi casa siempre hubo periódicos, revistas y novelas.
Las estadísticas muestran que los jóvenes de hoy no utilizan más allá de quinientas palabras para expresarse y quedan “marcando ocupado” cuando uno les menciona términos “raros” como: frugal, prosaico o perogrullo. Hemos constatado que a más de un cincuenta por ciento (y, creo, me quedo corto con el porcentaje) de los egresados de la enseñanza media del año recién pasado, les fue pésimo en la PSU en los contenidos de lenguaje y eso es una demostración indiscutible, que estos cabros no ojean un escrito ni cuando van al baño. Para qué decir si han leído un libro completo, porque no lo hacen ni bajo demanda judicial ni amenazas de tortura física y psicológica ni tormentos en las brasas del infierno. Sencillamente, los adolescentes, no leen, no están “ni ahí” con la lectura. Es lamentable verificar que nuestros jóvenes no saben expresarse, su léxico carece de correctas voces habladas y escritas, llenando todas sus conversaciones con el “o sea, o sea, o sea…”. Y tal como hablan, escriben. Es fatídico, triste y preocupante.
¿Qué hacemos? Para solucionar esta lamentable situación no existe otro remedio que la lectura. Así de simple. Crear en los niños de hoy el hábito de leer, porque con los adolescentes y jóvenes, ya no hay caso. Los medios de comunicación tampoco aportan mucho al respecto, porque la prensa escrita y, peor aún, la radial y la televisiva, son, en muchas ocasiones, el ejemplo más negativo del correcto uso del español. Esta sí, mis congéneres diaguitas, es una innegable pandemia: los asesinos del idioma.
La Lectura tiene la magia de ejercitar la imaginación. Brinda elementos importantísimos para una fluida, coherente y animada conversación. Si uno lee con el diccionario al lado, aprende el significado de las palabras, sus diferentes acepciones, además de conocer sinónimos y antónimos. Con la asidua lectura se ejercita el comprender un texto y extraer sus acápites más importantes. Cuando alguien tiene el hábito de la lectura, aumenta increíblemente su aprendizaje durante su vida y se apropia, gratuitamente, de un potencial bastante amplio en su desarrollo mental. El que lee, siempre es más.
A los adultos nos corresponde un deber fundamental en la casa, porque si los muchachos ven que nosotros no nos interesamos por la lectura, menos lo harán ellos. En este caso, y en muchas otras conductas, las motivaciones y el ejemplo recibidos en el hogar son básicos para adquirir hábitos. ¿Consejo?: regalemos libros. Así evitaremos la anorexia cerebral de las futuras generaciones.

Les recomiendo el último ensayo del sociólogo Fernando Villegas: “Ruego a Ud. tenga la bondad de irse a la cresta”. Gráfico, mordaz e instructivo. Muy bueno. Para leerlo de un tirón.