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Rey de Socos

martes, 1 de octubre de 2019

EL CASTILLO

Ubicado en la salida oriente de Ovalle, en una pequeña colina del sector El Romeral.
Sus propietarios son el matrimonio Rojas González e hijos.
Ante el fallecimiento del marido, en Santiago, la viuda, doña Aurelia, adquiere, en la capital, un lote de muebles y ornamentos antiguos. Regresa a Ovalle con la idea de construir un Castillo para decorarlo con ellos.
Una de las hijas, Mercedes Rojas González, de 24 años, conoce al Arquitecto Guillermo Rencoret Bezanilla, dueño de la Empresa Constructora, que lleva su nombre, encargada de la construcción de la Estación de FFCC de Ovalle. A este profesional pertenece el diseño y construcción de la edificación. Guillermo, finalmente, pasa a formar parte de la familia, al contraer matrimonio con Mercedes.
Construido, principalmente, de piedra, cemento y fierro. Consta de tres plantas y un sótano.
Luego de un año inaugurado, uno de los hijos de esta familia se suicida, ahorcándose en el segundo piso, por motivos que nunca se revelan. La familia, devastada, emigra a Santiago.
El inmueble permanece abandonado por dos décadas. Nadie quiso arrendarlo o comprarlo.
El empresario Max Valenzuela decide adquirirlo, con la idea de instalar allí un Restaurante y Centro de eventos, para lo cual, se asocia con el empresario Sergio Ardiles. Deciden realizar algunas modificaciones, con el fin de implementar un comedor y pista de baile. El negocio, si bien estuvo abierto durante un tiempo, no da resultado y deciden cerrar. Nuevamente el inmueble queda vacío.
Finalmente el Castillo es adquirido por el empresario Samuel Bozo Lorca, quien lo ha destinado como estacionamiento y control de taxis colectivos urbanos de la línea 72.
Este predio, en tiempos idos, era el Fundo “Tuquí bajo”, de diez mil m2, con árboles, pastizales y ganado mayor y menor.
La leyenda urbana cuenta que en el lugar se realizaron excavaciones en busca de un supuesto tesoro de cofres llenos de joyas, oro y plata. También corren rumores que ahí penaban. Según relatos, veían deslizarse sombras, escuchaban lamentos lastimeros, el arrastre de cadenas, y, después de medianoche, luces que se desplazaban por las bases del edificio. También se dice que, en una oportunidad, ladrones intentan, de noche, ingresar al lugar, pero huyen despavoridos al ver sombras que se deslizan, y escuchar ruidos extraños y quejidos.