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Rey de Socos

jueves, 1 de diciembre de 2011

MATEO

Bocho en Argentina y Uruguay, Corcho en Bolivia, Pilo en Colombia, Locote en Cuba, Norio en Ecuador, Empollón en España, Sholón en Guatemala, Ñoño en México, Macetudo en Nicaragua, Chancón en Perú, Nerd en USA, Secchione en Italia y Cerebrito en Venezuela; todos sinónimos de este personaje que nunca falta en una sala de clases de Primaria, Secundaria o Universitaria: el estereotipo del estudioso obsesivo, de altas calificaciones y personalidad “sui generis”.
En Chile le decimos Mateo, apodo prejuicioso, burlesco y despectivo, inventado por la muchedumbre de sus antónimos: los Porros, para referirse a este compañero computín del cual no soportan su hegemonía académica. La palabra deriva de mate: cabeza, cerebro, inteligencia.
No posee, necesariamente, un CI superior al promedio, brilla más por aplicación que por talento, memorión, esforzado, dedicado, puntual, respetuoso, cumplidor con las tareas, entrega los trabajos a tiempo. 
Lee más que Canuto en la cárcel, obtiene notas máximas (y vive pendiente de las calificaciones de los otros), primeros lugares y los más altos puntajes en la prueba de ingreso a la Universidad.
Enfermo de chupamedias, cara de autogol, grandes anteojos poto de botella (que le dan ese aire a sabio loco, retro y misántropo), pelo alborotado o peinado con tanto gel, que da la impresión que lo lamió una vaca tudanca; cuerpo de alfeñique desarticulado u obeso mórbido, viste como un Amish, con bototos de muerto y se abrocha hasta el último botón.
Su reloj tiene, entre otras miles de cosas: calculadora, brújula, cronómetro, marcapasos, termómetro, descifra los jeroglíficos que traen las lavadoras automáticas  y mide la presión arterial, el colesterol y la glucosa. Por ahí, en una de esas, sirve para ver la hora.
Es el único individuo que conoce (y los usa) los infinitos recursos tecnológicos que posee su teléfono celular, con el que, además, hasta se puede convertir en Hulk, realiza viajes astrales y encuentros cercanos del tercer tipo.
Nulo para cualquier deporte, pajero crónico, sentido del humor diferido (hay que contarle los chistes subtitulados), distraído, se tropieza hasta con los postes, de pocos amigos, no asiste a fiestas, tieso para bailar, usa brackets, huele a patas y se sabe de memoria la lista de los países beligerantes en la Guerra fría, las coordenadas para ubicar en el mapa el Atolón de Mururoa y la edad de los cúmulos globulares de la galaxia Andrómeda.
Fanático de los comics, sagas de ciencia ficción como "Star Trek", "Battlerstar Galáctica" o "Star Wars", de cualquier tipo de video games y del Ajedrez. Coleccionista de transformers, espadas laser y trozos de meteoritos. 
Algunos sufren epilepsia, taquicardia, asma, alergias, acné y problemas de interacción social como el mutismo selectivo o el síndrome de Asperger.
Es blanco de las debilidades, inseguridades y rivalidades de los Porros, quienes lo detestan, admiran y envidian; pero estos gaznápiros lo utilizan de un modo pendular: la mayor parte del año es víctima del matonaje de esta retorcida, salvaje y omnipresente fauna escolar (hoy le llaman, eufemística, siútica y gringamente: bullying), quienes le rompen los lentes, escriben idioteces de él en los baños y el pizarrón y le pegan letreros con mensajes satíricos en la espalda; pero, en los trabajos de grupo, se pelean por tenerlo con ellos; en periodo de exámenes le piden prestados sus prolijos cuadernos con las materias al día y que les explique un ejercicio de física cuántica, les relate el resumen de “Edipo Rey” o, cuando están en riesgo mortal, les “sople” la composición, peso molecular y fórmula del Amoniaco.
Todos quisieran sus buenas notas, pero no valoran sus sacrificios, desvelos y preocupaciones. 
No se comprende su condición de solitario, que lo consideren un inadaptado, que el ambiente escolar le produce stress sintomático y mucho menos aprecian su postura pacifista y ecológica. 
Nadie imagina el drama que vive con la eterna encrucijada de no poder, por ningún motivo, abandonar el estudio, presionado por sus padres, quienes le exigen que sea el más brillante, que deje la diversión para nunca, y por sus profesores, que también esperan lo mismo, y no puede defraudar a unos y otros.
Generalizar es banal, infame e injusto. No todos son iguales. Hay algunos buena onda, tratables y deportistas, otros son capaces de integrarse en actividades “extra programáticas” y sumarse a causas contingentes, como la toma del Colegio y una protesta o marcha por los derechos de los estudiantes.
Los gringos, que todo lo segmentan, marcan diferencias: Nerd es el estudioso que padece de ostracismo, el Geek es casi igual, pero más orientado hacia la tecnología, electrónica e informática y el Friki, es un animal definitivamente “raro”, caracterizado por una obsesión a un tema, afición u hobby.
Distintos o no, todos terminan haciendo Masters, Magisters y Doctorados, llegan a Gerentes de algo, dueños de mucho, se casan con una bruja controladora histérica, aprenden a vestirse como Ministro en visita y no pueden respirar si no tienen a mano una Laptop, un iPad, un iPhone, un Blackberry, un Smartphone y sus ansiolíticos.


“Sé amable con los Nerds, es muy probable que termines trabajando para uno de ellos”.  Bill Gates