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Rey de Socos

martes, 1 de noviembre de 2011

BAILES RELIGIOSOS







Bailamos para divertirnos, relajarnos, como expresión artística, ejercicio, terapia o rito religioso. 
El baile es una expresión corporal consustancial a la especie humana y ha formado parte de su cultura desde que habita el planeta. 
La danza es la ejecución de movimientos coordinados que se realizan con todo el cuerpo, al ritmo de un elemento fundamental: la música, que puede ser ejecutada por uno o varios instrumentos o marcando el ritmo con percusión, palmas o pitazos. 
Es una forma de comunicación, un lenguaje que expresa sentimientos y emociones mediante gestos, movimientos y desplazamientos. 
Un arte bello, expresivo y emocionante tanto para quienes lo ejecutan como para los espectadores.
El baile religioso nace cuando los creyentes perciben la trascendencia e inmanencia de Dios, esto es: su condición celestial y su presencia terrena, cercana e íntima a la vez, o sea, en palabras más simples: Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar; lo que también se aplica a la Virgen y a los Santos. 
En los Templos de la Iglesia primitiva era habitual el baile como alabanza a Dios. 
En la Biblia, la danza es parte de una manifestación de júbilo en celebraciones sociales o acontecimientos, como una acción de gracias por la victoria en una guerra o una fiesta familiar, las que podían ser procesionales, circulares o estáticas, acompañadas por distintos instrumentos musicales y protagonizadas, habitualmente, por mujeres y niños.
En el año 1584, en el Santuario de la Virgen del Rosario de Andacollo, nace, con una fuerte influencia incaica, el primer Baile Religioso de Chile: un elenco sólo masculino, constituido por mineros que bailan al lento ritmo de tambores y al afligido sonido de flautas de caña. 
Se llamaron “Chinos”, vocablo que no tiene ninguna relación con el país o idioma oriental, porque la palabra “china” es de etimología quechua, que, en una acepción reducida, en español, se traduce como “hembra”, término que los Conquistadores utilizaron despectivamente para referirse a las mujeres indígenas de Chile, Perú y Bolivia, a quienes tomaron para el servicio doméstico. Luego se aplicó, por analogía, a los criados varones. 
Otra versión dice que proviene del guaraní, idioma en el que significa “amiga”. Uniendo los significados anteriores, “China” se aplicó a la compañera del huaso chileno. (En lenguaje popular, también es utilizada como sinónimo de “Amante”). 
Considerando el origen, fusiones, usos y evoluciones de esta palabra, podríamos concluir que “Baile Chino” significaría “Baile de servidores”, quienes, cariñosamente, también bautizaron a la Virgen de Andacollo como “la Chinita”.
Los Bailes Religiosos son hermandades cristianas, de gente sencilla, cuyos miembros han hecho una promesa a la Virgen, de pertenecer a estas cofradías, la mayoría, por toda su vida, y acudir cada año a su fiesta Patronal acicalados con sus llamativas indumentarias y rendirle honores con sus alegres coreografías ensayadas durante, casi, todo el año. 
Son grupos compuestos, como mínimo, por veinte personas, que bailan al ritmo de tambores, cajas, platillos, pitos y trompetas. 
Los hay sólo masculinos: los ancestrales “Chinos” y Morenos, otros, con el tiempo, incorporaron a las damas: Turbantes y Danzantes; algunos totalmente femeninos: Kullacas, Gitanas y la mayoría mixtos: Chunchos, Diabladas e Indios. 
Las influencias foráneas han sido inevitables, porque, con el tiempo, han aparecido distintos conjuntos que representan a indígenas norteamericanos: Sioux, Plumas rojas, Comanches, Cheyennes y Apaches. 
Las diferencias entre ellos: vestimenta, colores, música, ritmos y desplazamientos, así como también la utilería que portan: arcos, flechas, lanzas, matracas y hachas. 
Bailan ordenados en filas, de mayor a menor estatura, con un jefe que se identifica por su ropaje y es quien da las órdenes, por medio de pitazos, para los cambios de ritmos, desplazamientos y posiciones. 
A cada grupo le precede su estandarte con el nombre, origen y fecha de fundación, escoltados por banderas chilenas. 
El acompañamiento musical es monótono, reiterativo e interminable; pero muy estimulante, contagiante y cargado de la energía de estos gimnastas de la Virgen, porque para ser “Chino”, hay que tener un estado físico óptimo. 
El día de la fiesta patronal se baila, por turnos, frente a la Iglesia, desde la madrugada hasta la noche. El momento más álgido, en el día de la Fiesta, es la solemne Procesión, cuando despliegan todas sus fuerzas homenajeando a su Patrona. 
Al final, mientras la Virgen regresa a su sitio en el Templo, se despiden cantando sus décimas a lo divino, flameando banderas, elevando pañuelos y haciendo sonar sus instrumentos. 
El resto de los fieles se une en un emocionado aplauso cerrado. 
La imagen queda a la espera que los “Chinos” vuelvan el próximo año. 
Este despliegue de coloridos bailarines religiosos es similar, año a año, en los Santuarios de Andacollo, La Tirana, La Candelaria, Sotaquí y otros.
Bailamos para divertirnos, relajarnos, como expresión artística, ejercicio, terapia o rito religioso. Hay bailes lentos, rítmicos, febriles, cadenciosos o delirantes, pero el más hermoso de ellos es el que, junto con deleitar al hombre, también alaba a Dios y a la Virgen.