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Rey de Socos

miércoles, 17 de diciembre de 2008

PATIPERROS



En los 70’s, los ovallinos nunca nos imaginamos que, alguna vez, íbamos a vivir en otra ciudad que no fuera la Perla del Limarí ni en otro país que no fuera Chile.
Pero, los tiempos y las circunstancias cambian irremediablemente, y hoy, somos una gran cantidad de coterráneos que vivimos en el exterior.
Algunos se fueron, en esta suerte de éxodo, voluntariamente, por amor; incontables sufrieron el exilio; otros partieron por razones de estudio y muchos, en la búsqueda de un mejor porvenir. 
Entonces, un determinado día, luego de un llanterío a moco tendido y una regada, conversada y bulliciosa despedida hasta las tantas de la madrugada, con muchos temores y esperanzas, empacamos los veintitrés kilos permitidos en bodega, más los ocho kilos en un bolso de mano, nos subimos a un avión y dejamos el terruño.
Cada uno ha tenido diferentes experiencias, por la diversidad de lugares donde le ha tocado vivir; pero, podemos aventurarnos al afirmar que, muchas de ellas son comunes. 
Al principio, como todo lo nuevo en la vida, cuesta acostumbrarse. 
La verdad, es re-contra difícil. Lo primero que extrañamos es la cordillera. Uno no concibe un paisaje sin montañas y el sentido de orientación se dificulta una barbaridad, porque carecemos de nuestras referencias locales. 
Cuando amanece, uno observa extasiado desde la ventana, y mira, incrédulo, chorrocientas veces, el reloj, porque, no puede ser, son las seis y media de la mañana y el sol se ve como un queso en el horizonte purpúreo, y para nosotros, obvio, ese espectáculo de la naturaleza es, axiomáticamente, un cálido atardecer.
Los chilenos somos muy especiales, a todos nos lo han dicho. 
La larga y angosta faja de tierra nos hace así. Provenimos de un excepcional país que tiene sólo dos puntos cardinales (es impensable que un chileno vaya hacia el este o al oeste). 
Dicen que cuando miramos hacia un costado, vemos un muro, que es la cordillera, y si echamos un vistazo hacia el otro, observamos la inmensidad del mar que tranquilo nos baña, entonces, concluyen, eso nos hace sentir solos en este controvertido mundo, y que, ante esa sensación, nos da por mirar el suelo y nos aferramos a él, como la Scarlett O”Hara a Tara. 
Cuando un niño chileno dibuja en paisaje, lo primero que hace es una cordillera nevada con una bandera chilena flameando. Cada vez que la selección de fútbol de nuestro país juega un partido en un mundial, cantamos nuestro himno con la mano en el corazón y a gritos. Amamos nuestra tierra y eso nos hace extremadamente sensibles y enfermos de nacionalistas. 
Por eso es que:
  • nos largamos a llorar como plañideras cesantes, cada vez que escuchamos “Si vas para Chile”.
  • cada dieciocho de septiembre preparamos empanadas, adornamos la casa con banderines tricolor y escuchamos a todo chancho nuestros CD de música chilena, preparamos una ponchera con vino blanco y durazno en tarro y gritamos ¡viva Chile, mierda!, abrazados a otros compatriotas. 
  • no dejamos nunca de sintonizar en el cable, al menos, los noticieros, para saber qué pasa en nuestro país.
  • nos gastamos una enormidad de plata en teléfono, porque sentimos la necesidad vital de estar comunicados con los nuestros.
  • cada uno tiene, en algún muro de su casa, una bandera chilena, un reloj de un plato de cobre con incrustaciones de lapislázuli, con una escena de un rodeo y una repisa en la que hemos ubicado una iglesia de combarbalita, una carreta de madera de guayacán, un moai de onix, un indio pícaro y unas cuantas otras artesanías.
Una de las barreras, que no podemos soslayar, cuando llegamos a vivir a una nación en la cual no se habla nuestro idioma, es aprender la lengua local si o si. 
Es necesario sacarse la mugre estudiando y practicando para que, en el menor plazo posible, podamos expresarnos fluidamente y no dar una pésima impresión con un inglés u otro idioma tarzanesco.
Todos nos hemos visto en la dificultad de explicarles a nuestros interlocutores, que no sean latinoamericanos, en qué lugar del mapa se ubica nuestro país, porque no tienen idea. 
Dependiendo de los ambientes que uno frecuente, Chile es sinónimo de Pinochet, Don Francisco y el Festival de Viña. 
Algunas personas, vagamente recuerdan algún terremoto, inundación u otra tragedia. Los más cultos conocen referencias de Isla de Pascua, que tenemos buenos vinos y que el sur de nuestro país es lovely… lovely…lovely; lo que nos hace llegar a la conclusión, que su cosmovisión les viene a través de la TV, definitivamente.
Vivir en el extranjero posee sus bemoles; pero tienes la posibilidad de mimetizarte en otra cultura, asumir distintos modos de pensar, diferentes actitudes frente a la vida y conocer lugares nuevos para la retina. 
Al final, igual te haces de amigos, te integras a su cotidianeidad y, de algún modo u otro, te las arreglas para que conozcan tu cultura. 
Aparte de la nostalgia, las penas y los deseos de volver, ser migrante se te hace cada vez más llevadero y no estar en tu país, cada año te duele menos. 
Lo importante es que nunca dejas de amar la tierra donde naciste, porque la llevas en lo profundo de tu corazón.

-Where are you from? - I come from Chile…-Oh, Alexis Sánchez!

miércoles, 26 de noviembre de 2008

ESCANDALOSOS


A propósito de pokemones, pelolais, punk, skin head y toda esa fauna que circula por allí; luego de haber visto en la calle a un lolo con los pantalones en la punta del poto, con los calzoncillos al aire y caminando como si se hubiera cagado, me puse a pensar: ¿Qué habrán pensado de nosotros, los adultos, cuando éramos lolos?.
Cuando se llega a la adolescencia, se pasa a formar parte del grupo más vulnerable de la sociedad. 
De una u otra manera, ser joven implica muchas transformaciones internas y externas. 
Junto con las espinillas, aparecen los cambios de actitudes mentales, de pensamientos y posturas frente a los acontecimientos del mundo. 
Uno comienza a buscar una identidad, quiere pertenecer a un grupo de referencia y desea ser aceptado. 
Vienen las ganas de ser grande pronto, de tener mayoría de edad para poder hacer lo que a uno le dé la real gana, sin tener que darle explicaciones a nadie.
Como primer síntoma de este rebelde despertar, viene la onda de fumar, una actitud que posee más una pretensión de ser aceptado entre pares, que ganas de expulsar humo como volcán en erupción y, de paso, taponarse, irresponsablemente, los pulmones con una letal cuota de nicotina en cada pucho.
Las mujeres comienzan a utilizar delineador, rimel y lápiz labial; los hombres nos iniciamos en el fastidioso rito de afeitarnos, con los yuntas comenzamos a tomar cerveza como obreros polacos y a usar desodorante y loción after shave.
Desde siempre, a nivel externo, para connotar y denotar un cambio radical, se recurre al pelo. Dependiendo de las épocas en las que a uno le haya tocado vivir, la cabellera siempre se transforma: se deja crecer, se rapa, se pinta, se encrespa, se alisa, se le hacen rayitos, anyway…
Nosotros fuimos copiones del movimiento hippie, con la revolución de las flores, el amor libre y la onda peace and love; que alteró radicalmente nuestra forma de pensar y vestir. 
Era de gente ubicada y con acertada conciencia social, odiar la guerra de Vietnam y rechazar la intervención del ejército norteamericano en ese país. 
Comenzamos a saludarnos haciendo el signo de la paz, teníamos en la pieza un póster que decía “prohibido prohibir” y el de una manzana a la que le salía un coqueto gusano. 
Los collares, las pulseras y los lentes a lo Lennon eran absolutamente in y todos teníamos, en la tapa de un cuaderno, el retrato del Che Guevara.
La onda de los hombres era dejarse patillas a lo orangután irascible y la melena suelta que habían impuesto los Beatles, con lo que escandalizaron al mundo, porque, los machos, llevaban, desde hacía décadas, el pelo corto a lo milico y engominado. Los crespos se dejaban crecer la cabellera a lo afro, luciendo como Michael Jackson antes de su patética transformación.
Luego vino el plagio del look "Saturday nigth fever", peinado hacia atrás, también con gomina, la que ya se comenzaba a llamar gel. Lo más patético de esta moda, era imitar el prefabricado modo de caminar del personaje de la película, por lo tanto, teníamos a muchos Tony Manero transitando por nuestras calles, a patas abiertas, haciéndose el cancherito y bailando al ritmo de los Bee Gees.
Nuestros pantalones eran los pata de elefante, con pasadores gruesos y una correa de cuero con una descomunal hebilla artesanal. 
Las camisas eran a cuadros, rallas o flores, de colores llamativos y con el cuello puntiagudo. Surgieron los sweater con rombos y los chalecos cuello tortuga tejidos a máquina. 
Por supuesto que no podemos dejar de mencionar el gamulán, la chaqueta de cuero, los zapatos de gamuza con suela crepé y la boina tipo Fidel.
Las mujeres comenzaron a usar los gloriosos hot pants, con un abrigo midi de lana que les tapaba los zuecos, unos zapatos de madera que, al caminar, emitían el sonido de casco de caballo sobre el cemento. Por supuesto que, a las chatas, estos benditos zapatos les vinieron de maravilla, porque les adicionaba como diez centímetros a su microscópica estatura.(en la Villalón, había una fanática de esa moda, a la que le decíamos “la poroto hincado”). Los lentes para el sol, les cubrían el 68% del rostro y el pelo lo llevaban liso, liso, liso…al que, algunas veces, le adicionaban un coqueto cintillo multicolor.
Luego vino la onda de los pantalones amasados, todo unisex, las poleras multicolores con monos en el pecho y algunos creativos mensajes: “Haz el amor y no la guerra”, “La virginidad produce cáncer”, “Soy lesbiano declarado”.
Los jóvenes, de la generación que sean, siempre han tenido la particularidad de ser los grandes escandalosos de la sociedad. 
Por experiencia, sabemos que las modas van y vienen. Nosotros desconcertamos y dejamos con la boca abierta a más de alguien, porque, en nuestro tiempo, también fuimos transgresores de lo establecido.
Cuando, hoy en día, veo a mis sobrinos vestidos como el Tony Cucharita, con el pelo pintado de azul y con un tatuaje en el poto; sencillamente me río y les digo…¿sabis qué? Yo no era tan escandaloso cuando tenía tu edad. 
Y los abrazo, los beso y me recuerdo de mis regalones blue jeans desteñidos y con parches, mi polera con manchas y mis mocasines argentinos con calcetines blancos, pinta con la que mataba, en los bailes de la Medialuna, al ritmo de los Clavos Torcidos.

jueves, 9 de octubre de 2008

ALMACEN



Comprar en un Almacén en los 60’s, en Ovalle era, definitivamente, otra cosa. 
Estaban los característicos grandes almacenes, que surtían a los ovallinos y a los habitantes de todos los pueblos rurales. 
Entre los más conocidos: La Campana, Martinac, Pavic, Yurín, La Espiga de Oro y otros, en donde se podía encontrar “de un cuanto hay”: abarrotes, vinos y licores, menaje y de todo lo que se necesita en un hogar. 
Un espectáculo cotidiano, en las calles del centro, era la llegada de los camiones de Santiago con cargas de harina, azúcar, té, hierba, bolsas de cemento y hasta calaminas. Allí estaban esos cargadores que se ubicaban en la Alameda con un saco blanco al hombro, el que, cuando descargaban un camión, se lo ponían en la cabeza, lo que les daba aspecto de devotos franciscanos blanquecinos, desfilando como hormigas, de prisa, entre el camión y la bodega..
Algunas familias, hacían el pedido del mes en uno de estos almacenes, por lo tanto, a su casa llegaban como tres cajas de fideos carozzi, en la que venía de todo, también una bolsa de azúcar a cuadros, un quintal de harina para hacer el pan y, de vez en cuando, algunas sopaipillas, y una damajuana de cinco litros de aceite. 
Una de las costumbres habituales de esta compra mensual era la famosa “yapa”, que consistía un puñado de pastillas con rallas, que eran de anís, y unas galletas gruesas con sabor a cartón, algunas veces venía mejor, con unos cuantos paquetes de galletas tritón.
El olor de esos locales era bastante particular, porque allí se mezclaban los aromas a hierba mate, detergentes, jabón gringo, comino, pimienta, carburo y otros olores no identificables, pero para mí, era “olor a negocio”.
Los otros eran los característicos negocios de la esquina,(algunos aún sobreviven) en donde éramos atendidos por el mismo dueño o dueña, quien, desde el mostrador, luego del familiar saludo, expresaba el amable: ¿Qué se le ofrece?...y bueno, allí estábamos con la botella del aceite en la mano y con una bolsa para llevar lo demás. 
Como casi todo venía a granel y los productos estaban ensacados o embolsados, se tomaba una puruña y se llevaba todo a la romana, que daba el peso (nunca tan exacto, porque a las pesas siempre se les sacaba unos cuantos gramos de metal en la parte posterior) se colocaba el producto en un papel de seda color marrón y se comenzaba a envolver con un repujado, como quien cerraba una empanada, se le daba unas vueltas… y ya está: ¿qué más desea?... Sobre el mismo mostrador, podíamos observar un frasco guatón con aceitunas, otro con cebollas en escabeche, alguno con galletas y otros con pastillas, por supuesto que, reducido proporcionalmente, el mismo “olor a negocio”.
El Almacén de la esquina no era sólo un lugar para ir a comprar un cuarto de mortadela, unas paltas maduras o media docena de huevos para tomar onces, sino que era un sitio para socializar, un lugar de encuentro. 
Allí se conocía la intimidad del barrio, los chismes más frescos, los escándalos más bizarros y el último capítulo de la radionovela; por eso es que, se dice, los mejores cahuines, comienzan, pasan y terminan en el almacén de la vieja de la esquina.
Muchos productos de esos tiempos han desaparecido. Algunos amigos me echan tallas cuando menciono la Perlina, que era un detergente (porque dicen que ellos nacieron con el Rinso y que son de Los Beatles p’adelante…saaaaaa), el azul para la ropa, la cocoa Raff, el té “Repítame” y el agua de cuba (hipoclorito de sodio), que se compraba a granel.
Cada vez que visito Ovalle, voy a la calle Socos, casi al llegar a Coquimbo, al negocio de Don Felix, en donde encuentro queso de cabra del bueno y aceite de oliva, allí disfruto de ese aroma a negocio que me transporta, porque la señora me permite pasar a la bodega, en donde elijo el queso que me tinca por la apariencia y, por supuesto, el efluvio. 
También visito el negocio de mi amigo Tuco Halat en Vicuña Mackenna, donde puedo encontrar una brocha, esmalte, lija, un puñado de tachuelas y de todo lo que necesito para dejar decente una puerta o pintar los muebles del patio.
El Almacén tenía sabor a familia, allí no eras un desconocido, te saludaban por tu nombre, se preguntaba por la parentela, si estaban todos alentaditos, si habían dado de alta al enfermo operado de apendicitis, si lo habían pasado lindo en Guanaqueros, porque, se ven tan bronceados, oiga, si “estos niñitos parecen Zulú”. Allí se sabía quién había pasado a mejor vida, dónde lo estaban velando y a qué hora iba a ser el funeral.
Cuando voy de vacaciones a Ovalle, no sé dónde comprar un par de alpargatas, unos corchos para tapar botellas de pisco, en las cuales he envasado el vino tinto y unas cuerdas para la guitarra.
Extraño los Almacenes de antes.

lunes, 4 de agosto de 2008

NUESTROS JUGUETES



Cada uno recuerda siempre algún juguete de su infancia. Para las niñas, el primer lugar lo ocupan las muñecas, esas que abrían y cerraban los ojos, con unas pestañazas duras, luego vienen las tacitas, la cocina, la lavadora, las pulseras, el maletín de cosméticos y un oso de peluche. Para nosotros: la pelota de fútbol, una pistola, las bolitas de vidrio, una ametralladora, el caballo de madera, el camión tolva, los soldaditos de plomo, el mono-patín, la bicicleta, la ambulancia a fricción, el tren eléctrico, el mekano, los palitroques, el trompo y un casco de bombero. Creo que nadie olvida los tiqui-taca, el emboque, el tablero chino, las damas, el dominó y tantos otros que sería largo enumerar.
Me quiero referir a los juguetes que no se compraban en una tienda ni los traía el viejo pascuero. Estos los fabricábamos nosotros mismos y tuvieron una gran significación:

RUN-RUN: Se fabricaba con un “chiche” (una tapa de bebida), los más sofisticados los hacían con una moneda; que se colocaba en la línea del tren para que éste la aplastara, dejándola lista para hacerle dos orificios en el centro, pasarle una pita, torcerla y abrir y cerrar para darle movimiento.

ULA-ULA: Con un pedazo de manguera de plástico, se le colocaba un tarugo de madera, para unir los extremos, y quedaba un círculo perfecto, que se colocaba en la cintura, la que al mover las caderas en círculo, ésta se mantenía pegada al cuerpo. Algunos expertos la hacían girar hasta en las pantorrillas.

HONDA: Se buscaba un arbusto que, entre sus ramas delgadas, tuviera una forma de Y. En los brazos se colocaban dos tiras de goma elástica de cámara de neumático. En el extremo, un trozo de cuero contenía el proyectil, por lo general, una piedra, y servía para dispararle a los tiuques, quebrar vidrios, botar latas vacías y romperle la cabeza al tonto Morales.

TARRO CON CARBURO: A un tarro de Nescafé chico, se le hacía un orificio en la parte de abajo, se le insertaba un pedazo de carburo, con un poco de saliva, éste comenzaba a producir gas, se tapaba, se le colocaba un fósforo encendido en el orificio y hacía explosión lanzando la tapa lejos con un ruido de balazo, dejando un olor irrespirable a peo podrido.

CARRO LOCO: Con unas cuantas tablas de cajón de durazno, se armaba una plataforma. Se colocaban cuatro rodamientos usados. El eje delantero era móvil, se ponía una cuerda en los extremos y nos lanzábamos guarda abajo en una calle inclinada, a veces de a tres matones juntos. En la adrenalítica bajada gritábamos como berracos y en la delirante llegada al final de la calle, nos sacábamos la cresta, terminando todos repartidos por el suelo; pero, agarrábamos el carrito de nuevo, subíamos la cuesta y nos sacábamos la cresta nuevamente.

ZANCOS DE TARROS DE DURAZNO: Se les hacían orificios en la base, se les colocaba una pita, que llegaba a la altura de las rodillas y servía para mantenerlos fijos en los pies y se caminaba perfectamente arriba de ellos, hasta se podía correr y sacarse la cresta también.

RUEDA CON GARFIO: Con un círculo metálico obtenido de alguna llanta, una rueda de bicicleta vieja, sin los rayos; se fabricaba un garfio con un alambre grueso, se le hacía una manilla y en el extremo tenía una forma redondeada que abrazaba la rueda. Se empujaba y hasta podíamos correr guiando con el alambre nuestro esquelético juguete.

Creo que todos hemos flotado en el río Limarí con una cámara de neumático inflada, balanceado en un columpio suspendido del tronco de un árbol, hemos saltado en patota con un cordel y fabricamos nuestros propios títeres. También jugamos al luche, a las visitas, a la mamá y el papá y unos cuantos otros entretenimientos (Leer JUEGOS DE NIÑOS).
Es cierto que nos rasmillamos más de una vez los codos y las rodillas, que nos ganamos un “chichón”, perdimos un diente, nos salió sangre de la nariz y nos rompimos la cabeza y más de un hueso; pero haciendo una evaluación, fuimos niños sanos y fuertes, ganando mucho psicológica, física y socialmente.
Nuestras cicatrices son tesoros de la creatividad.

sábado, 19 de julio de 2008

TEMBLOR


Para la mayoría de los mortales, los temblores son una experiencia traumática. 
Los seres humanos seremos siempre débiles criaturas frente a estos fenómenos naturales y nunca estaremos preparados para enfrentarlos… porque vienen de repente. Con lo temblores no se puede hacer nada. Son los emisarios que nos vienen a decir que somos pequeños, que nada es estable ni para siempre.
El miedo que se experimenta con el movimiento y el ruido es absolutamente legítimo, porque, fundamentalmente, ponen en peligro nuestra seguridad, y lo que es peor, en algunos casos, nuestra vida.
Los ovallinos tenemos todos, desde pequeños, experiencias de temblores y terremotos, porque nuestra zona, dicen los expertos, está ubicada sobre una franja sísmica que se mueve constantemente. 

Varios de estos fenómenos nos han dejado platos rotos, tapias desmoronadas, casas y pircas por el suelo, el rostro pálido, las rodillas temblando y arritmias cardiacas.
Vivir terremoteados nos ha dejado como “curados de espanto” frente a cualquier movimiento telúrico, por lo tanto, cuando comienza a temblar, no les damos tanta importancia, total, ya estamos habituados. Ya va a pasar, ya va a pasar...es lo que les decimos a quienes nos rodean.
Cada persona tiene una manera diferente de reaccionar frente al movimiento: están los que se ponen pálidos, otros rojos, algunos gritan, otros entran en pánico y arrancan. 

Están los “sosegados”, esos a los que no les da ni chus ni mus, que cortan el gas, desenchufan aparatos electrónicos y calman al resto. Están los que lloran, se arrepienten de todos sus pecados y comienzan a rezar una letanía en la que invocan hasta a San Guchito, al Quetedije y al Quetejedi
Los más divertidos son los histéricos, esos que se ponen a gritar escandalosamente y la única manera de calmarlos es a cachuchazo limpio, para que no asusten al resto y se genere una psicosis colectiva. Por supuesto que, a todos, nunca nos falta la invocación a la “Mamita linda”, a la que recurrimos hasta siendo adultos, estemos en donde estemos.
Existen muchas teorías sobre los lugares seguros en donde refugiarse: la más difundida es la del umbral de la puerta, las otras son: bajo la mesa, bajo el catre, salir al patio, a la calle, ponerse cerca de un árbol, en fin, hay para todos los gustos.
Los comentarios post-temblor son lo mismo que en los velorios, en donde, luego de la pena por el finao, pasando la media noche, más o menos, se da inicio a la cuestioncita de los chistes de alto calibre, las bromas de mal gusto y los relatos de anécdotas jocosas.
Luego que el temblor ya pasó, comienza la lista de comentarios, en los que siempre se dice casi lo mismo: 

-“Qué fuerte estuvo el temblor, oye, por Dios”, 
-“Yo, cuando escuché ladrar al perro, fue cuando me di cuenta del ruido y que venía el movimiento”, -“Oye, si la pared se hacía así, te lo juro, niña por Dios”; 
-“En la casa estaba la sonajera con las cosas que se cayeron”, 
-“A mí se me quebró toda la loza, niña”, 
-“Mi marido arrancó pilucho p’al patio y yo detrás de él con los calzoncillos..¡No te puedo creer, niña!... ¡Te juro!...
Por supuesto, todos muertos de la risa por las reacciones de la gente de la familia.
Obvio que después viene el colapso de los teléfonos, porque todos quieren llamar a los que están lejos para saber cómo les había ido:  

-¿Están todos bien, oye?... 
-Bueno, nosotros aparte del susto y uno que otro vaso quebrado, estamos bien, ningún problema…esperemos que no vengan tantas réplicas, pos oye. 
Los temblores tienen también su lado tierno, ya que te abrazas a la primera persona que tienes cerca y de un de repente se te van los enojos y las diferencias. 
Las reacciones frente a una tragedia sacan de nosotros lo mejor que tenemos, es allí cuando nos damos cuenta del amor que sentimos por los que nos rodean, porque todos nos queremos proteger mutuamente.
Creo que todos tenemos anécdotas terribles de los temblores, que, luego se tornan divertidas cuando viene la calma y regresamos a la cama para tratar de completar el sueño que vino a interrumpirnos la naturaleza.
Cuando venga el próximo temblor: que Dios nos pille confesados y vestidos. Así sea.

lunes, 18 de febrero de 2008

PARROQUIA SAN VICENTE FERRER


La Capilla de San Vicente Ferrer existe desde el año 1688, mucho antes que se fundara la ciudad de Ovalle. Dependía de la Parroquia de Barraza y estaba situada en la Hacienda de Don Diego de Rojas. Está ubicada en la calle Libertad 260, frente a la plaza.  
  • 1824: bajo el gobierno de Monseñor José Santiago Zorrilla, Obispo de Santiago, se funda la Parroquia del Curato de Limarí (Tuquí bajo). 
  • 1831: se funda la ciudad de Ovalle y en ello tiene su influjo la antigua Capilla. 
  • 1847: 8 de octubre, un gran terremoto sacude la ciudad, convirtiendo en escombros la antigua capilla, quedando en pie sólo la puerta mayor. El 4 de noviembre, los vecinos reunidos con el Gobernador, deciden construir un nuevo Templo. 
  • 1849: 4 de noviembre, es colocada la primera piedra, que es bendecida por Monseñor José de la Sierra, primer obispo de La Serena. 
  • 1870: se finaliza la obra, habilitando la sacristía, el altar mayor, el púlpito, el coro y el campanario.
  • 1873: es inaugurada y bendecida. La torre de madera, de dos cuerpos y un cono, mide 48 Mts de altura. Su reloj es obsequio de don Rafael Errázuriz Urmeneta, en funcionamiento desde el año 1888, y que es exhibido en París, Francia, el año 1855. El Altar es de madera de pino imitación mármol de estilo barroco americano. En él se encuentran las imágenes religiosas de san Vicente Ferrer, Patrono de la Parroquia, la Virgen del Carmen, Patrona de Chile y, en la parte alta, al centro, dos ángeles escoltando a Cristo crucificado. Las campanas son fundidas en Valparaíso en 1877. 
  • 1997: 14 de octubre, el templo sufre, nuevamente, un deterioro producto de un movimiento telúrico que azota la región. Es restaurado completamente con aportes de la Fundación Enna Craig de Luksic y entregado a los Ovallinos, el 12 de mayo de 2002.

viernes, 15 de febrero de 2008

EMBALSE COGOTÍ

Fue construido en la confluencia de los ríos Pama y Cogotí en el año 1939, el muro fue construido de rocas con una pared de concreto. Cubre una superficie de 850 hectáreas y tiene una capacidad de 150 millones de metros cúbicos. Se usa principalmente para riego y abastece de agua a una gran cantidad de cultivos al sur del Valle Limarí.

EMBALSE RECOLETA

Ubicado a 18 km al noroeste de la ciudad de Ovalle.
Su construcción comienza en el año 1929 y finaliza en el año 1934, aunque el canal de distribución se termina sólo en el año 1947. 
Es el cuarto de mayor capacidad en la región detrás de La Paloma, Puclaro y Cogotí.
Es de vital importancia agrícola para sectores como Talhuén, Cerrillos de Tamaya o Quebrada Seca. De él derivan 350 km de canales que permiten el riego a 700 asociados.
Estando a su máxima capacidad alcanza los 97 millones de m3 y su espejo de agua cubre una superficie de 550 hs. 
Posee dos fuentes de abastecimiento: La Quebrada de Higuerillas y el Rio Hurtado. Su largo hacia la primera es de 5,2 km y hacia el segundo es de 3,3 km, sobre los terrenos donde, antiguamente, estuvo emplazado el pueblo de La Recoleta, por el que lleva su nombre.
Es construido con tierra expresamente seleccionada en su parte central y cubierta de piedras, tierra y un sólido enrocado. 
La base del muro posee 246 m, una altura de 60 y 10 m de ancho en su coronamiento por donde pasa la Ruta D–595. De lado a lado, tiene una longitud de 825 m.
El macizo o terraplén alcanza a 1.450.000 m3.
El vertedero es producido por el rebalse natural cuando el Embalse llega a su máxima capacidad, conduciendo el agua hasta el cauce del Rio Hurtado aguas abajo.

EMBALSE LA PALOMA


Ubicado en la comuna de Monte Patria, Región de Coquimbo, 21 km al sureste de Ovalle. 
Está emplazado en la confluencia de los Ríos Grande y Huatulame. Cota máxima de agua 411,4 msnm.
Tiene una capacidad de 750 millones de m3 y una superficie de 3.000 hectáreas.
El muro es construido, principalmente, de grava y cubierto de una pared de concreto de 910 m de largo por 80 m de alto.
En su categoría, es el segundo Embalse más grande de Sudamérica, por ende, su tamaño lo convierte en el cuerpo de agua más grande de Chile. 
Es construido por un consorcio norteamericano. La maquinaria pesada es desembarcada por sus propios medios desde barcazas en la playa de Tongoy.
Se comienza a construir en el año 1959, es terminado en 1965, puesto al servicio en 1969 y se llena en 1974.
En sus aguas se practica Windsurf y pesca deportiva de pejerreyes.
Al término de las obras, ante la imposibilidad administrativa de dejar la maquinaria en Chile, y no siendo rentable llevarlas de regreso; optan por hundirlas en el mar. 

miércoles, 6 de febrero de 2008

QUEMA DE JUDAS

Fiesta popular que se realiza en Semana Santa, específicamente el domingo de Resurrección, recordando al apóstol Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús por unas monedas. 
En nuestra zona, se ha conservado en el pintoresco pueblo de Carén; aunque también es propia de Iquique, Valparaíso, Quillota, Alto Jahuel y Alhué. 
En otros países como México, Paraguay, Venezuela y Perú, la realizan desde mediados del siglo pasado, con similares características.
La quema de Judas no tiene raíz dogmática; sólo se sustenta en palabras del Evangelio de Marcos, quien relata que, luego de entregar a Jesús, se arrepiente y pide hablar con los sacerdotes para devolverles las 30 monedas de plata obtenidas por su traición. Tras serle rechazada su petición, arroja violentamente el dinero frente al templo y corre a poner fin a sus atribulados días colgándose de un árbol.
Para recordar este hecho, se prepara un muñeco del tamaño de un hombre, relleno de material combustible, algunos cuetes y monedas. Se cuelga del cuello y es quemada en una ceremonia frente a la comunidad. 
Especial participación tienen los niños, quienes asisten atraídos por las monedas que puedan recoger.
Antes de proceder a quemar a Judas, se lee un dictamen, discurso, generalmente hecho por el fabricante del famoso muñeco judaico, en el que se describen, una a una, las faltas que hayan cometido los parroquianos en el curso del año, de las cuales se culpa al pobre Judas y se lo sentencia a morir incinerado.
La enumeración de los pecados, es algo más o menos así:

- Judas, chismoso, por haber armado cahuines contra la honra de la Rosita y nunca se te ha visto por el confesionario para siquiera impresionar con tu arrepentimiento.
- Beodo, por haber llegado borracho a la casa y haberte gastado toda la plata del suple en la cantina, donde estuviste tres días tomando; vergüenza debería darte…!
- Ladrón, te quedaste con la plata de la tesorería del club deportivo, viajaste al norte solo para ir donde las niñas malas.
- Patán, le fuiste infiel a tu mujer con la Civila.
- Mal hombre, no reconociste a ese hijo que era tuyo.
- Maldito, le hiciste un “tabacazo” a tu compadre y casi lo mataste.
- Aprovechador, te quedaste con la barreta que te había prestado el finao Julio.
- Por haberte hecho el leso y no ir a ayudar en la trilla de Ño’Benja.
- Egoísta, no le prestaste el caballo al Ladislao.
- Sicario: ¿Por qué le mataste el gallo de la pasión de Ña’Rosario?
- Manilargo, por haberle robado las tunas a Ño’Pedro.
- Por querer dártelas de buen profesor y haber usado tu cargo para enamorar a la tía de tu alumno.
- Asesino, vos fuiste quien envenenó al perro de Ño’Wenceslao.
- Abusivo, desviaste el agua para tu hijuela, dejando a todos con las melgas secas. Eso no se hace, puh gancho…!
- Por todas tus fechorías, debes morir quemado, porque eso es lo que merecen los tarambanas como vos. La sentencia está dictada. Muere. Maldito Judas.

Lo más hilarante, es que todas las personas del pueblo conocen los pecados y los pecadores, porque son “vox populi”; por lo tanto, al escucharlas, las carcajadas son generales y los aplausos cerrados. 
Al comenzar quemarse el muñeco y el fuego llegar al estómago, donde se han colocado las monedas y los petardos, éstos hacen explosión, lanzando las chauchas lejos, con los gritos de los presentes y los niños corriendo por agarrar una caliente y tiznada moneda. 
Luego, todos para la casa, pasados a humo y con el comentario de los pecados que se había llevado Judas.
Una tradición que tiene mucho de sabiduría rural.

RADIOTEATROS


Mucho antes que nos convirtiéramos en patéticos tele maníacos; nuestra entretención por las noches, era pegarnos como murciélagos a un viejo aparato de radio con tubos, generalmente de madera prolijamente barnizada, con unos tremendos botones sintonizadores blancos, para escuchar los radioteatros.
“Residencial la Pichanga”, con las divertidas intrigas del ambiente futbolístico; “Hogar dulce hogar”, con la magazinesca vida de la pensión de don Cele, y “Radiotanda”, con la genial Desideria, eran, al menos, los programas que nos permitían escuchar, porque, de “Los ofensores”, “El doctor Mortis” y “Lo que cuenta el viento”, ni hablar, ya que, luego de escucharlos, era seguro que nos hacíamos pipí en la cama o teníamos pesadillas; por lo tanto… no insista, mijito… se me va a acostar no más, el perla, mírenló…
Sin ninguna duda era una manera muy efectiva para desarrollar la imaginación, porque, cuando nos permitían escuchar los programas de ultratumba, temblábabamos con la voz pastosa del relator, la música de suspenso, el ruido de oxidadas bisagras que chirriaban cuando se abría un ataúd, el aullido de lobos hambrientos, un galope solitario y el silbido del viento en medio de la noche, todo rematado por la carcajada espeluznante del satánico protagonista, por supuesto que nos cagábamos de miedo. Nuestros padres tenían razón, luego no podíamos dormir, porque nos imaginábamos que en la cama nos estarían esperando los monstruos y esperpentos que salían de la radio.
Para llenar las tardes, estaban las radionovelas, (una de las clásicas fue “Simplemente María”), que provocaban lagrimones y siempre eran el comentario en el negocio de la esquina. No había persona en el barrio que no estuviera enterada de lo que estaba sucediendo, día a día, con la bendita novela., cuyos libretos no variaban, porque, entre los personajes siempre había: una atribulada madre soltera que sufría lo indecible con patrones explotadores, que había sido vilmente engañada por un patán, tampoco faltaba un hijo perdido, una bataclana incorregible, una ciega o inválida, que chantajeaba emocionalmente a todos los personajes aprovechándose de su condición y también la “mala”, odiada por todos y que siempre terminaba mal. 
Los ricos siempre se peleaban por la fortuna de la familia, deseando, ansiosos, la muerte de la matriarca, para saber pronto quienes serían los herederos. 
Los pobres vivían en hospitales sufriendo enfermedades incurables y otros en la cárcel pagando culpas de otros, tardando todos los capítulos en demostrar su inocencia. Jueces y Policías corruptos, monjas metiches, domésticas abnegadas, patrones vividores y romances no aceptados fueron siempre parte de estos melodramas mezclados con el refrescante ingrediente del humor; algo que no ha cambiado mucho en las telenovelas actuales, cuyos libretos continúan en un mundo bipolar, con personajes buenos y malos, ricos y pobres, y con desenlaces predecibles: los malos pierden, los buenos ganan y triunfa el amor.
“Llega radiotanda, si Señor, llega la audición, el buen humor, todo el que la escucha, si Señor, ríe a carcajadas, oh, oh, oh …”…algo más o menos así, era el gingle con que se iniciaban las transmisiones diarias del popular programa que tenía como protagonista a la Desideria, la recordada actriz Anita González, una comediante como ninguna, con la genialidad de salirse, muchas veces, del libreto de manera natural, adecuada e hilarante, con la talla justa, en el momento preciso. Eran chistes frescos, de humor blanco que encantaba a todos.
La radio nos sumía en la intimidad casera, en un mundo puertas adentro, nos hacía interactuar como familia, tal como cuando rodeábamos un bracero en los tiempos de invierno, buscando calor mirándonos las caras, oliendo el aroma a eucalipto y, de vez en cuando, a azúcar quemada, que mi abuela le tiraba a las brasas, para espantar los malos espíritus, decía.
Es oportuno recordar, homenajear y agradecer a tantos actores que nos hicieron reír, llorar, asustarnos y darnos temas de conversación por muchos años: Anita González, Sergio Silva, Eduardo de Calixto, Jorge Romero “Firulete”, Arturo Moya Grau y tantos otros, que con geniales interpretaciones de personajes que dejaron grabados en nuestra memoria: La Desideria, Don Celedonio, El Pollito, El Tereso(zaz), el Gabito Serena, el Indio Malo, la Pelá, La Ronca, el Chaguito Morning y cada uno se recordará de los otros para completar su propia lista.


Eran otros tiempos.