...

...
Rey de Socos

martes, 15 de diciembre de 2009

CACHUREOS


¿En qué fatídico momento un objeto pasa de ser algo útil a denominarse “cachureo”?  No tengo idea; pero de lo que sí estoy cierto, es que en cualquier casa que se respete “debe” existir el indispensable cuarto de los cachureos, (en algunos países lo llaman cuarto de los trastos) adonde van a parar miles y miles de porquerías que fueron usadas, las que se utilizan de vez en cuando y las que no le servirán nunca a nadie por los siglos de los siglos.
En una casa-casa es posible contar con ese espacio en el fondo del patio (no así en los departamentos caja de fósforo que habitamos los diaguitas inmigrantes) en el que se comienza por ubicar allí el planchador y, además, se guardan: la aspiradora, la estufa, la máquina de coser de la abuela, las escobas, los traperos y de un cuanto hay.
Hasta que el asuntito se transforma en un desorden de bolsas de plástico reciclado llenas de cachivaches, cajas de diferentes tamaños, floreros y demás, que no hallamos dónde cresta meter.

Entonces, un buen día, decidimos construir un mueble con repisas para ordenar esa anarquía y ubicar: el pesebre, el árbol gringo de navidad con todas sus chucherías, los juegos de luces que emiten esas melodías inaudibles, el ventilador de pie, la plancha seca, libros viejos, jarrones del año ñauca, los frascos y botellas vacías, trabajos manuales y los camiones tolva del nene, muñecas y ositos de peluche de la nena, el cajón de herramientas del rey de la casa y el moisés que utilizó la última guagua de la familia.
Nunca falta que un miembro del clan familiar sea el más cachurero, ese que siempre recoge cualquier pita, hilo, lana, caucho, cáñamo, o cinta de regalo, y comienza a fabricar una enorme pelota y la saca cuando hay que atar un paquete. Para qué decir de los papeles de envolver, guardan hasta el celofán en el que envuelven las flores compradas en algún semáforo.
Cuento aparte es el cachurero que guarda los envases de cualquier artículo, porque no botan ni la espuma plástica en la que vienen envueltos los artículos electrónicos. Estos personajes llenan la casa de huevadas que tienen la denominación de porquerías: guardan corchos, palos de helado y la cabeza de una Barbie.
Los que vivimos en departamento tenemos el tema resuelto, porque no existe el bendito cuarto o porque, sencillamente, no hay espacio para guardar botellas, frascos y potes de mantequilla, casata o cajas en las que venía una torta, por lo tanto, mandamos todo eso directamente a la basura, porque allí pertenecen. 

Y es cierto, algunas cosas que se guardan en la pieza de los cachureos tienen, definitivamente, calidad de basura, pero permanecen allí eternamente, porque alguien por ahí dice: nunca se sabe cuando algo puede ser de utilidad…el que guarda, siempre tiene.
Hay objetos que jamás se botan: la vieja guitarra con la que todos en la familia aprendimos a tocar, el acordeón del abuelo, el triciclo en el que todos nos sacamos la cresta cuando éramos chicos, la desvencijada bicicleta, la colección de long play del tío setentero, la pelela enlozada y la bandeja de mimbre, para que el enfermo de turno se alimente en la cama.
Los cachureos no se pueden eliminar de la casa, porque esos baúles decrépitos contienen cosas que fueron importantes para alguien, forman parte de la tradición de la familia y no se puede seguir viviendo sin los recuerdos: ¿Cómo podemos ser tan desalmados y deshacernos de la vieja silla mecedora de la abuela, de la Manena, esa muñeca de loza con la que jugaba nuestra hermana y de los soldaditos de plomo que tenemos guardados en una caja metálica de zapatos Calpany? Eso sería tirar por la borda años de historia, porque esos objetos han formado parte de nuestra vida y serán siempre tema de conversación, cada vez que buscamos el guatero y nos encontramos con el paraguas de papel que usó la Chira cuando se disfrazó de japonesa en la fiesta del Liceo de Niñas.
El problema se suscita cuando se nos ocurre cambiarnos de casa: ¿Qué nos llevamos? ¿Qué botamos? Difícil encrucijada. 

Al final partimos con todas esas cosas, porque no tenemos coraje de tirarlas, regalarlas o venderlas. Ser cachureros forma parte de nuestra cultura. 
En otros países, la gente bota de todo…si no me creen, vayan alguna vez a pasar el año nuevo a Italia…esa noche, luego de darse mutuamente abrazos y besos dobles, los italianos tiran por la ventana todos los trastos viejos, hasta los muebles, que los chilenos tenemos en calidad de tesoros en el cuarto de los cachureos.