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Rey de Socos

lunes, 22 de agosto de 2011

VALLE DEL ENCANTO (I)




Museo al aire libre, ubicado en la región de Coquimbo, Chile, distante a 24 km. de Ovalle, a 438 km. de Santiago y 112 km. de La Serena.
Se emplaza en el margen sur del río Limarí, al interior de una quebrada regada por el estero Punitaqui, en donde se pueden observar vestigios arqueológicos milenarios como: petroglifos, pictografías y piedras tacitas o morteros.
Fue descubierto en el año 1949 y declarado Monumento Histórico Nacional, en categoría Arqueológica, el 5 de febrero de 1973.
La denominación “Valle del encanto” es un nombre de fantasía impuesto por Julio Brossaín C., un ovallino soñador de la segunda mitad del siglo XX, quien se enamoró del bucólico paisaje y sus misteriosas expresiones artísticas, proponiéndose proteger, investigar e iluminar su desconocida existencia.
Recorrer este Parque Arqueológico es retroceder en el tiempo y el espacio, y al contemplar la variedad de Arte Rupestre, tallado bajo relieve sobre roca firme, es posible imaginar el estilo de vida de sus habitantes, su trabajo agrícola y ganadero y sus ceremoniales sagrados. 
Era un lugar donde concurrían cazadores y pastores, atraídos por sus excelentes condiciones climáticas y, fundamentalmente, por la existencia permanente de agua en la quebrada, incluso en años de sequía.
En la superficie de las grandes rocas se pueden observar petroglifos de variados tamaños, cuyo principal elemento decorativo es la figura humana estilizada, en especial, las cabezas-tiara: representaciones de contorno circular o cuadrangular de rostros provistos de grandes atavíos cefálicos, que han sido interpretados como máscaras. Los rasgos faciales se señalan con círculos; los ojos, nariz y cejas con líneas y la boca, sencillamente, no se dibuja. 
La presencia de dibujos de la fauna local es escasa. 
Este conjunto de elementos ha permitido a los Arqueólogos definir a este género de Arte Rupestre como: "Estilo Limarí".
Estudios e investigaciones posteriores han permitido determinar que fue habitado hace casi 4.000 años, por distintas poblaciones y grupos de cazadores y recolectores de cierta tradición costera, entre las que se destacan las culturas Molle y Diaguita, con fuerte influencia Incaica.
Las pictografías no son muy numerosas y, notoriamente, abunda el color rojo. Presentan una temática geométrica de líneas onduladas o quebradas, desvinculadas de las figuras antropomorfas de los petroglifos.
Existe una gran cantidad de rocas con perforaciones, llamadas tacitas o morteros, las que, se cree, fueron utilizadas para machacar alimentos, preparar pinturas y contener sangre de animales en sacrificios rituales chamánicos. Existen en gran variedad y se presentan en tres tipos: cupuliforme, elipsoides y cuadrangulares. Tienen un diámetro que varía entre 10 y 15 centímetros y la profundidad de la excavación oscila entre 4 y 8 cms. Por su ubicación se cree que son contemporáneas a los petroglifos y pictografías. Respecto de los estilos representados, los expertos señalan que están estrechamente vinculados a la actividad mágico religiosa. Se observan expresiones rituales, asociaciones espaciales y peticiones de ayuda sobrenatural, de manera especial para las actividades agrícolas y ganaderas.

viernes, 5 de agosto de 2011

MISA DE HOMBRES



El Palqui es un soleado, verde y generoso valle, perteneciente a la Comuna de Monte Patria, distante a 55 Km. de Ovalle, a una altura de 1.978 msnm. 
La localidad cuenta con, aproximadamente, 6.175 habitantes (censo 2017), y posee excepcionales condiciones climáticas que permiten cultivar primores y frutales de óptima calidad.
Otrora famoso por ser tierra de tomates, melones y sandías, el pueblo original, de una sola calle, hasta fines de los 60’s, tenía su Estación de Ferrocarriles, Escuela, Posta, Retén de Carabineros y Parroquia.
La zona es de escasas precipitaciones anuales y sufre largos periodos de sequía. 
Estos nefastos avatares de la naturaleza, que perjudican la agricultura, obligaron a las autoridades a tomar la decisión de construir el Embalse “La Paloma”, inaugurado en el año 1969, dejando a este pintoresco pueblo bajo las aguas. 
Sus habitantes debieron emigrar a una nueva población, a unos tres kilómetros hacia los faldeos. En pocos años, alfombraron los cerros de verde, transformándolos en una fecunda tierra de uvas, paltas y mandarinas.
Los Palquinos o “Corteses” (por la abundancia del apellido Cortés entre los lugareños) son mayoritariamente católicos y devotos de su Patrona, la Virgen del Tránsito, una imagen de la Madre de Jesús elevando los brazos al cielo, que llega a la comarca a principios del siglo XX, donada por don Samuel Jofré, quien la trajo, desde La Serena, a lomo de mula.
El primer Templo data del año 1880, construido de adobe (mezcla de barro y paja) acostado, muy típico de la zona, que fue destruido por un terremoto el 5 de abril de 1943; pero, estos esforzados campesinos, al año siguiente, ya habían levantado una nueva Capilla.
En el año 1945 llega, a este cautivador paisaje, un nuevo Párroco: el Padre Oscar Messina, quien, al desarrollar su labor pastoral, nunca ve la participación de los hombres. 
Al preguntar a los machos por qué no asistían a los oficios, la respuesta fue: “La Iglesia, padrecito, es para mujeres”, además, argumentaron que las ocupaciones del campo les impedían ir a Misa a la hora que ésta se celebraba. Entonces, el Religioso les propuso realizar una Eucaristía exclusivamente para ellos y que fuera de madrugada, para que no tuvieran la excusa de ir a ocuparse de sus sembrados. Se decidió que a las cinco de la mañana sería la hora apropiada.
Es así como el 15 de agosto de 1947, fiesta de la Asunción de María, nace esta original tradición de la Misa de Hombres, fenómeno único en el país. 
A ella acuden, todos los años, llueve o truene, hasta con dos o más grados bajo cero, un promedio de seiscientos varones Palquinos: abuelos, padres, hijos y nietos, acicalados con su mejor tenida. 
En el año 1950 se formó un coro masculino, que hasta el día de hoy, con los obvios recambios, no ha dejado de animar la liturgia. En el momento de presentar ofrendas, junto con el pan y el vino, llevan al altar productos de su generosa tierra.
En los inicios, el Cura Párroco, hablándoles de hombre a hombre, desde el púlpito les reprendía por su adicción al alcohol, sus irresponsabilidades con la familia y por las frecuentes riñas entre vecinos. 
Con el tiempo, esos sermones fueron reemplazados por peticiones a Dios y a la Virgen para que lloviera en tiempos de sequía o para dar gracias por los beneficios recibidos, cuando las precipitaciones habían sido abundantes para el regadío.
Desde hace algunos años, la organización de la Misa, que en la actualidad se realiza a las siete de la mañana, es de responsabilidad de los miembros del baile religioso local “Estrella del Tránsito”, quienes prevén los detalles de la Eucaristía, hasta del desayuno que se comparte posteriormente en el local del Cuerpo de Bomberos, al que se invita a todos los madrugadores.
Una original manifestación de la fe de un pueblo, que se ha ido transmitiendo de padres a hijos y continuará manteniéndose en el tiempo, porque los varones Palquinos tomaron conciencia que la Iglesia no es sólo para mujeres y que Jesús eligió a doce hombres para que fueran sus apóstoles.

lunes, 1 de agosto de 2011

SUPLEMENTERO

Un pintoresco personaje extremadamente madrugador, desmedido gritón, y literalmente callejero.
En nuestro país, la distribución de Diarios en la vía pública se comienza a desarrollar a fines del siglo XIX. Anteriormente, los matutinos sólo se podían adquirir en Imprentas, Librerías y Boticas.
Durante la Guerra del Pacífico, el Periódico “La Patria” editó un inserto al que llamaron “Suplemento”. 

El primero apareció con motivo del Combate Naval de Iquique, el 25 de mayo de 1879 (cuatro días después de los hechos). Con esa fecha nació el nombre y el sacrificado oficio de los vendedores ambulantes de Periódicos: Los Suplementeros.
Los protagonistas de esta nueva modalidad fueron niños de origen humilde, quienes, por un exiguo porcentaje de las ventas, se lanzaron presurosos a las calles, plazas y avenidas, gritando el nombre de los Periódicos o la noticia más impactante del día (el morbo siempre vendió, vende y venderá).
Tal como el Lechero, el Afilador de cuchillos, el Manicero, el Organillero, el Lustrabotas, el Heladero y otros tradicionales personajes en vías de extinción, estos mocosos comenzaron a ganar espacio en la cotidianeidad urbana, sumando sus gritos pelados al concierto de pregones, silbidos y pitazos emitidos por los otros. Su característica más notoria era la prisa con la que corrían, a “pata pelá”, cruzando imprudentemente las calles, subiendo a los trenes y bajando de los micros en movimiento.
Luego de algunas décadas, los muchachitos crecieron, pero continuaron levantándose temprano y siguieron firmes en el oficio. 

Posteriormente fueron fundados más Periódicos, aparecieron nuevas Revistas y diversas publicaciones, por lo que la figura de estos vendedores callejeros se hizo imprescindible y se sumaron muchos otros adultos; la gran mayoría hombres, pero también se unieron a este esforzado Gremio un considerable porcentaje de valientes, sagaces y enérgicas mujeres que han heredado el oficio de sus padres o abuelos.
Trabajan de lunes a lunes, comenzando muy de madrugada, cuando la ciudad todavía duerme. En el invierno, cuando aún no aclara, con lluvia, frío o nieve, con un cigarrito o un café, hacen fila en las Agencias distribuidoras, para retirar los Diarios y hacer luego el “armado”: insertar suplementos, revistas o encartes publicitarios, y luego partir presurosos, a pie, en bicicleta o en un triciclo. 

Algunos tienen clientes fijos y parte de los ejemplares son comercializados “al paso”, se instalan en paraderos de la locomoción colectiva, semáforos o alguna transitada esquina. Se desplazan de carreritas y se detienen sólo para entregar el diario, recibir el pago y dar el vuelto. Para ellos no existen horarios, feriados, fines de semana ni mucho menos las vacaciones.
Se destacan por su buen humor, sonrisa ancha y voz potente; los ha habido de originales nombres y creativos apodos, de voces graves y agudas, con entonaciones propias al vocear el Diario alargando las vocales o cambiando algunas (por ej.: ¡Mercuuuuuurio! ¡Segundeeeeee!)
Al modernizarse la ciudad, aumentar la oferta y la demanda de Periódicos, se establecen en Kioscos, como trabajadores independientes, en donde, además de ofrecer Diarios, Revistas, Folletos, Fascículos, Álbumes y otros impresos análogos, comercializan caramelos, cigarrillos, bebidas, tarjetas telefónicas y cargan encendedores (algunos venden hasta pancito amasado). 

Desempeñan una labor social voluntaria, colaborando con el público al proporcionar, desinteresadamente, informaciones turísticas, orientando a los que buscan una determinada calle o, a veces, cuidando una guagua, una maleta o una mascota, mientras las personas hacen algún trámite.
Son los que más sufren en protestas, marchas o huelgas, llorando a moco tendido con los gases lacrimógenos o perdiendo su mercadería al ser mojada por el “Guanaco”.
Un sincero homenaje a todos los Suplementeros del país que, a duras penas, sobreviven, pese a las enemigas Suscripciones (nueva estrategia comercial de los Editores actuales) y a los diarios de distribución gratuita. 

Yo me quedo con mi Kiosco, con trato personalizado: me saludan por mi nombre, cada día me alegran la mañana con una buena talla y me dan fuego para encender un puchito.

Dedicado, cariñosamente, a la memoria del recordado Suplementero CHAPLÍN, de mi querida ciudad de Ovalle, quien, durante los años 1960-1971, gritó por las calles los titulares de los principales diarios de la capital y los locales “La Provincia” y “El Limarí”, siempre alegre, cantaba, bailaba, haciendo reír a todos.