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Rey de Socos

sábado, 25 de septiembre de 2010

VEGETARIANOS

Queridos vegetarianos...si ustedes tratan de salvar a los animales, ¿por qué se comen su comida?

Suelo ser bastante tolerante con las personas que tienen  particulares preferencias gastronómicas. Nunca hice dramas en aceptar que uno de mis amigos, el pelao González, se convirtiera en un piadoso, observante y agringado Mormón y no aceptara, nunca más, una invitación a tomarnos un café en el Haití.  Sencillamente lo respeto, con tal que no me prive de continuar disfrutando mi escandalosa condición de “cafeinómano”.
El tema que me preocupa ahora es que algunos de mis amigos, se han ido convirtiendo, gradualmente, en vegetarianos. No diría nada y me quedaría piola, como lo he hecho con el pelao González, quien sigue siendo mi entrañable amigo y acepto que no tome café; pero mis amigos vegetarianos ponen a prueba mi sistema nervioso, mi estabilidad psicológica y la amistad que nos une. 
Cada vez que nos reunimos, durante el tiempo que transcurre un almuerzo o cena, me mortifican con argumentos traumatizantes:

- ¿Sabes que ese pollo fue torturado antes de morir?,
- ¿Te das cuenta que te estás comiendo a una criatura que fue madre, hija o hermana de alguien?,
- ¿Tienes el mínimo conocimiento sobre la alimentación que tuvo ese cerdo?
- ¿Te has hecho un chequeo para que te midan el nivel de colesterol?
- ¿Sabes cuántos días se demora el estómago en digerir la carne?...

Los vegetarianos son un selecto grupo de congéneres con un régimen alimenticio que tiene como principio la abstención de comer cualquier criatura que en vida haya balado, mugido o piado y se alimentan sólo de “productos vivos”, (los carnívoros, dicen ellos, nos alimentamos de cadáveres) como: cereales, legumbres, frutas, verduras y seleccionados productos lácteos. 
Los motivos que aducen para justificar su dieta varían: algunos se abstienen de ingerir carne por consideraciones de salud, otros lo hacen por conciencia ecológica, por razones éticas y, menos mal que estoy lejos de los que obedecen a convicciones de carácter religioso, porque no tengo ningún amigo hare krishna, budista o hindú.
En nuestra común, silvestre y carnívora sociedad es bien complicado compartir con estos especiales seres humanos, primero, porque nadie, en una casa, está preparado para recibir a un vegetariano. Cuando tenemos una fiesta, hay que preocuparse de ellos y pensar en cocinar algas, semillas y huevos puestos por gallinas “casadas y felices” (no comen huevos de criadero). 
No soportan el perfume que emite un kilo de chorizos rojos en la parrilla y hay que decirles que entren a la casa, mejor. 
Preguntan si hay pan integral o sin gluten, (y el 99% de los presentes en el asado ni tiene idea lo que es el bendito gluten). 
No aceptan un consomé de ave, porque el pobre pollo hirvió como media hora en ese líquido, por lo tanto, la sopa le transmite a uno el trauma del pajarraco mientras se cocinaba. 
Insisten en comer productos crudos o, levemente tibios, porque la cocción les elimina las enzimas. Algunos sólo consumen comidas orgánicas, o sea, aquellos alimentos, en general vegetales y frutas que en ninguna etapa de su producción hayan intervenido fertilizantes, herbicidas o pesticidas químicos, así como tampoco en los suelos y que hayan sido cultivados por personas buena onda, que un campesino amargado no haya regado las lechugas, porque les transmite las malas vibras a las hortalizas. 
Otro cuento es el de los que se alimentan sólo de frutas que hayan caído por efecto de gravedad al suelo, porque las que han sido arrancadas de la mata vienen con un trauma psicológico. 
Por nada del mundo consumen alimentos enlatados (por el asunto de los preservantes) y no le ponen mantequilla al pan, porque es de origen animal y la vaca estaba estresada cuando la ordeñaron (o puede ser una vaca loca). 
No les podemos ofrecer miel, porque las abejas, en su ir y venir de flor en flor buscando el polen, han perdido el sentido de la orientación, la personalidad y han transgredido las normas de tránsito aéreo; por lo tanto el producto ha sido mal elaborado, despersonalizado y viene con un parte de la Dirección de Aeronáutica.
El objetivo de mis pálidos amigos vegetarianos (porque todos están blancos como muertos vivientes) es optar por una vida sana, el bienestar y la pureza, pero también la armonización entre el cuerpo y el espíritu. Lo que acepto absolutamente. 
Lo que no admito es que con su opción, me provoquen un drama existencial, un cargo de conciencia espantoso y me hagan sentir como un troglodita carnívoro inmoral, cruel y asesino, sencillamente por estar devorando, con una sonrisa de caníbal, un abundante, reparador y jugoso lomo a lo pobre. Así no se puede vivir. Definitivamente no. Me declaro “Vegetafóbico”.