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Rey de Socos

domingo, 24 de octubre de 2010

AMARILLISMO

La expresión “Prensa amarilla” fue utilizada por primera vez por los directivos del diario “New York Press”, en el siglo XIX, debido a una pelotera entre los periódicos gringos “New York World” y “New York Journal”, que se descalificaban mutuamente por el primer comics impreso en color y de tirada masiva en USA, en la que el personaje principal era un cabro sucio, calvo y descalzo, llamado “Yellow kid”, que se comunicaba mediante satíricos textos escritos en su túnica amarilla.
“We called them yellow because they are yellow” fue la frase, intraducible al castellano, es un juego de palabras, porque yellow, además de referir al color, en Inglés significa cobarde y cruel.
Lo que pretendían decir, los del “New York Press”, era que estos diarios eran sensacionalistas, privilegiando informaciones e imágenes en las que abundaban los accidentes, la sangre, los crímenes, el adulterio, los escándalos políticos y enredos de sábanas y colchones de los artistas de cine y del espectáculo en general.
Y desde aquellos años, 1895 y 1898, el amarillismo no se ha detenido, al contrario, ha crecido como una bola de nieve rodando y han proliferado, internacionalmente, medios impresos y programas de televisión dedicados, exclusivamente, al cahuín, el pelambre y a ventilar los trapitos sucios de personas, que por alguna u otra razón, salen del anonimato y se convierten en “celebridades”.
Los comunicadores han dejando de lado el código deontológico: el respeto a la verdad, investigar los hechos, perseguir la objetividad, contrastar datos, diferenciar con claridad entre información y opinión, respeto a la presunción de inocencia y rectificación de las informaciones erróneas. Tienen otras motivaciones. 
Con la idea fija de una exitosa rentabilidad o subir el rating del medio en el que trabajan, recurren a lo más fácil, barato y asqueroso: el morbo. Invocando el interés del público, porque ellos, interpretan, perfectamente, lo que nos interesa, (tal como los políticos, que nos repiten: “sabemos de sus necesidades”… que después no hagan nada al respecto, es otro cuento, pero, en una campaña electoral, suena bonitoy la utilidad social, nos entregan, a diario, testimonios de sicarios, traficantes, mujeres maltratadas, violadas, imágenes de víctimas de guerras, accidentes o catástrofes naturales o entrevistas a familiares que acaban de sufrir la pérdida de un ser querido, si lloran en pantalla, tanto mejor. Todo en nombre de la audiencia. Porque el morbo, considerado una patología social, “vende”, y, como afirman algunos sociólogos, es por la necesidad inherente que tenemos los seres humanos de alimentarlo y… siempre queremos más.
Inescrupulosamente, los medios, convierten la información en mercancía, se jactan de la “exclusividad” (fíjese bien ¿ah?...fuimos los primeros) y comercializan, por una obscena cantidad de dinero, la dignidad de las personas en un fatuo programa estelar de domingo. No importa la carga psicológica que tenga encima el entrevistado, en tanto que, con su testimonio, tenga a la gente con el poto pegado al sillón, para que los productos publicitados en la pausa comercial, generen suculentos ingresos económicos para sus emisores. 
Poco o nada interesa si al hacer pública cierta información se está dañando la reputación de la persona, la vida de su familia o hiriendo susceptibilidades. Sólo importa la audiencia, el rating, y las ganancias que conlleva todo ello. 
Se invade la privacidad de los protagonistas de la noticia y hasta irrumpen en una propiedad privada, para conseguir, en lo posible, una imagen comprometedora. Presionan a los entrevistados para que expresen algo fuerte contra alguien, una opinión que genere polémica y amerite un titular que deje a todos con la boca abierta.
Pero, si no hubiera demanda, la oferta moriría implacablemente. Es una pena constatar el éxito que tienen los “Talk y Reality shows” y que los gatuperios de la farándula criolla sean manejados por una gran mayoría, todos están informadísimos, para nadie pasan inadvertidas las nuevas tetas de silicona de alguna bailarina anoréxica, del enésimo novio de una modelo hueca y del último embrollo etílico de un cantante en decadencia.
Con el amarillismo, el periodismo ha caído, irremediablemente, al fondo del maloliente tarro de la basura mediática, perdiendo el norte de su misión fundamental en la sociedad: informar, educar y entretener.

(Interesante: El propietario del “New York World”, calificado de amarillista, fue quien creó, en 1892, la primera Escuela de Periodismo del mundo e instituyó los premios que llevan su nombre: Pulitzer)