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Rey de Socos

sábado, 1 de diciembre de 2012

LA CABELLERA

Desde tiempos remotos, el cabello del ser humano ha sido considerado como un elemento seductor
En la mitología griega, Afrodita, cubría su desnudez con su larga cabellera rubia; Ariana, enamoró, perdidamente, a Baco, con su abundante melena flotando al viento.
Para los griegos, cortarse el pelo como sacrificio a los dioses era una ofrenda suprema. Berenice consagró un bucle de sus cabellos a Afrodita, a fin de que su esposo Ptolomeo regresara vivo de la guerra de Siria. Las damas helenas consagraban mechones de sus cabellos a Asclepios, dios de la medicina, con el fin de obtener sanaciones milagrosas.
La Biblia, (Jc 13-16) relata la historia de Sansón, quien poseía una fuerza extraordinaria, que dependía del largo de sus cabellos.
Los musulmanes conservaban en sus cabezas un moño, desde donde Mahoma los tomaría para trasportarlos al paraíso. Los bonzos se afeitan la cabeza para manifestar su ascetismo.
Para los franceses, la cabellera, sinónimo de nobleza y potencia, representaba la distinción de la realeza, al no tenerla, el rey de Francia perdía su reinado. Los nobles del palacio podían destronar a un rey sólo afeitándole la cabeza y encerrándolo en un calabozo. Luis XIV, no se dejó amedrentar por el tema: su peluquero, le afeitaba la cabeza diariamente, en secreto, y le colocaba una voluminosa peluca rizada. 
A la reina María Antonieta, el pelo se le destiñó, súbitamente, cuando fue encerrada en la Bastilla, recuperando su color natural poco antes de subir al cadalso.
La cabellera es uno de los pocos temas en que judíos, musulmanes y cristianos están de acuerdo: los tres cultos ven el cabello como un elemento clave para la seducción, la lujuria y el pecado.
Las reglas monacales de los años 600 obligaban a los monjes a rasurar su cabeza, como símbolo de renuncia, sumisión y anular la posibilidad de ser atractivos. 
El Concilio de Constantinopla, del año 692, amenaza con excomunión a quienes rizaran o tiñeran sus cabellos.
En la actualidad, hombres y mujeres musulmanes, y, también los judíos ortodoxos, se cubren el pelo para no provocar tentaciones.
Para los indios de Norteamérica, los cabellos eran trofeos de guerra, por eso arrancaban el cuero cabelludo de sus víctimas.
Los romanos, por su parte, infligían la tonsura a los pueblos vencidos y, más recientemente, al final de la segunda guerra mundial, las mujeres acusadas de haber mantenido relaciones con el enemigo, eran rapadas, escupidas y humilladas en público. 
Julio César, por cierto, disimulaba su pelada con una corona de laureles.
Entre otros personajes célebres que sufrieron calvicie se encuentra la reina Nefertiti, quien padecía de alopecia (caída o pérdida del cabello) total y se la trataba con una mezcla de grasa de león, hipopótamo, cocodrilo, gato, serpiente y cabra montesca, receta que se encontró escrita en los papiros de Ebers. Lo mismo le sucedió a la reina Elizabeth I, de Inglaterra.
Sócrates se consolaba ante su pérdida de cabello, argumentando: “En los caminos transitados la hierba no crece”. 
Hypócrates, que también era calvo, estableció, hacia el año 400 a.C., una relación entre la alopecia y los problemas hemorroidales.
Existe una anécdota del Talmud que dice así: “Un hombre tenía dos esposas, una joven y la otra vieja; la joven quería arrancarle los cabellos blancos para que pareciera más joven y la vieja los oscuros para que pareciera mayor; y así, entre las dos, dejaron al hombre completamente calvo”.
En conclusión, no hay que perder la cabeza por los cabellos, pero hay que tratar de no perder los cabellos de la cabeza. Hoy existen, para consuelo de los pelados, diferentes tratamientos médicos o quirúrgicos que pueden tratar la calvicie con excelentes resultados.

jueves, 1 de noviembre de 2012

PARQUE NACIONAL FRAY JORGE

Reserva natural, ubicada en la Región de Coquimbo, Provincia del Limarí, a 45 km de Ovalle, a una altura promedio de 550 msnm, limitando al oeste, con el Océano Pacífico y al sur con el río Limarí, en el cordón de cerros de la cordillera de la costa “Altos de Talinay”. Ocupa una superficie de 9.959 hectáreas de vida silvestre.
Inusual prodigio, en una zona semidesértica con baja precipitación anual, originado por el aire marino, que, desplazado por el viento hacia los cerros, condensa la humedad en una neblina, (“camanchaca”), originando un micro clima, ideal para dar vida a una exuberante flora: olivillos, canelos, arrayanes, helechos, hiedras, guayacán, varilla brava, alcaparras, cactus y uvillo. También se encuentran maitenes, romeros, huiganes, papayos y, en primavera, brotan flores nativas: añañucas, azulillos, lirios y cebollines.
De la fauna existente, más del 50% son aves: perdices, codornices, loicas, tordos, diucas, picaflores, tencas, águilas y lechuzas. También se encuentra un 30% de artrópodos, un 10% de mamíferos, como el zorro culpeo y el Chungungo, y un 3% de anfibios y reptiles.
Su singular y extraordinaria belleza, lo convierten en un sitio ideal para extasiarse contemplando y fotografiando la naturaleza, disfrutar de un picnic, excursiones y cabalgatas.
1627: • Es descubierto por un Fraile de la Orden de los Franciscanos, de nombre Jorge, quien, buscando madera para la reconstrucción del campanario del Templo San Francisco, de La Serena, (ciudad que había sido destruida por un ataque de corsarios ingleses), se encuentra con este santuario de la naturaleza.
1941: • Es constituido Parque Nacional.
1977: • Es declarado, por la UNESCO, Reserva Mundial de la Biosfera, principalmente porque en él se desarrolla el bosque húmedo valdiviano, fenómeno excepcional en el norte chico del país.

lunes, 1 de octubre de 2012

OPCIONES, DECISIONES Y PREFERENCIAS

Agua con gas o sin gas
Alto o bajo
Ángel o demonio
Azúcar o sacarina
Blanco o negro
Calzón o calzoncillo
Cara o sello
Caro o barato
Casa o departamento
Cine o teatro
Comida o bebida
Crudo o cocido
De pie o sentado
Diurno o nocturno
Drama o comedia
Dulce o salado
Estudio o trabajo
Feo o bonito
Frente o perfil
Frito o al horno
Frío o calor
Grande o chico
Grecia o Roma
Grueso o delgado
Hablar o callar
Izquierda o derecha
La U o el Colo
Largo o corto
Lejos o cerca
Lento o rápido
Mar o tierra
Nacional o importado
Nortino o sureño
Nuevo o usado
Oral o escrito
Perro o gato
Pintura o escultura
Platea o galucha
Playa o piscina
Rubia o morena
Simple o cargado
Sol o luna
Té o café
Tinto o blanco
Tuto o pechuga
Urbano o rural
Vaina o pisco sour
Vegetariano o carnívoro
Ventana o pasillo
Verdad o mentira

sábado, 1 de septiembre de 2012

HIPPIES (I)


If you're going to San Francisco, be sure to wear some flowers in your hair…
Si vas a San Francisco, asegúrate de lucir algunas flores en tu cabello…

Así comienza un exitoso tema musical de los 60’s, compuesto por John Phillips (1935-2001), integrante del grupo “The Mamas and the Papas”, interpretado por Scott McKenzie (1939-2012), considerado un himno para una generación que escandalizó a la sociedad estadounidense, dejándose crecer el pelo y la barba, vistiendo ropa nativa americana, india o africana de colores desteñidos, pantalones floreados “pata de elefante” y calzando sandalias hasta en invierno.
Surgen como un movimiento contracultural, libertario y pacifista. 
Revalorizan las culturas ancestrales y abrazan el indigenismo, por eso es que se llenan de collares, cintillos y polleras largas. 
Producen un cambio en la música, el diseño, la gráfica y la postura frente a la vida, considerando que el sistema capitalista, el militarismo y la regulación estatal son, esencialmente, opresivos.
Defienden y protegen la flora y la fauna, lo que sintetizan con íconos de flores y aves. Se concentran en festivales al aire libre, escuchando, componiendo y cantando canciones con mensajes antibelicistas y ecológicos, rechazando el consumismo, la guerra de Vietnam en particular y el racismo.
Se alejan de las urbes viviendo en comunidades, en contacto con la naturaleza y circulan con sus desvencijados vehículos saturados de coloridos, originales y floridos diseños, en donde siempre destaca su símbolo de la paz: un círculo con una Y invertida, que representa la pata de un ave, que, en su origen, es interpretada como una postura pro-desarme nuclear.
Consumen marihuana, anfetaminas y alucinógenos como el LSD y otros estimulantes, con la finalidad de escapar de la cruda realidad y alcanzar estados alterados de conciencia. 
Optan por una vida austera, ya sea por motivaciones espirituales, religiosas, políticas y/o ecológicas. Proponen la paz y el amor libre con los dedos en V. En definitiva, tienen la voluntad de producir una profunda transformación social.
El periodista Michael Fallon, del periódico “The San Francisco Examiner”, en su edición del 6 de septiembre de 1965, los llama, por primera vez: HIPPIES, palabra que proviene del inglés Hip, que se traduce como “popular, de moda”, del que deriva Hipster: “vanguardista”, que, en otra acepción, se traduce como “pantalones de tiro largo”, lo que, literalmente es, llevar los pantalones a la altura de la cadera; en chileno: en la punta del poto.
Posteriores a la generación Beat (bohemios, cínicos, amantes de la filosofía existencialista y vestidos de negro riguroso) los Hippies tienen una actitud más positiva, ecológica, pacifista y de indumentaria multicolor. Para ambos grupos, su tierra santa es San Francisco, California.
Para los conservadores WASP (White-Anglo-Saxon-Protestant: Blanco-Anglosajón-Protestante = raza y religión ideal de los norteamericanos) constituyó un escándalo ver a estos chascones consumiendo drogas, practicando sexo hedonista, sin credos e improductivos. 
Les rompen los esquemas y consideran que los cabellos largos son una ofensa a la estética tradicional militarizada, además de anti-higiénicos. El entonces Gobernador de California, Ronald Reagan, los define así: “Un Hippie es un tipo con el pelo como Tarzán, que camina como Jane y huele como Chita”.
Si hubo un hecho que marcó un hito y la cúspide del movimiento es, sin duda, el famoso Festival de Woodstock (3 days of peace & music), que tuvo lugar en una granja de Bethel, Nueva York, los días 15, 16, 17 y la madrugada del 18 de agosto de 1969. 
Se congregaron cerca de medio millón de jóvenes a vivir un espectáculo musical en el que se presentaron solistas y bandas afines como: Joan Báez; Crosby, Stills, Nash y Young; The Who; Janis Joplin; Jimi Hendrix; Sly and the Family Stone; Jefferson Airplane, Joe Cocker y Santana, entre otros.
Nunca tuvieron un líder. Los medios de comunicación les dan cobertura internacional y surgen grupos en todo el mundo, imitando su filosofía, indumentaria y forma de vida.

"Sin el hippismo, hoy no tendríamos incorporadas a nuestras vidas el yoga y otras disciplinas orientales; el ideal de la alimentación sana; de una mayor libertad sexual y una actitud crítica permanente hacia los políticos. Tampoco existirían entidades como Greenpeace, Amnesty International o Médicos sin Fronteras"                           Pipo Lernoud

HIPPIES (II)

El movimiento hippie también llegó a Chile, donde hacemos copias de bajo presupuesto de todo lo que sucede en el mundo desarrollado.
En este caso, no podemos hablar de un movimiento, sino, más bien de una “moda”, que plagiaba indumentaria, gráfica y música hippie gringa.
Si bien es cierto que optan por una actitud pacifista escribiendo en los muros “Yankees go home” o “Yankees fuera de Vietnam”, los pseudo-hippies chilensis no hicieron nada significativo por la sociedad, aparte de lucirse, con un manifiesto exceso de identidad postiza, en Santiago, en su tierra santa: calle Providencia, desde Avenida Los Leones hasta Pedro de Valdivia, la que convierten en una pasarela para mostrar su extravagante "new look" copiado: minifaldas, hot pants, abrigos largos hasta el suelo y cintillos multicolores. 
Obvio que se dejan crecer el pelo y la barba, usan pantalones “pata de elefante”, anillos, collares y suecos. Su templo sagrado es la heladería “Coppelia”. 
Fumar marihuana y consumir todo tipo de drogas es parte de la fantasía de sentirse gringos poto pecoso.
Fenómeno que tuvo eco en provincias, donde los lolos se saludan con los dedos en V, visten de manera estrafalaria y van, en masa, al cine, a ver, mil veces, la película “Easy Rider”, que se tradujo como “En busca de mi destino”, para disfrutar las aventuras de unos lozanos Peter Fonda, Denis Hooper y Jack Nicholson, motoqueando por los Estados Unidos y, por supuesto, copiar su indumentaria.
La pacata, militarizada y conservadora sociedad chilena reacciona con hostilidad contra estos floreados, rebeldes y chascones, mantenidos por sus padres, sin una postura ideológica definida, anti-milicos y carentes de interés por la política partidista.
También hubo un festival de la canción tipo Woodstock, en la parcela Piedra Roja, en Los Dominicos, comuna de Las Condes, los días 10,11 y 12 de Octubre de 1970, donde se reúnen todos los que van a Providencia, y algunos otros, a vivir sus tres días de música y amor chilensis.
La prensa informa, con grandes titulares, sobre el escandaloso evento, con fotografías de adolescentes semidesnudos bailando y fumando hierba. 
Se reproducen opiniones horrorizadas de parlamentarios, padres y público en general, en contra de esta manifestación tan “extraña”. 
La televisión muestra imágenes de muchachos drogados bailando al ritmo de bongós, flautas y panderetas, alrededor de un escenario artesanal, rodeado por la naturaleza.
Fueron atacados, literalmente, por la derecha y la izquierda, porque los momios los veían como comunistas, chascones y marihuaneros, y para los upelientos eran imperialistas, yankees y burgueses.
El fin de esta “onda” lo marcó el golpe militar, cuando se reprimió a cualquiera que fuera pelucón, barbón, usara poncho y tocara guitarra, quena o charango, porque eso era considerado comunista, vago o maricón, por lo que la policía y los militares convirtieron a esta gente en perseguidos sociales. Además, con toque de queda, prohibiciones de reunirse y con un milico, cargando una ametralladora, en cada esquina, era imposible que sobreviviera cualquier grupo.
Algunos se refugiaron en Horcón, una caleta ubicada a 52 km de Valparaíso, en donde repiten el esquema de vida comunitario yankee, se dedican a fabricar artesanías, venden incienso y comparten con lugareños, pescadores y artesanos. Pero no duraron mucho.
Aunque fueron, prácticamente, extinguidos, aún circulan por ahí algunos dinosaurios de la farándula, como vestigios arqueológicos, con el pelo gris, cola de caballo, ropas multicolores, llenos de collares y despidiendo olores que se podrían envasar y utilizar como gas lacrimógeno. Según dicen, los ideales continúan vigentes.
Del movimiento hippie se rescatan: la forma de vida sin jerarquías, la convivencia en comunidades, sustentándola de la manera más pacífica y natural posible, de modo que se respeten los valores primarios del ser humano y de la naturaleza en general.

Tal vez, la mejor síntesis, de esta contracultura, la escribió John Lennon:
“Imagine no possessions, I wonder if you can, No need for greed or hunger, A brotherhood of man, Imagine all the people sharing all the world”.
"Imagina que no hay posesiones, Me pregunto si puedes. Ninguna necesidad de codicia ni hambre, El hombre en una hermandad. Imagina a toda la gente compartiendo todo el mundo".

miércoles, 1 de agosto de 2012

PARROQUIA DE BARRAZA

Un pintoresco pueblo ubicado a 30 km de Ovalle, Provincia del Limarí, Región de Coquimbo, Chile. Según el Censo de 2002, cuenta con una población de 319 habitantes.

  • 1680: es fundada como Parroquia de San Antonio del Mar de Barraza es fundada  El actual Templo es el tercero construido en el lugar, diseñado y proyectado, en 1794, por el Arquitecto Joaquín Toesca.
  • 1795-1800: es edificado con un estilo es neoclásico simple, con una planta en cruz latina, con muros, de un metro de espesor, construidos en adobe y el cielo es artesonado. En el costado lateral izquierdo, se ubica una antigua puerta que habría sido del primer Templo, de fines del siglo XVII, fabricada en pino oregón y con clavos de cobre. En su altar mayor destaca la imagen policromada de San Antonio de Padua, patrono del lugar, fabricada en madera de balsa, que data de mediados del siglo XVIII y que es traída desde el Perú. También se conserva una imagen, de bastidor, de la Virgen del Carmen y una talla de Cristo, ambas, también, del siglo XVIII.
  • 1872: es refaccionado, reemplazándose la torre original por la actual sobre el atrio.
  • 1978: es declarado Monumento Histórico Nacional.
  • 1990: a un costado de la entrada principal, se inaugura un Museo Parroquial, en donde se exhiben imágenes coloniales, implementos de culto religioso y los primeros libros parroquiales con registros de bautizos, matrimonios y defunciones, que datan desde fines del siglo XVII, donde también se encuentran dramáticos relatos en relación a la muerte de un gran número de esclavos africanos.
  • 1997: en el terremoto que afecta a la región, sufre serios daños estructurales.
  • 2000: en mayo, se da inicio a la primera etapa de reconstrucción.
  • 2003:, febrero, son reparados los altares, retablos y algunas imágenes y es iluminado gracias al grupo Enersis, con su programa "Iluminando Iglesias al Sur del Mundo".

domingo, 1 de julio de 2012

PALABRAS EN DESUSO

Agua de cuba
Aguaitar
Alentado
Aliviol
Badulaque
Bataclana
Bochinche
Bota pié
Botarate
Botica
Cachivache
Cantina
Citroneta
Chuntería
Colérico
Confites
Descueve
Dominal
Emporio
Enagua
Escarmenado
Escupidera
Frigider
Fuente de soda
Gamela
Glostora
Gomina
Góndola
Jofaina
Letrina
Malón
Mameluco
Mejoral
Melcocha
Mimeógrafo
Momio
Ondulines
Palangana
Paletó
Pecos Bill
Percala
Perlina
Permanente
Pichel
Pirula
Pulpería
Réclame
Refresco
Renoleta
Rotisería
Tocadiscos
Upeliento
Victrola
Zaguán

viernes, 1 de junio de 2012

CELULAR (I)

El vivaracho escocés Alexander Graham Bell, habiéndole robado la idea y los materiales al italiano Antonio Meucci, construyó algo parecido a una bocina con un brazo eléctrico y una membrana y, el 10 de marzo de 1876, le habló a su secretario, desde una habitación contigua: “Por favor, venga, señor Watson, lo necesito”. Había nacido el teléfono.
Y no pudimos prescindir, nunca más, de este revolucionario invento. 
Los primeros fueron aparatos fijos privados y públicos, luego, de pared, cabinas, bippers, busca personas e inalámbricos, hasta que, 97 años después, en 1973, el gringo Martin Cooper, con su equipo de trabajo en Motorola, luego de haber visto al capitán Kirk, de la serie Star Trek, utilizar un comunicador portátil, inventa el teléfono celular. Y éste sí que provocó una tiranía.
En los 80’s, aparecen los primeros aparatos, que son del tamaño de un ladrillo. Los arribistas, marqueros y ostentosos, que logran adquirirlo (eran muy caros), lo exhiben, con presunción, para provocar en los demás un estado de envidia comatosa, hablando desde la panadería, con una petulante voz impostada: 
- ¿Cuántas empanadas llevo, mijita? 
- ¿De queso o de pino?
Como el ladrillófono no cabe en ningún bolsillo, es ideal para que estos aparentadores lo lleven incorporado en la mano, de modo tal que, los que comen sopaipillas en la calle, dijeran: “Mira, ese guatón tiene celular, qué envidia, cómo me gustaría tener uno”. (Es un mito urbano, pero se dice que algunos farsantes circulaban con una imitación de madera).
A fines de los 90’s, irrumpen en el mercado los económicamente más accesibles a la clase media y se desata un fenómeno similar al originado con los primeros relojes digitales de cuarzo Casio: todos desean, ardientemente, tener uno.
Aún no dejan de ser grandes, al adobe le siguió el zapatófono, pero a nadie le importó, porque se impuso socialmente que tener teléfono portátil era sinónimo de categoría, prestigio, éxito, imagen triunfadora e identificadora de status.
Ya nadie acudió a un Callcenter y las calles se atestaron de guatones colesterosos portando aparatos coreanos, chinos o japoneses de colores chillones y comienza un nuevo estilo para hablar por teléfono, si antes, teníamos que estar pegados al fijo, ahora podíamos hacerlo caminando, en un parque, en la micro, en el metro y hasta en el baño, porque ya no se podía cagar si no se tenía un celular en la oreja.
Y la ola consumista fue creciendo inexorablemente. Si al principio era asociado a ejecutivos cuicos, que imitaban a los yuppies de New York, de traje, corbata y lentes oscuros, portando un maletín jumbo; posteriormente, cualquier lolo de pelo geliento, con los pantalones en la punta del poto, circulaba con un aparato en la oreja, hablando a gritos.
Muchos se creyeron el cuento que el mágico artilugio los convertía en inmortales ultra modernos, exitosos y tecnologizados. Quien no poseía un celular era un donnadie, estaba “out” y lo mejor que podía hacer por su vida era irse a vivir a una comunidad Amish.
Cuento aparte fue el uso del manos libres, no había ningún automovilista endeudado que no fuera manejando con el auricular enchufado y con cara de desprecio.
Luego apareció el BlackBerry (BB), y los alienados no se sacan el chorizo, incrustado en la oreja, ni para dormir. Es, verdaderamente, irritante ver a estos “mirametengoblackberry” en el supermercado, empujando el carro y hablando solos: - ¿Llevo un pollo asado, mejor, gorda?
Nuestras conductas y costumbres cambiaron. Tal como ya no se usa el pañuelo de tela, que fue reemplazado por los desechables, tampoco el reloj, porque se mira la hora en la pantallita ni se utiliza el timbre de las casas, porque, sencillamente, se envía un mensaje de texto a la susodicha, informándole, con palabras abreviadas, que uno está afuera. Ya no es necesario lápiz ni papel, porque todo se anota y archiva en el mágico aparatito, que suena en cualquier parte: restaurant, fiesta, reunión, funeral, cine, estadio, bus, lancha, playa, concierto, en una clase y en Misa, porque, a cada segundo, a más de alguien le suena el ringtone con la melodía de la Caballería ligera en el trasero y todos a su alrededor se toquetean el ídem para chequear si la musiquita viene del suyo.
Se asumió como un artículo indispensable de nuestra rutina posmoderna. La consigna es: tengo celular, estoy conectado, luego existo.
Las clases de anatomía convendría actualizarlas: cuando se enseña que el cuerpo humano consta de cabeza, tronco y extremidades, con sus respectivos huesos, nervios y músculos, en la actualidad, se debería agregar, necesariamente: y un teléfono celular incrustado en la raja.

CELULAR (II)

Es el regalo soñado por muchos, especialmente si es el último alarido en diseño, cobertura y funciones. 
Nuestra condición hiperconsumista salió nuevamente a flote: si antes había un aparato fijo por domicilio, ahora cada miembro de la familia tiene un móvil.
Hablar quedó en segundo plano, lo importante ahora es saber cuántas huevadas puede hacer el aparatito, porque la tecnología celulítica sigue avanzando y, cada seis meses, aproximadamente, aparecen teléfonos más ultrachatos, extralivianos e hiperinteligentes con más juegos, cámara, radio, TV, conexiones a internet, hologramas, cine, baño, microondas, lavadora, cepillo dental, algunos cantan canciones de cuna, dan masajes tántricos e indican cómo vestirse según el clima, aparte que paga las cuentas, espanta las moscas, te dice qué falta en el refrigerador y controla la alarma contra robos de la casa. Es tan multidetodo, que ya es imposible ir por la vida sin él. 
El que posee un teléfono sólo para hablar, es que pertenece, indudablemente, al target de coléricos de la “nueva ola”.
Existe tal variedad y competencia en el mercado, que hay aparatos costo cero y cualquier hijo de vecino puede tener uno (o dos), por eso, en una familia de clase media, tiene hasta el gato.
Si antes podíamos almorzar con amigos en una picada, disfrutando un tema de conversación sin interrupciones, ahora es imposible, porque a todos les suena al unísono y tenemos a cuatro personas compartiendo un sándwich de hilachas de pollo con palta y jugo de maracuyá, pero cada uno con el aparatito en la oreja o recibiendo y enviando mensajes. Por las constantes puestas en pausa, la frase típica, en estos casos, es: Oye, ¿En qué estábamos?
En las salas de espera de una consulta médica, en un terminal de buses o en una peluquería, ya nadie conversa ni lee revistas viejas ni llena crucigramas, porque todos están concentrados enviando mensajes, revisando correos, jugando huevadas que emiten sonidos horripilantes, viendo la última estupidez de YouTube o escuchando música.
Los enamorados no pueden vivir si no se llaman cada cinco minutos para preguntarse algo tan importante como: -¿Qué estai haciendo?, y se envían, mutuamente, quinientos mil mensajes por hora, abreviados, obvio. El colmo de la estupidez es el: corta tú, no, corta tú, cortemos juntos, ya, dale, corta tú…y están media hora con la tontera. Las empresas telefónicas los idolatran, porque, los que caen en estado de huevonitis irreversible (léase enamoramiento) viven pegados al teléfono.
El agravio comparativo (todos tienen celular, menos yo) fue el que gatilló la adquisición de un aparato en los niños, que también cayeron en la onda consumista y aparentadora. 
Las madres aprehensivas, castradoras y primerizas, no encontraron mejor aliado, porque les permite controlar a los cabros chicos cuando están fuera de casa, por eso es común escuchar, en la locomoción colectiva o en la calle, a un pergenio contestando malhumorado: - Si… si… si… voy en el metro, ya…ya…ya.
Los jóvenes se volvieron tan dependientes al aparatito, que han desarrollado una fobia, es decir, un miedo irracional, desproporcionado e incontrolable a no tener el móvil consigo, a tal punto, que sufren de una enfermedad llamada nomofobia: ‘nomo’ por no-mobile (sin celular, en inglés), y ‘fobia’: angustia. Andar sin celular les provoca ansiedad. Si no lo tienen, se tiran al piso, les da una pataleta, se arrancan los cabellos y hasta les sale espuma por la boca. Hay que hacerles un exorcismo para que se calmen. Obvio que, desde donde estén, se devuelven a buscarlo o alguien de la familia tiene que llevárselo. Si no tiene batería, que es otra tragedia, buscan, desesperadamente, un enchufe y ya pueden respirar mientras lo cargan, o sea, no pueden sufrir, por nada del mundo, según ellos, un apagón comunicativo.
Tan exagerada es la dependencia del invento de Cooper, que muchos países han tenido que promulgar leyes que prohíban el uso del celular mientras se maneja y existen campañas en las que se muestra la irresponsabilidad de personas que conduciendo un vehículo van con el aparatito en la oreja o enviando mensajes.
Estamos inmersos, mis queridos congéneres Diaguitas, en la tiranía de lo instantáneo, simultáneo y disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que terminará anulando el placer de conversar con el otro, cara a cara, sin ser interrumpidos por un estresante aparato parpadeante, luminoso y sonoro, que no nos dio categoría, prestigio, éxito, imagen triunfadora ni status, sólo nos enfermó: nos convirtió en nomofóbicos.

Para conductores:
Pierde una llamada, no pierdas la vida.
Cuando manejas y apagas el celular, el inteligente eres tú.
Manejar y celular: juntos te van a matar.

Letrero en un restaurante:
"No tenemos wi-fi, hablen entre ustedes"

martes, 1 de mayo de 2012

SANTUARIO DE SOTAQUÍ





De estilo gótico, mide 40 mt de largo, 12 mt de ancho, 7 mt de alto. La cruz central es de origen jesuítico. La techumbre es de zinc galvanizado, el piso es de madera de pino oregón, las murallas de adobes, pintadas de color blanco invierno en el interior y crema y rojo colonial en el exterior, el cielo es de madera, con vigas a la vista y adornado con arcos pintados.

  • 1898: es bendecido, en honor al Niño Dios de Sotaquí, siendo párroco don José Gabriel Cortés Alcayaga, reemplazando a la Parroquia del Santísimo Sacramento, que había sido construida en el año 1662.
  • 1907: el altar y el púlpito son traídos desde Berlín, Alemania.
  • 1943: el terremoto, que destruye totalmente el pueblo, deja este Templo en tan mal estado, que no se puede utilizar por 14 años.
  • 1957: siendo párroco don José Stegmeier, se inician los trabajos de reparación, modificando su diseño original: se adicionan dos torres laterales y un atrio de diez pilares en la fachada, quedando con un particular estilo corintio mezclado con el románico de sus ventanales.
  • 1997: otro movimiento telúrico azota la zona, dejándolo con serios daños estructurales: una infinidad de grietas, derrumbes en una parte del muro lateral norte, en el atrio y la fachada, no pudiendo ser utilizado, nuevamente, por otros 14 años.
  • 2006: es declarado monumento nacional.
  • 2012: se comienza a ejecutar su segunda restauración, que contempla la consolidación estructural de los muros por medio de mallas revocadas en barro o estuco, reconstrucción en adobe en la pared lateral norte, arreglo de cubiertas de las tres torres, reposición de pisos del presbiterio y nuevas gradas exteriores.
  • 2013: el Templo, totalmente restaurado, es entregado, a los fieles, en el mes de agosto.

domingo, 1 de abril de 2012

HINCHAS

Los machos no son de correr chillando perturbados detrás de un cantante o actor, ni andan a la siga de autógrafos ni asisten a conciertos con pancartas y plumeros de porrista. 
Algunos se fanatizan por bandas de Shock rock, Hard rock o Heavy metal, pero, más de ahí no pasa.
Algo que si expresan abierta, ruidosa y masivamente, es su delirio, adoración e incondicionalismo por un Equipo de Fútbol, la Selección o algunos jugadores estrellas.
El Fútbol es el deporte universal por antonomasia, pasión de multitudes, un sentimiento intenso, capaz de dominar voluntades y doblegar razones. 
Da la impresión que los fanáticos futboleros tienen en su ADN un gen que los identifica irracionalmente con un Equipo. 
Para ellos el fútbol no es sólo un deporte, sino una forma de vida. 
Se consideran el jugador número doce y lo expresan verbalmente con un arraigado sentido de pertenencia: jugamos, ganamos, empatamos o perdimos.
No se les llama Fans, sino Hinchas, nombre nacido en Uruguay a comienzos del siglo XX, a raíz de los fuertes gritos de apoyo a su equipo, el Nacional de Montevideo, que daba Prudencio Miguel Reyes, un talabartero, utilero del plantel, cuya tarea era inflar “a puro pulmón” los balones, es decir, “el hincha pelotas” o “el Hincha”. 
El término pasó luego a designar a quienes expresaban ruidosamente su apoyo a un Equipo de Fútbol, siendo adoptado en casi toda Latinoamérica. En España les dicen “Peña”, en Brasil “Torcida organizada” y en México “Porra” o “Barra”.
Surgen de una subcultura juvenil de carácter urbano, buscando identificación y pertenencia a un grupo. Generalmente su ubican entre los 14 y los 25 años, aunque en la Argentina son de mayor edad, y claro, al otro lado de la cordillera, el fanatismo futbolero está mucho más arraigado.
Los fanáticos irredentos no existen. Sería inusitado ver a uno solitario en galucha, como el caso del “Hincha de Camerún”, de la tira cómica Argentina “Clemente”, que también tuvo su versión en TV, en la que aparecía, en contrapartida a la numerosa barra del equipo contrincante, un solitario negrito, cantando: ”purumpumpúm, purumpumpúm, yo soy el Hincha de Camerún”.
Un Hincha se retroalimenta con otros Hinchas. Los fanáticos necesitan de otros fanáticos. La gracia es correr, gritar, llorar, patear, insultar, reír o mandar a alguien a la chucha, en una turba.
La casa de un auténtico Hincha está atiborrada de Merchandising con las insignias y colores de su idolatrado Equipo: banderines, lienzos, afiches, relojes, llaveros, jarros, gorros y de un cuanto hay. Algunos ultra fanáticos, no se visten con otro color que no sea el de su Club y hasta se casan engalanados con sus símbolos, visten a sus hijos con la camiseta del plantel, a los que llevan desde guagüitas al Estadio. 
Son los que acompañan a su Equipo en todos los partidos y quieren que los entierren con su bandera sobre el cajón. Al igual que los Fans, besan fotos de sus ídolos, matarían por una camiseta o una pelota autografiada. Chillan, saltan, se agarran los pelos y lloran a moco tendido cuando su equipo pierde o baja a segunda división.
También tienen sus tropas organizadas, portan un carné de socio, asisten a los partidos en masa, vistiendo su adorada camiseta, con el rostro pintado, cual Comanches en estado de guerra, se sientan juntos portando tambores, cajas y banderas, tiñendo con su color un sector de la galucha.
Un partido de fútbol es un espectáculo que genera excesiva adrenalina y pasiones desmedidas. En el mundial de Inglaterra ‘66, lamentablemente, surgió el fenómeno Hooligans (matones desquiciados que causan disturbios) que se extendió por Europa, donde los llamaron Ultra, en la misma onda violenta. 
Imitándolos, en nuestro país, algunos años después, surgieron las Barras Bravas, una manga de picantropus flaitensis delincuentes, drogadictos y alcohólicos, directos responsables de los habituales actos de violencia y matonaje dentro y fuera de los Estadios. 
Son los que agarran lo que tengan a mano para sacarle la cresta a sus oponentes (o, literalmente, matarlos), destruyen asientos, barreras, semáforos, paraderos, se agarran a peñascazos con los pacos, saquean tiendas, incendian autos y lo que se les ponga por delante. Sea que ganen, empaten o pierdan, da lo mismo, ellos tienen que dejar la cagá.
Es gratificante ir al Estadio a disfrutar de un partido y vivir la emoción del juego: saltar abrazados gritando un gol, corear un apoteósico ¡ooole! en una buena jugada, un aplauso cerrado por una atajada de antología, un angustiado ¡huuuuuuuuu! cuando una pelota da en un palo del arco, quedar disfónicos en un triunfo, salir alicaídos, pero conformes, en un empate y con cara de viernes santo en una derrota, pero con la firme convicción que en el próximo partido el resultado se va a revertir. 
Esa es, mis Diaguitas, la actitud de un auténtico Hincha. Eso es pasión. Una emoción que emerge del alma y se manifiesta a gritos en cada partido.

jueves, 1 de marzo de 2012

FANS

Del Inglés Fanatic,  palabra que los gringos cortaron, siempre prácticos ellos, y dejaron como Fan: fanático, al que también se le llama admirador, aficionado o seguidor. 
Es un vínculo emocional irracional de una persona hacia sujetos mediáticos del mundo del espectáculo y deportivo idealizados: cantantes, actores, animadores y deportistas famosos (nadie es Fan de un sibarita, un anacoreta o un cuidador de un faro), o a un hobby (pasatiempo) series de TV, películas, bandas rockeras, equipos de fútbol y un largo etcétera.
Un grupo de Fans constituyen un fandom, (abreviatura de Fan kindom: reino fan, referido al conjunto de aficionados, pertenecientes a un “Fans Club”, que leen fanzines (abreviatura de Fans magazines: revista de fanáticos) donde publican la vida de los ídolos, chismes, fotografías y les venden toda clase de merchandising y entradas para eventos.
Esto viene desde Frank Sinatra (el primer Fans Club de la historia), Los Beatles, la fansmanía más numerosa, febril e histérica que haya existido, siguiendo con Elvis, los Rolling Stones, y otro largo etcétera; todos han tenido, tienen y tendrán un grupo incondicional de fanáticas siguiéndolos, adorándolos e imitándolos. 
Esto se da, desde siempre, mayoritariamente, en mujeres adolescentes y pueden llegar a tal grado de apasionamiento, que, para muchas, se convierte en obsesión.
En los 60’s, Chile vivió el fenómeno “Nueva ola”, una marejada de un tsunami de cantantes pop (abreviatura de popular) que venía desde la meca del espectáculo, donde se gestan los famosos y se ha sacralizado el éxito: USA
Muchos intérpretes nacionales se bautizaron con nombres gringos, (impensable que usaran seudónimos Mapuche, Diaguita o Aymará) y hasta cantaban en inglés, copiándoles en todo: indumentaria, movimientos epilépticos en el escenario, excentricidades patéticas, se tiñeron el pelo rubio e impusieron tendencias: usar lentes Lennon, botas cortas con elástico lateral, sweters cuello tortuga y bufandas multicolores que llegaban hasta el suelo.
También surgieron, como no, las Fans chilensis, bautizadas por la prensa local como “Calcetineras”, porque se caracterizaban por usar esas prendas de vestir, muy de moda en aquellos tiempos, y por caer rendidas a los pies de los artistas. 
Eran quinceañeras que se aglomeraban con plumeros de porristas gringas en Aeropuertos, se parapetaban en la puerta de Hoteles y seguían, cuadras y cuadras, un auto con vidrios polarizados en el que iba su ídolo. Todas estas jornadas eran acompañadas de gritos histéricos, llantos desmedidos y desmayos grotescos. 
En todo caso, la cosa no andaba al lote, no Señor, estas niñitas eran bien organizadas: vestían de un mismo color, tenían directiva, carné de socia, pagaban cuotas, asistían a reuniones y, por supuesto, a todos los conciertos de sus adorados tormentos y organizaban obras sociales para ir en ayuda de los más necesitados. 
Las más destacadas fueron las seguidoras de José Alfredo “Pollo” Fuentes y Raphael de España, las primeras vestidas de amarillo y las otras de rojo. Todas leían la revista “Ritmo”, coleccionaban fotos, cantaban sus canciones y soñaban en convertirse en sus novias. Un fanatismo incondicional, candoroso y tierno. 
Los trofeos de las chicas eran: un autógrafo, un póster así de grande en la cabecera de su cama y soñar que se casaban como la monarquía: de blanco refulgente, una cola de veintisiete metros, saliendo de una Iglesia bizantina, pegada como lapa al brazo de su ídolo vestido con uniforme militar de gala.
Las fanáticas de la actualidad son distintas: más intrépidas, desprejuiciadas y apasionadas: se enamoran perdidamente de un cantante o actor, aunque el tipo sea más feo que leproso al límite del espanto, con un nombre asesinable, sude como equino y sufra de halitosis. Aún con la absoluta certeza que jamás sabrá sus nombres, dónde viven y con cuántas cucharadas de azúcar les gusta el café, ellas suspiran, lloran y mueren por él.
A diferencia de sus similares sesenteras, las Fans actuales cuentan con Internet, que pone a un artista al alcance de cualquiera, desde allí siguen sus mínimos pasos: conciertos, vida privada y escándalos; los sienten más cercanos, bajan de la red sus discos, películas, entrevistas y asisten, en masa, a sus presentaciones personales como si fuera el gran acontecimiento de sus vidas.
Algo no ha cambiado: continúan echando abajo teatros, bomboneras y estadios con sus gritos y adoración irracional, que les brinda el grado de huevonitis necesario para perdonarles todo a sus amores platónicos, hagan lo que hagan, los siguen venerando idiotizadas.
El ser humano siempre ha tenido la necesidad de vivir con un mito; si los griegos creían que los dioses vivían en el Olimpo, las Fans los ven en las colinas de Hollywood, en las pantallas del cine y TV, y en mega escenarios encandiladores, pantallas gigantes, parlantes que rompen tímpanos, donde hay mucho humo y fuegos artificiales.

lunes, 6 de febrero de 2012

FAMOSOS (I)


Según la RAE, “celebridad”, del latín celebritas, es una “persona famosa”, y “famoso” que también proviene del latín famosus, define a personas que salen del anonimato, logrando captar la atención de los medios de comunicación masiva, quienes venden periódicos, revistas y programas de TV, hablando un tiempo de ellos. 
Al principio destacan los méritos que tuvieron para saltar a la fama: cantantes con un súper hit, bailarines acróbatas, actores que ganaron premios, animadores de festivales de la fruta o la verdura, jugadores de fútbol que meten goles, modelos flacas siliconadas, políticos que lograron llegar al poder (y los que no), alguien que cruzó a nado el canal de Chacao, un salvavidas que agarró a coscachos a un bañista, en fin, cualquiera que haya hecho algo que el periodismo actual considere “noticia”.
Pasado un tiempo, a los chicos de la prensa ya no les interesan tanto el trabajo que hicieron o los proyectos que tienen, porque comienzan a publicar, exclusivamente, su vida privada, satisfaciendo así el morbo social, patología definida como el interés crónico del público de enterarse, envidiar y comentar las intimidades del prójimo. Y si es prosaico, tanto mejor. El morbo vende.
Basta que un actor, cantante, político, modelo o deportista sea sorprendido conduciendo en estado etílico, robando, siendo infiel, opinando a favor o en contra de algún tema espinudo en boga, para que los reporteros corran encrespados a la caza de testimonios dudosos, desmentidos estúpidos, fotos comprometedoras o videos grabados en el mismo instante de los hechos, para dejar a lectores y espectadores con los ojos como huevos duros y tapándose la boca, agotando los diarios o quedarse horas pegados a la pantalla chica para enterarse de los detalles del notición. Algo similar ocurre si están de novios, si se casan, divorcian o si le sacan la cresta a su pareja. Los famosos venden.
-“Quieren fama, pero la fama cuesta, y aquí es donde comienzan a pagarla, con sudor”, les decía la profesora de ballet a los estudiantes en la popular serie de TV ochentera “Fame”; y los cabros, se sacaban la remugrienta ensayando coreografías, sudando la gota gorda y sufriendo callosidades y esguinces. 
Bueno, hoy la fama es gratis, cualquiera puede ser famoso. No hace falta esforzarse ni estudiar ni trabajar duro para lograr el éxito, porque en la pantalla chica universal han aparecido, como callampas después de la lluvia, los vulgares programas llamados “Reality” (de todos los nombres que usted quiera) donde se ingresa siendo un pedestre, total y absoluto desconocido y se sale famoso. 
Lo mismo sucede con los programas de “ídolos” : cualquier hijo de vecino puede ir, agarrar un micrófono, graznar algo, pegarse unas vueltas de carnero desquiciado o imitar alaridos de chimpancé y quedar clasificados, por un jurado “ad hoc”, para la próxima ronda y desde allí dejan de ser desconocidos: comienzan a aparecer en youtube, en periódicos faranduleros, son entrevistados en programas fatuos y no paran, ya están graduados de famosos instantáneos. 
Las interminables filas para los “castings”, son una prueba irrefutable que miles de personas buscan la oportunidad para dejar de ser gente de a pie y lograr la tan ansiada notoriedad. Quieren tener plata, ser admirados, envidiados y firmar autógrafos.
Al poco tiempo, muy corto en realidad, la carencia de talento y cerebro les pasa la factura y las figuras de estas seudo celebridades se ajan, desdibujan y languidecen. Ya no venden, no los llaman de ninguna parte y, tal como subieron rápido, caen estrepitosamente a un abismo como el quemado coyote del “Correcaminos”, (después de haberle explotado la bomba que tenía preparada para atrapar al veloz pajarraco), con un silbido se van guardabajo, pegándose un feroz guaracazo, quedando marcados en el suelo. Lo último que se ve de ellos es una microscópica polvareda. 
Entonces, inmediatamente buscan, con desesperación, encerrarse en un nuevo “Reality” para reciclarse, cahuinear otro resto, agarrarse de las mechas con alguna celebridad y salir nuevamente al mercado como momias recalentadas. Esto les sirve un tiempo para nuevos titulares y entrevistas, pero el material se agota, y el público quiere más circo. 
¿Qué hacer?...el último recurso: auto graduarse de “Opinólogos”, (Cahuinólogos) payasos que sofisticaron el cahuín, se autoproclamaron jueces, moralistas y redentores, ganando obcenas cantidades de dinero ventilando trapos sucios ajenos, metiéndose entre las sábanas del prójimo y dando consejos que nadie les pide. 
El menú habitual de estos chabacanos programas: declaraciones candentes, insultos, llantos y desmentidos en cámara, fotos comprometedoras y su frase ancla de todas las semanas: “La verdad sin tapujos, aunque duela”. Eso mantiene a los televidentes con el poto pegado al sillón. El cahuín vende.
Ser famoso ya no es destacarse por logros personales, profesionales, deportivos o artísticos. Ser famoso hoy es permanecer en el tapete mediático exponiendo la vida privada con escándalo.
El morbo vende, los famosos venden, el cahuín vende. Viva la fama.

FAMOSOS (II)



* DIEZ COSAS QUE DEBES HACER SI QUIERES SER FAMOSO

- Tener Twitter: Los famosos siempre están a la moda y hoy no existe nada más “cool” que ir por la vida “tuiteando”, opinando de cualquier cosa, lo que se te venga a la mente, no importa, pero escribe algo. Además necesitarás una cuenta asociada en Twitpic para subir al instante fotos comprometedoras tomadas desde tu iPhone. Políticos, jugadores de fútbol, pornstars o simples vividores, están en Twitter y tú debes estar allí con ellos.
- Ser extravagante: Las personas comunes y silvestres rara vez llegan a ser famosas. Tienes que ser raro: vestirte a lo Lady Gagá, alimentarte con placenta o adoptar un cerdo como mascota, tienes que salir de lo establecido, debes diferenciarte del pueblo llano para que todos deseen, ardientemente, ser como tú.
- Ser ambiguo: En estos tiempos, lo hetero es más de lo mismo y ya no vende. Hoy “la lleva”  jugar para ambos equipos o por lo menos insinuarlo. Ojo, no estamos diciendo que te conviertas en un ser ridículamente andrógino como el cantante de “Tokio Hotel”, sino ser ambiguo en cuanto a tu sexualidad de cara al resto, de modo que todos, tanto un camionero como una dueña de casa, sueñen que tienen posibilidades contigo.
- Pelear con los paparazzis: Te encanta la fama y quieres, con locura, que te sigan a todos lados, pero a la gente común y corriente no les gustan los "attention whores" (los “todo por la fama”, para que nos entendamos) por lo que tienes que hacerte el ofendido y pelearte con ellos a puñetazos, paraguazos o escupitajos. Luego, cuando dejen de grabar o hacer fotos, los invitas a un trago y que paguen ellos, porque un famoso nunca paga. ¡Que no se te olvide!
- Conseguir una ficha policial: Los niños buenos y las santas no venden, es un hecho científico probado por un estudio de la Universidad del Cahuín, en colaboración con el Instituto de la Farándula. Tienes que ser malo o mala, y nada mejor para demostrarlo que una ficha policial con las típicas fotos de frente y perfil trasnochado y sin maquillaje, y que ese antecedente llegue, misteriosamente, a los medios. Conducir ebrio y chocar frente a una Comisaría da excelentes resultados, te hacen la ficha al tiro.
- Dar siempre tu opinión: No importa que sea sobre la ley de la silla, una huelga o el desempleo; si ves un micrófono abierto por ahí, debes dar tu opinión y cuanto más incendiaria y menos informada sea, mejor. Además, si vuelven a preguntarte sobre el tema (que lo harán), contradícete a ti mismo, así conseguirás que te vuelvan a preguntar. Eso se llama perro que se muerde la cola. No falla.
- Asistir a eventos: No te vas a hacer famoso en tu casa viendo programas estelares en pijama y tomando helado de tiramisú. Tienes que salir, vestirte de la manera más estrafalaria y colarte en cualquier alfombra roja que veas. Allí habrá cámaras, micrófonos y mucho brillo, combinación perfecta para saltar al estrellato. Si no te han invitado y te sacan borracho como Harry Potter, tanto mejor. Para los medios, serás un banquete.
- Casarse y divorciarse varias veces: Pocas cosas venden más que una boda y, entre ellas, también están un divorcio y tener amante. Así que ya sabes, a casarte y descasarte con demandas judiciales, cuantas más veces mejor, como si intentaras batir el record de Elizabeth Taylor. Eso si, no olvides que tu cónyuge tiene que ser más famoso que tú. Y si no eres de formalismos, rejuntarse y separarse también es válido y, ojo, siempre tienes que armar una trifulca mediática por la custodia de tus hijos.
- Ponerle a tus hijos nombres raros: Los vástagos de personas comunes y de famosos se diferencian en una sola cosa: el nombre. Si eres una celebridad no le puedes poner a tu hija María porque no te va a comprar la exclusiva ni “La Cuarta”. Necesitas nombres con gancho: una fruta (Apple), una ciudad (Paris, Brooklyn), un superhéroe (Kalel) o en spanglish (Stella del Carmen o Kevin José), en vulcaniano o con caracteres cirílicos. Atento, si el nombre es compuesto no puede superar una longitud de tres palabras porque, a partir de ahí, pasan a ser nombres monárquicos y eso está recontra “out” y las transfusiones de sangre azul son carísimas.
- Revelar intimidades: ¿Nada de lo anterior ha dado resultado? ¿Tu efímera fama se ha evaporado cual droga en la puerta de la casa de Amy Winehouse? Siempre tendrás a mano un recurso para hacer mucho ruido: revelar intimidades de tu relación con tu ex pareja y que eso llegue, incomprensiblemente, a los medios cahuineros. Eso si, mantén el suspenso como si se tratara de una bomba de tiempo: primero algunas fotos, luego una denuncia en un juzgado, contratar un Abogado chanta, algunas lagrimitas en programas de farándula y finalmente no dices nada o una verdad a medias.

* Versión libre de un artículo escrito por un Bloguero español, Fernando Siles: http://kalimerozone.blogspot.com/  con adaptaciones contextuales y lenguaje chilensis. Gracias Fernando.

miércoles, 18 de enero de 2012

REGALOS

Los simples mortales, de cualquier raza, nacionalidad o credo religioso, tenemos, históricamente, la costumbre de intercambiar regalos. 
Y lo hacemos, durante todo el año y en las mismas ocasiones: nacimientos, bautizos, cumpleaños, bodas, aniversarios, graduaciones, bienvenidas, despedidas, rinoplastias, divorcios y colocación de siliconas.
Los hombres primitivos, cuando querían demostrarse afecto, se obsequiaban lanzas, cuchillos y collares de dientes de cocodrilo. Luego, una vez descubierto el fuego e inventar la rueda, los presentes también evolucionarían y se regalaban un jabalí asado al palo, huevos de avestruz y pipas de la paz.
En nuestro continente el asuntito comenzó con don Cristóbal Colón, cuando, al no achuntarle a las Indias y desembarcar por estas tierras, se encontró con un montón de aborígenes piluchos, y, para conquistarlos, no se le ocurrió mejor idea que regalarles unos diminutos fragmentos de espejos, algunos botones y bolitas de vidrio, por supuesto que nuestros antepasados se volvieron locos. 
Y nosotros, fieles descendientes, continuamos, con esos instintos básicos: nos encanta andar piluchos, a pata pelá y nos sigue cautivando lo brilloso, lo que sea, pero que brille. 
Y nos quedó gustando el asuntito de los regalos, darlos y recibirlos, que hasta se nos ocurrió inventar fechas para hacerlo: si ya tenemos en el calendario el día de la Secretaria, del Compadre y del Vecino, falta muy poco para que se decreten: el día del Patas negras, de la Cahuinera y del Awueonao, ocasiones en que daríamos y recibiríamos miles de presentes.
Si existe una fecha en la que ateos, moros y cristianos caemos en una suerte de orgía hiperconsumista es en Navidad.
Desde noviembre, todo el mundo se vuelve loco con el tema y se gasta hasta lo que no se tiene para hacerle regalos a un listado que empieza con la suegra y termina con el conserje del edificio. 
Del nacimiento del niño Jesús, la razón de la fecha, nadie se acuerda. Se acude, con desesperación, como quinientas veces, al hipermercado para comprar un arbolito artificial, esferas de colores que dan botes y no se rompen, y juegos de luces intermitentes (todo “made in China”), además de los regalos que se “tiene” que hacer a la parentela, que, en todo caso, son siempre los mismos: bicicletas, corbatas, libros, perfumes, cosméticos, chocolates, ropa en general y mascotas; cuento aparte son los regalos tecnológicos, porque ahora nadie puede vivir si no tiene un celular que hasta le limpie el poto, un plasma que aguante los martillazos de un lolo esquizofrénico y una cámara fotográfica digital que le indique que una persona es demasiado fea para hacerle una toma.
El amigo secreto en la Oficina es hacerse regalos obligados, que a nadie le gustan, entre gente con la que nos detestamos mutuamente. Todos lo hacemos por cumplir y compramos, a última hora, una sirena de porcelana de una luca, un par de pañuelos que nadie usa y un juego de naipes con el que nadie juega, todo chino, obvio.
Los regalos de bodas ya no son como antes, porque ahora existe la lista de novios de las Multitiendas, para evitar que la nueva pareja acumule siete planchas, ochenta copas de champaña y cuarenta y dos pares de sábanas chinas de pésimo diseño.
En tiempos de las cavernas, cuando un troglodita se enamoraba de una hembra chascona, le regalaba un certero garrotazo en la nuca y, de las mechas, se la llevaba, a la rastra, a su cueva oscura y maloliente, la hacía suya brutalmente y se daba por hecho que estaban casados, evitándose así toda la parafernalia de regalos, ceremonias civil y religiosa, recepción para dar de comer gratis y un aparentador viaje de luna de miel. El asunto era más sencillo y el objetivo se cumplía a cabalidad: aparearse.
El “Baby shower” lo inventaron las mujeres gringas para ahorrarse unas lucas y recibir de los familiares y las amigas: baberos chinos, paquetes de pañales desechables y crema para el potito del bebé.
Cuando alguien regresa de un viaje, es asesinado si no trae consigo regalos comprados en los Aeropuertos: ceniceros y encendedores para quien no fuma, máquina de afeitar para el que no tiene ni pelusas y una piedra pómez para eliminar las durezas en los talones. - Lindo, gracias, te pasaste, no te hubieras molestado...tienes que decir, aunque el regalito no te haya gustado para nada..
Como se puede apreciar, somos víctimas de un consumismo exacerbado provocado por este mundo marketero, que nos hace olvidar la razón fundamental para hacernos regalos.
Y, seamos honestos…más que recibir bufandas chillonas, guantes de cuero sintético o un CD con música clásica, todos preferimos pasar las celebraciones especiales en familia, comer algo rico con la gente que amamos y es mucho más gratificante recibir de ellos abrazos, besos, una sonrisa y decirnos que nos queremos. Con eso nos basta.