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Rey de Socos

jueves, 1 de marzo de 2012

FANS

Del Inglés Fanatic,  palabra que los gringos cortaron, siempre prácticos ellos, y dejaron como Fan: fanático, al que también se le llama admirador, aficionado o seguidor. 
Es un vínculo emocional irracional de una persona hacia sujetos mediáticos del mundo del espectáculo y deportivo idealizados: cantantes, actores, animadores y deportistas famosos (nadie es Fan de un sibarita, un anacoreta o un cuidador de un faro), o a un hobby (pasatiempo) series de TV, películas, bandas rockeras, equipos de fútbol y un largo etcétera.
Un grupo de Fans constituyen un fandom, (abreviatura de Fan kindom: reino fan, referido al conjunto de aficionados, pertenecientes a un “Fans Club”, que leen fanzines (abreviatura de Fans magazines: revista de fanáticos) donde publican la vida de los ídolos, chismes, fotografías y les venden toda clase de merchandising y entradas para eventos.
Esto viene desde Frank Sinatra (el primer Fans Club de la historia), Los Beatles, la fansmanía más numerosa, febril e histérica que haya existido, siguiendo con Elvis, los Rolling Stones, y otro largo etcétera; todos han tenido, tienen y tendrán un grupo incondicional de fanáticas siguiéndolos, adorándolos e imitándolos. 
Esto se da, desde siempre, mayoritariamente, en mujeres adolescentes y pueden llegar a tal grado de apasionamiento, que, para muchas, se convierte en obsesión.
En los 60’s, Chile vivió el fenómeno “Nueva ola”, una marejada de un tsunami de cantantes pop (abreviatura de popular) que venía desde la meca del espectáculo, donde se gestan los famosos y se ha sacralizado el éxito: USA
Muchos intérpretes nacionales se bautizaron con nombres gringos, (impensable que usaran seudónimos Mapuche, Diaguita o Aymará) y hasta cantaban en inglés, copiándoles en todo: indumentaria, movimientos epilépticos en el escenario, excentricidades patéticas, se tiñeron el pelo rubio e impusieron tendencias: usar lentes Lennon, botas cortas con elástico lateral, sweters cuello tortuga y bufandas multicolores que llegaban hasta el suelo.
También surgieron, como no, las Fans chilensis, bautizadas por la prensa local como “Calcetineras”, porque se caracterizaban por usar esas prendas de vestir, muy de moda en aquellos tiempos, y por caer rendidas a los pies de los artistas. 
Eran quinceañeras que se aglomeraban con plumeros de porristas gringas en Aeropuertos, se parapetaban en la puerta de Hoteles y seguían, cuadras y cuadras, un auto con vidrios polarizados en el que iba su ídolo. Todas estas jornadas eran acompañadas de gritos histéricos, llantos desmedidos y desmayos grotescos. 
En todo caso, la cosa no andaba al lote, no Señor, estas niñitas eran bien organizadas: vestían de un mismo color, tenían directiva, carné de socia, pagaban cuotas, asistían a reuniones y, por supuesto, a todos los conciertos de sus adorados tormentos y organizaban obras sociales para ir en ayuda de los más necesitados. 
Las más destacadas fueron las seguidoras de José Alfredo “Pollo” Fuentes y Raphael de España, las primeras vestidas de amarillo y las otras de rojo. Todas leían la revista “Ritmo”, coleccionaban fotos, cantaban sus canciones y soñaban en convertirse en sus novias. Un fanatismo incondicional, candoroso y tierno. 
Los trofeos de las chicas eran: un autógrafo, un póster así de grande en la cabecera de su cama y soñar que se casaban como la monarquía: de blanco refulgente, una cola de veintisiete metros, saliendo de una Iglesia bizantina, pegada como lapa al brazo de su ídolo vestido con uniforme militar de gala.
Las fanáticas de la actualidad son distintas: más intrépidas, desprejuiciadas y apasionadas: se enamoran perdidamente de un cantante o actor, aunque el tipo sea más feo que leproso al límite del espanto, con un nombre asesinable, sude como equino y sufra de halitosis. Aún con la absoluta certeza que jamás sabrá sus nombres, dónde viven y con cuántas cucharadas de azúcar les gusta el café, ellas suspiran, lloran y mueren por él.
A diferencia de sus similares sesenteras, las Fans actuales cuentan con Internet, que pone a un artista al alcance de cualquiera, desde allí siguen sus mínimos pasos: conciertos, vida privada y escándalos; los sienten más cercanos, bajan de la red sus discos, películas, entrevistas y asisten, en masa, a sus presentaciones personales como si fuera el gran acontecimiento de sus vidas.
Algo no ha cambiado: continúan echando abajo teatros, bomboneras y estadios con sus gritos y adoración irracional, que les brinda el grado de huevonitis necesario para perdonarles todo a sus amores platónicos, hagan lo que hagan, los siguen venerando idiotizadas.
El ser humano siempre ha tenido la necesidad de vivir con un mito; si los griegos creían que los dioses vivían en el Olimpo, las Fans los ven en las colinas de Hollywood, en las pantallas del cine y TV, y en mega escenarios encandiladores, pantallas gigantes, parlantes que rompen tímpanos, donde hay mucho humo y fuegos artificiales.