...

...
Rey de Socos

martes, 1 de septiembre de 2020

CEMENTERIO DE CERRILLOS DE TAMAYA

El pueblo, se ubica a 25 km al poniente de Ovalle, región de Coquimbo, Chile, que nace, alrededor de 1830, por la explotación de una mina de cobre, en el cerro Tamaya (del quechua= el centro, del cacán= alto mirador), descubierta por don José Tomás Urmeneta.
Para transportar el mineral hasta el puerto de Tongoy, en lugar se ubica una de las estaciones del ferrocarril (uno de los primeros de América del sur).
A mediados del siglo XX, el pique comienza a bajar su ley y se extinguen sus principales vetas,  situación, que desencadena una masiva migración de sus habitantes, hacia las salitreras nortinas, dejando su emblemática estación de ferrocarriles y un gran porcentaje de sus viviendas abandonadas.
En el año 1918 don Arturo Villalón Sieulanne, oriundo del lugar, construye dos tranques, que solucionan el problema de la escasez de agua en el sector, lo que genera una reorientación laboral entre los lugareños, transformando este pueblo, otrora minero, en un valle agrícola, que comienza a producir un sinnúmero de hortalizas que son comercializadas, tanto en Ovalle como en el norte, específicamente, en las Oficinas salitreras de Tarapacá y Antofagasta.
Desde hace unas décadas, se dedican al cultivo de vides, siendo la “Viña Tamaya” la más reconocida, especialmente, por la producción de vinos de exportación.
Aparte de su historia minera y agrícola, sin duda, lo que le ha dado identidad a este pueblo es la particularidad de su Cementerio, en el que las tumbas son decoradas con réplicas, a escala, de templos católicos, lo que le da al camposanto una estética original, creativa y pintoresca, que lo destaca como un patrimonio característico y único de la región.
Don Juan Lazo Tapia, panteonero y artesano local, en quien da inicio a esta tradición en el año 1938. Luego del fallecimiento de don Juan, en el año 1981, es su hijo Luis quien continúa con esta práctica, hasta que en la década de los 90’s, se suman otros artesanos locales y afuerinos.
Las réplicas son construidas de cemento, cerámica, piedra o mármol, materiales resistentes a las inclemencias del tiempo, y cuentan con detalles como puertas, vitrales, escaleras, torres campanarios y cruces.

La historia de este lugar, además de un sinnúmero de testimonios y fotografías, se encuentran en el libro “Donde rezan las almas” del autor Sergio Peña Álvarez, publicado en el año 2016.