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Rey de Socos

miércoles, 16 de diciembre de 2009

RESFRIADO

Tengo la garganta irritada, los ojos llorosos, sudo como coreano en baño turco, me duele el esqueleto, me corren los mocos y la tos no me deja, aparte de un humor insoportable, no puedo creer que, más de doscientos virus se hayan encargado de provocarme este desagradable estado de salud, que me ha tirado, abruptamente, a la cama: estoy resfriado.
En el velador tengo un kilo de fármacos que me recetó el médico antes de venirme a la casa caminando como un zombi. No tengo ánimo para leer o escuchar música, pedí que las cortinas estuvieran cerradas y que, por favor, nadie meta bulla. Estoy muriendo lentamente.
No puedo tragar, no puedo hablar, al levantarme al baño, camino a patas abiertas, como boxeador después de un knock-out. Siento que todo gira a mi alrededor y el ruido más insignificante se eleva a mil decibeles en mis oídos. No tengo ganas de nada. Lo único que quiero es que se me pase, lo más pronto posible, esta sensación de desgano, que me dejen de doler los músculos de la guata de tanto toser y que desaparezca la cara de huevón que tengo.
Aparte de dormir pésimo anoche, estuve dando lástima toda la mañana en el trabajo, hasta que el Jefe me dijo:
- Váyase para su casa, mejor, hombre, no siga repartiendo microbios gratuitamente acá en la Oficina, porque va a provocar una pandemia y pronto tendré a todo el personal con licencia…váyase.
Lamentablemente, no tenemos idea en qué momento nuestras defensas están bajas. A pesar de preocuparnos de comer un kiwi por día, tomar jugo de naranja en el desayuno y algún otro alimento rico en vitamina cé; pero, el momento llega y no podemos evitarlo. Lo mío viene con los cambios bruscos de temperatura, por eso, odio el aire acondicionado.
Mientras pasan los años, los amigos te dan mil recetas infalibles para quitarte un resfrió en menos de lo que canta un gallo: beber una cerveza con limón, dos aspirinas y sal; es una mezcla intragable, pero da resultado, sobre todo en los resfríos de verano; o a lo macho mexicano: tequila, limón y sal; terminai más curao que moscardón en una fonda, pero se te va. La receta de mi abuela y luego de mi madre, auténticas diaguitas, era: Tilo, limón, cáscara de naranja y azúcar quemada, eso es lo único que acepto, porque desde pequeño, ese hervido de rico sabor me sanaba de todos los males a los tres días (ahora, que ya paso del medio siglo, la payasá no se me va sino hasta en una semana…y más).
Es extremadamente incómodo andar abrigado como esquimal, con paquetes de pañuelos desechables en los bolsillos, la nariz como payaso, con dolor de cabeza y deprimido; porque, admitámoslo, los hombres somos re-maricones para enfermarnos. Yo lo he asumido y no me da vergüenza admitirlo.
Admiro a las mujeres, que padeciendo el mismo resfrío que tenemos nosotros, con un poco de mentholatum en la nariz van a trabajar y realizan todas las labores domésticas sin hacer tanto escándalo. Lo que no me gusta, es que siempre nos pelan y se ríen de nosotros:

- ¡Ay, niña, mi marido está resfriado, y en cama, mijita, en cama, te juro…aparte de darle en la boca los remedios, hasta tengo que cambiarle el canal con el control remoto, porque el pobrecito ni siquiera tiene fuerzas para hacerlo y me mira con cara de cordero degollado, como si se estuviera muriendo, fíjate tú.
- Eso no es nada, si hubieras visto al mío, llegó con una cara de muerto y con un hilo de voz me dijo: - Háceme una limoná, por favor, háceme una limoná…y se acostó…se acostó..¿podís creerlo?
- Tan cobardes que son los hombres…¿ah? ¿Te fijai?… ¡cómo sería si ellos tuvieran una guagua! (trillado argumento de mujeres con categoría de brujas).
- No te digo ná, niña, tuve que llamar a mi suegra para que lo cuide, porque no podía dejarlo solo, y claro, él, chocho regaloneando con su mamita, mientras yo me mato trabajando en la oficina…y es un resfrío no más puh, chiquillas, ¿ah?
- Así son los hombres, poh: cobardes para enfermarse. Y desde chiquititos, ¿ah?, porque mi hijo, es igual que su Papá, se enferma de algo y hace una cuática…que ni te cuento.

No le doy a nadie un resfrío. Lo único que espero ahora es que se me pase lo más pronto posible. No me gusta estar en cama, no me gusta tomar fármacos, no me gusta decir “Baria Badalena” en vez de María Magdalena, no me gusta sentirme como me siento, pero sobre todo: odio que se rían de mí cuando estoy enfermo. Ay, ay, ayayaicito… ¿por qué me pasan a mí estas cosas? Me estoy muriendo. Llamen a la funeraria.

martes, 15 de diciembre de 2009

CACHUREOS


¿En qué fatídico momento un objeto pasa de ser algo útil a denominarse “cachureo”?  No tengo idea; pero de lo que sí estoy cierto, es que en cualquier casa que se respete “debe” existir el indispensable cuarto de los cachureos, (en algunos países lo llaman cuarto de los trastos) adonde van a parar miles y miles de porquerías que fueron usadas, las que se utilizan de vez en cuando y las que no le servirán nunca a nadie por los siglos de los siglos.
En una casa-casa es posible contar con ese espacio en el fondo del patio (no así en los departamentos caja de fósforo que habitamos los diaguitas inmigrantes) en el que se comienza por ubicar allí el planchador y, además, se guardan: la aspiradora, la estufa, la máquina de coser de la abuela, las escobas, los traperos y de un cuanto hay.
Hasta que el asuntito se transforma en un desorden de bolsas de plástico reciclado llenas de cachivaches, cajas de diferentes tamaños, floreros y demás, que no hallamos dónde cresta meter.

Entonces, un buen día, decidimos construir un mueble con repisas para ordenar esa anarquía y ubicar: el pesebre, el árbol gringo de navidad con todas sus chucherías, los juegos de luces que emiten esas melodías inaudibles, el ventilador de pie, la plancha seca, libros viejos, jarrones del año ñauca, los frascos y botellas vacías, trabajos manuales y los camiones tolva del nene, muñecas y ositos de peluche de la nena, el cajón de herramientas del rey de la casa y el moisés que utilizó la última guagua de la familia.
Nunca falta que un miembro del clan familiar sea el más cachurero, ese que siempre recoge cualquier pita, hilo, lana, caucho, cáñamo, o cinta de regalo, y comienza a fabricar una enorme pelota y la saca cuando hay que atar un paquete. Para qué decir de los papeles de envolver, guardan hasta el celofán en el que envuelven las flores compradas en algún semáforo.
Cuento aparte es el cachurero que guarda los envases de cualquier artículo, porque no botan ni la espuma plástica en la que vienen envueltos los artículos electrónicos. Estos personajes llenan la casa de huevadas que tienen la denominación de porquerías: guardan corchos, palos de helado y la cabeza de una Barbie.
Los que vivimos en departamento tenemos el tema resuelto, porque no existe el bendito cuarto o porque, sencillamente, no hay espacio para guardar botellas, frascos y potes de mantequilla, casata o cajas en las que venía una torta, por lo tanto, mandamos todo eso directamente a la basura, porque allí pertenecen. 

Y es cierto, algunas cosas que se guardan en la pieza de los cachureos tienen, definitivamente, calidad de basura, pero permanecen allí eternamente, porque alguien por ahí dice: nunca se sabe cuando algo puede ser de utilidad…el que guarda, siempre tiene.
Hay objetos que jamás se botan: la vieja guitarra con la que todos en la familia aprendimos a tocar, el acordeón del abuelo, el triciclo en el que todos nos sacamos la cresta cuando éramos chicos, la desvencijada bicicleta, la colección de long play del tío setentero, la pelela enlozada y la bandeja de mimbre, para que el enfermo de turno se alimente en la cama.
Los cachureos no se pueden eliminar de la casa, porque esos baúles decrépitos contienen cosas que fueron importantes para alguien, forman parte de la tradición de la familia y no se puede seguir viviendo sin los recuerdos: ¿Cómo podemos ser tan desalmados y deshacernos de la vieja silla mecedora de la abuela, de la Manena, esa muñeca de loza con la que jugaba nuestra hermana y de los soldaditos de plomo que tenemos guardados en una caja metálica de zapatos Calpany? Eso sería tirar por la borda años de historia, porque esos objetos han formado parte de nuestra vida y serán siempre tema de conversación, cada vez que buscamos el guatero y nos encontramos con el paraguas de papel que usó la Chira cuando se disfrazó de japonesa en la fiesta del Liceo de Niñas.
El problema se suscita cuando se nos ocurre cambiarnos de casa: ¿Qué nos llevamos? ¿Qué botamos? Difícil encrucijada. 

Al final partimos con todas esas cosas, porque no tenemos coraje de tirarlas, regalarlas o venderlas. Ser cachureros forma parte de nuestra cultura. 
En otros países, la gente bota de todo…si no me creen, vayan alguna vez a pasar el año nuevo a Italia…esa noche, luego de darse mutuamente abrazos y besos dobles, los italianos tiran por la ventana todos los trastos viejos, hasta los muebles, que los chilenos tenemos en calidad de tesoros en el cuarto de los cachureos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

MAESTRO CHASQUILLA

En cualquier casa, con el tiempo y el uso, algunos artefactos entran en estado de coma: el refrigerador, la plancha, la enceradora, la estufa…o surgen, irremediablemente, algunas necesidades básicas: cierta pared requiere, de vez en cuando, una manito de pintura; la llave del lavadero precisa un cambio de suela; es ineludible cortar esporádicamente el pasto, antes que del “mato grosso” aparezca un zulú con una lanza o, por último, colocar un nuevo alambre para tender la ropa en el patio. 
Algunos de estos menesteres son sencillos de realizar, por lo tanto, los hombres nos convertimos, indefectiblemente, sin darnos cuenta, en “reparadores puertas adentro”. 
Ante cualquier desperfecto, es el macho quien debe cortar el agua para examinar qué sucede con la maldita gotera del baño, chequear el tablero cuando se cortó la luz (o, dicho correctamente: se ha interrumpido la energía eléctrica, según los sabihondos electromecánicos del Poli) o clavar la pata de la silla coja. 
Ocasionalmente debemos pasarle barniz a la puerta de entrada, adecentar los muebles de la cocina con esmalte o colocar los tiradores de los cajones de la cómoda, que nadie sabe adonde cresta fueron a parar.
Nunca se termina de reparar todo, porque cuando pareciera que ya no hay nada por remendar, viene la ansiada lluvia que nos obliga a poner la pelela o cualquier tarro u olla para contener la cantidad de agua producto de las goteras del techo (si me hubiera preocupado en verano, decimos mientras subimos a colocar una manga de plástico sobre las calaminas…”por mientras tanto”).
Hay pegas que son más fáciles que otras: pintar la reja, cambiar un vidrio, destapar el quemador del calefón o colocar una ampolleta en el patio cuando queremos hacer un asado, fabricando una extensión comprando unos metros de cable (conductor, dirían los idems), un enchufe macho, un soquete y la conectamos en el pasillo, pasando el cordón por toda la casa para sacarla por la ventana del baño, total, es para “mientras tanto”, pero, en la mayoría de los casos, queda “para siempre”.
Cuando comienza a salir agua de una pared, es necesario llamar a una empresa constructora o a un especialista; pero si queremos “ahorrarnos” unas lucas, mejor llamamos al “Maestro chasquilla” de oficio, ese que es Maestro de todo y especialista de nada. El que soluciona todo con un alambrito y promete y nunca cumple…pero, puchas que te sale “barato”… ¿no?
El calvario comienza con la llamada al celular: 

- don Filomeno... ¿puede venir mañana?... mire que tengo el piso mojado de tanta agua que sale del muro que está entre la cocina y el baño…- Si, si, no se preocupe, dice…- Mañana, entre nueve y nueve y media estoy por allá…
Y al día siguiente, llega la hora de almuerzo y el maestro no aparece...¿qué le habrá pasado?...Bueno, llega al otro día…con su maletín cargado de cachivaches y comienza a picar el muro con combo y cincel. 
Luego que derriba media muralla, nos llama para decirnos que la falla está en una cañería interna, pero que necesita ir a la ferretería a comprar soldadura y unos codos, porque de esa medida no tiene
-¿Sabe?…nos dice: estas cañerías son de cobre, ya no se usan, pero, no se preocupe, que hoy queda solucionado… 
Y bueno, tenemos la cocina hecha un desastre, el agua cortada, no podemos usar el baño y don Filomeno se demora como cuatro horas en llegar con la soldadura y los benditos codos. 
El problema se ha solucionado, pero ahora debemos reparar la hecatombe que dejó: estucar nuevamente, alisar, enyesar, lijar y pintar. 
No encontramos el color verde moco que tenía la cocina, por lo tanto, elegimos un blanco psiquiátrico. 
En el baño debemos colocar nuevos azulejos, y tampoco hay del color que teníamos, entonces decidimos cambiarlos todos y optamos por unos amarillo caca. 
En síntesis, la filtración de agua nos salió más cara que construir la mansión de un jeque árabe. A eso hay que sumarle las incomodidades, rabias y molestias, además que, en el afán de ayudarle al maestro (para apurar la causa), hemos quedado con las manos como chirimoyas.
El Maestro chasquilla es parte de nuestro paisaje urbano. Bueno o malo, dependemos de ellos. No nos queda otra. 

Nosotros somos chasquillas sin proponérnoslo y seguiremos pegando papel mural, barnizando sillas y cambiando enchufes, porque, al fin y al cabo, esas labores nos entretienen y por eso, tenemos un maletín lleno de herramientas y cada vez que realizamos estas labores, en lo primero que pensamos es en llenar el refrigerador con unas cuantas latas de cerveza y, tal como cuando lavamos el auto, lo hacemos escuchando música setentera.

lunes, 7 de diciembre de 2009

CIRCO

Tradicionalmente, en el mes de septiembre, observábamos, por las calles de Ovalle, un desfile de carromatos, anunciando la llegada de la magia del Circo. 
Veíamos pasar payasos, contorsionistas, trapecistas, caballos, perros amaestrados y las infaltables jaulas conteniendo algunos fétidos ejemplares del rey de la selva. 
¡Al Circo, al Circo, todos al Circo, mañana matinée, vermouth y noche!...se escuchaba por el destemplado megáfono pegado en el frente de una destartalada camioneta pintada de mil colores. Y quedaba la tendalada. 
Corríamos detrás de la comparsa, impactados por lo que veíamos. Queríamos ir al Circo. En la Escuela no se hablaba de otra cosa. Para todos era una novedad ir a ver (y oler) leones africanos, cebras, elefantes, camellos, etc., lo que se convertía, sin duda, en una inusual visita a un mini zoológico artesanal. 
Los animales, que sólo conocíamos por fotos, estaban allí, frente a nuestros ojos y no lo podíamos creer.
El despliegue de la monumental carpa iluminada por centenares de ampolletas, al final de la calle Tocopilla, al llegar a David Perry, llamaba la atención desde cualquier punto de la ciudad. La onda circense alegra y le da colorido al ambiente. El Circo atrae, atrapa y emociona.
Una pista circular, rodeada por sillas plegables de madera, divididas en palcos y platea, nos da la bienvenida. 
El grueso de los asientos (y las locaciones más económicas) para el respetable siempre se congrega en galucha, desde donde se ve mejor, porque en platea uno arriesga una tortícolis de tanto mirar p’arriba. Las irregularidades del piso se emparejaban con viruta.
El espectáculo comenzaba con la presencia del Señor Corales, el animador por excelencia, vestido de frac e iluminado con luz cenital, acompañado por la orquesta que anima toda la jornada, la misma que habíamos visto en la calle. Con su característica impostación de la voz, anunciaba todo lo que venía y nos daban un pequeño adelanto, porque se daba inicio al desfile de todos los artistas con sus trajes ajustados, atiborrados de lentejuelas, rostros sonrientes y estudiadas maneras de saludar, además de los animales engalanados. Todo eso motiva, ni más ni menos, al aplauso cerrado del respetable. Para acompañar el espectáculo no puede faltar algodón de azúcar, churros, palomitas de maíz, maní y manzanas confitadas.
El programa era bien variado: trapecistas, payasos, magos, cantantes, la mujer barbuda, enanos, los tipos que escupen fuego y los equilibristas en la cuerda floja. Lo más atrayente es ver a los elefantes haciendo gracias, a los caballos desfilando al ritmo de una marcha prusiana y a los leones pasando por una argolla encendida. 
Las manos quedan adormecidas de tanto aplauso, porque cada artista, una vez terminada su maroma, levanta las manos para que uno, automáticamente, los premie con golpes de palmas, le haya gustado la gracia o no.
Lo más interesante es que, luego de haber asistido al Circo, cada cabro de porquería quería hacer las mismas acrobacias de los circenses y se sacara la cresta tratando de colgar de las patas desde el travesaño de la puerta del gallinero o dar una vuelta de carnero en el patio y como consecuencia de un mal cálculo quebrar un vidrio de la ventana o dejar otro desastre. 
Otros andaban tirando pelotas al aire para apañarlas alternadamente o repitiendo los mismos chistes de los payasos. 
El Circo motivaba un sinnúmero de talentos escondidos y hacía soñar que alguna vez podíamos estar en un trapecio dando saltos mortales y recibiendo una ovación del público. 
El Circo no ha muerto. Aún subsisten los clásicos: Las Águilas Humanas, Frankfurt, Los Tachuelas, aunque el Tony Caluga haya pasado a mejor vida y el Copucha, el Cuchara y el Charola no aparezcan más en TV. También han surgido Circos nuevos, que continúan entreteniendo al público con su espectáculo itinerante.

Dedicado a mi compañero de Escuela Adolfo Melo, quien vivía en el recinto de calle Tocopilla y siempre fue un original artista. ¿Qué será del chico Melo? Años que no lo veo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

ESTRESADOS


Está de moda. En nuestro entorno deambula un tropel de víctimas del flagelo. Esta sí es una pandemia que ha contagiado a millones. Donde uno vaya, no se habla de otra cosa. 
Todos lo padecemos y nos consolamos recíprocamente, convirtiéndonos en una especie de cofradía. En el ambiente de cualquier oficina se respira a cansancio, tedio y pusilanimidad. Las conversaciones giran en torno a las pesadumbres: depresión, ansiedad, angustias, alergias, insomnio, inapetencia, caspa, seborrea y mal de ojo…algunos siúticos mencionan el “jet lag”. 
Y le echamos la culpa al sistema, porque el culpable de todos nuestros males, siempre es el maldito sistema. 
Los pocos que tienen plata van al psicoterapeuta, pagando una fortuna por sesiones en las que, desparramados en un sillón, con una caja de pañuelos desechables al alcance, sollozan quejándose de las mismas sandeces con las que le han llenado la cabeza a sus amigos, para que el profesional, luego de cuarenta y cinco minutos cronometrados, cruce las piernas con petulancia, se saque, con gesto estudiado, los anteojos, y con una mirada escrutadora, propia de tipos convencidos de ser los únicos “normales” del mundo, les diga, con displicencia: 
- “estamos mal ¿eh?, estamos re mal…”. 
- Bueno, nos vemos el jueves. - Que estés bien (Un buen dato para lolos indecisos en elegir carrera: ingresen a Psicología, es la profesión del futuro…y bastante rentable).
Los que no tienen plata para un Psicólogo, se auto-medican y toman pastillas para todo: para dormir y para no dormir, para cagar y para trancarse, para tener apetito y para calmar la ansiedad, y nadie se mejora, todos continúan sufriendo horrores y fármaco dependientes. Siguen fumando una barbaridad, toman café todo el día y andan tiritones. No se les puede presionar para que produzcan ni exigirles eficiencia ni muchos menos llamarles la atención (por el tema de la hipersensibilidad), porque podríamos provocar una avalancha de dramas, entonces, las oficinas están plagadas de llorones patológicos intocables.
Los lamentos son pendulares: quejarse de tener trabajo y de estar cesante, de tener pareja y de estar solo, de tener hijos y de no tenerlos; de haber sido infieles y de estar arrepentidos, y por último, lo generalizado, estar estresados porque tienen las tarjetas de crédito reventadas y no cuentan ni con una miserable luca para jugar al Kino. Atroz, oye, atroz.
El tema es quejarse de todo. El neologismo para graficar este malestar y todas las calamidades habidas y por haber, es: ESTOY CHATO. Todos están chatos de todo. Y muchos estamos chatos de que todos estén chatos.
¿Qué nos sucedió? Hoy, todo el mundo busca el facilismo. Ya no existe la intrepidez. Nadie quiere sudar gotas gordas por nada. Las mujeres ya no tejen, no bordan ni jardinean. Los hombres no arreglan la plancha, no cambian el sopapo del baño ni afilan las cuchillas. Los niños no fabrican volantines, no juegan con rompecabezas ni a las bolitas. Todo gira en torno a la ley del mínimo esfuerzo. Hoy sólo tenemos a las mujeres preocupadísimas por saber en qué cresta va a terminar la telenovela "¿Dónde está la cabra?", los hombres trasnochando por ver las estupideces que hacen un montón de vagos, por plata y fama, en “Pelotonto” y los niños sólo quieren permanecer idiotizados frente a una pantalla con los alienantes juegos electrónicos y con un celular como parte de su anatomía. 

Esto es una infección social, un virus que ataca a moros y cristianos, como antiguamente sucedía con el tifus, el cólera o la fiebre amarilla. Todo el mundo se contagia. La respuesta que dan los estresados a esta calamidad colectiva es la gastada, resignada y lenitiva frase: ES LO QUE HAY.
Hace tres décadas no había personas estresadas en ninguna parte. Teníamos resiliencia frente a cualquier dificultad. Los problemas se encaraban con “ñeque”, predisposición a “darle vuelta el puño” a los inconvenientes y “a lo hecho, pecho”. Nadie se hacía dramas por nimiedades y se daba por entendido que “la vida no es fácil”. Estábamos psicológicamente predispuestos a tener una existencia cuesta arriba. Sabíamos que nada nos resultaría sencillo y que nos daría una inmensa complacencia lograr nuestros objetivos con: planificación, estudio, trabajo y sacrificio. Estábamos programados para superar dificultades.


Les tengo que confesar algo: no puedo seguir escribiendo….me estresé.

miércoles, 12 de agosto de 2009

FRASES TÍPICAS DE POLÍTICOS



  • Caminaremos sobre los surcos que nos han dejado nuestros próceres.
  • Con la plata del pueblo no se juega.
  • Crearemos programas de participación de todos los ciudadanos en las decisiones del gobierno.
  • Debemos proteger el estado de derecho.
  • Dejaremos de ser un país en vías de desarrollo para entrar a la era de las nuevas tecnologías que nos brindarán un crecimiento expansivo.
  • Destinaremos recursos sin precedentes a la construcción de Hospitales, Escuelas y viviendas dignas.
  • El diálogo es la principal herramienta para solucionar los problemas que afectan a los empresarios y trabajadores.
  • Es el momento de modernizar las Instituciones del Estado, ya basta de burocracia y demagogia.
  • Es injusto que pocos tengan mucho y muchos tengan poco.
  • Es urgente crear empleos con sueldos dignos.
  • Estaremos siempre junto al pueblo.
  • Hemos establecido una comisión investigadora para analizar la materia.
  • Iniciaremos una etapa de transparencia y prosperidad.
  • La corrupción se limpia con mejores controles y justicia efectiva.
  • La honradez y el trabajo mancomunado nos llevarán a lograr nuestros objetivos.
  • La riqueza debe ser distribuida entre los que la producen.
  • La salud, la educación y la vivienda deben ser una prioridad.
  • La tierra es para el que la trabaja.
  • Le daremos un golpe definitivo a la delincuencia.
  • Los jóvenes tendrán acceso a la educación superior mediante recursos del estado. Universidad para todos.
  • Los jubilados deber recibir una pensión digna por el servicio que han prestado a la patria.
  • Los recursos económicos serán distribuidos con equidad.
  • Los trabajadores son el primer y más preciado potencial del país.
  • Lucharemos juntos por consolidar la democracia y engrandecer la patria.
  • Lucharemos por un país en paz, seguridad y prosperidad.
  • No los voy a defraudar.
  • Nuestra administración se caracterizará por la eficiencia, la honestidad y el amor a la patria.
  • Por una patria justa y buena para todos.
  • Que nunca más en nuestro país un ciudadano se sienta discriminado.
  • Reduciremos la deuda externa en su grado máximo.
  • Se debe gobernar con honestidad, competencia y empeño.
  • Seré el (Presidente, Senador, Diputado, Alcalde…) de todos.
  • Seremos un país de propietarios no de proletarios.
  • Siempre he tenido vocación para el servicio público.
  • Una comisión está estudiando ampliar, considerablemente, la cobertura de las exportaciones.
  • Una comisión está haciendo lo imposible para detener la inflación.
  • Una comisión está realizando estudios estratégicos pertinentes a eliminar definitivamente la cesantía.
  • Una comisión estudia las alternativas sobre cómo organizar y administrar mejor los recursos públicos. 
  • Una comisión investigará los casos de corrupción hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga.
  • Una huelga nos perjudica a todos.
  • Uno de nuestros objetivos fundamentales es erradicar, definitivamente, la pobreza. Los pobres no pueden esperar.

sábado, 1 de agosto de 2009

ASESINOS DEL IDIOMA

Hace ya más de una década que sufro, enormemente, cuando leo una infinidad de e-mails con monstruosas faltas de ortografía, contenidos en libros de visita con esperpentos lingüísticos, mensajes de texto abreviados y el chateo de minusválidos culturales que escriben todo con ka. Estamos ante una legión de cabezas de termo y me parece oportuno reflexionar al respecto.
En Ovalle, en la escuela pública, con número y gratuita, donde me educaron, me hacían repetir a coro los verbos, quedando grabados en mi cerebro, como en una lápida de mármol: el infinitivo, gerundio y participio de todas las formas verbales. Teníamos “dictado” todos los días y nunca he dudado al escribir correctamente: hipotenusa, escasez y holocausto. No tengo dramas en ubicar el sujeto, el verbo y el predicado en una frase y distingo perfectamente una palabra aguda de una grave o esdrújula y jamás se me ocurriría decir o escribir: resolvido, imprimido o rompido, para expresar el participio de resolver, imprimir y romper, como se los he escuchado a infinidad de personas. (Recado para lolos chacales del mensaje de texto: Lo correcto es: resuelto, impreso y roto).
En esa humilde Escuela de calle Benavente, me enseñaron a leer, no sólo con el silabario, sino que me inculcaron el gusto por la lectura de fábulas, cuentos, ensayos, novelas, artículos de revistas y nos motivaron siempre a escribir las famosas “Composiciones”. También recibí apoyo en mi hogar, porque tuve padres adictos a la lectura y en mi casa siempre hubo periódicos, revistas y novelas.
Las estadísticas muestran que los jóvenes de hoy no utilizan más allá de quinientas palabras para expresarse y quedan “marcando ocupado” cuando uno les menciona términos “raros” como: frugal, prosaico o perogrullo. Hemos constatado que a más de un cincuenta por ciento (y, creo, me quedo corto con el porcentaje) de los egresados de la enseñanza media del año recién pasado, les fue pésimo en la PSU en los contenidos de lenguaje y eso es una demostración indiscutible, que estos cabros no ojean un escrito ni cuando van al baño. Para qué decir si han leído un libro completo, porque no lo hacen ni bajo demanda judicial ni amenazas de tortura física y psicológica ni tormentos en las brasas del infierno. Sencillamente, los adolescentes, no leen, no están “ni ahí” con la lectura. Es lamentable verificar que nuestros jóvenes no saben expresarse, su léxico carece de correctas voces habladas y escritas, llenando todas sus conversaciones con el “o sea, o sea, o sea…”. Y tal como hablan, escriben. Es fatídico, triste y preocupante.
¿Qué hacemos? Para solucionar esta lamentable situación no existe otro remedio que la lectura. Así de simple. Crear en los niños de hoy el hábito de leer, porque con los adolescentes y jóvenes, ya no hay caso. Los medios de comunicación tampoco aportan mucho al respecto, porque la prensa escrita y, peor aún, la radial y la televisiva, son, en muchas ocasiones, el ejemplo más negativo del correcto uso del español. Esta sí, mis congéneres diaguitas, es una innegable pandemia: los asesinos del idioma.
La Lectura tiene la magia de ejercitar la imaginación. Brinda elementos importantísimos para una fluida, coherente y animada conversación. Si uno lee con el diccionario al lado, aprende el significado de las palabras, sus diferentes acepciones, además de conocer sinónimos y antónimos. Con la asidua lectura se ejercita el comprender un texto y extraer sus acápites más importantes. Cuando alguien tiene el hábito de la lectura, aumenta increíblemente su aprendizaje durante su vida y se apropia, gratuitamente, de un potencial bastante amplio en su desarrollo mental. El que lee, siempre es más.
A los adultos nos corresponde un deber fundamental en la casa, porque si los muchachos ven que nosotros no nos interesamos por la lectura, menos lo harán ellos. En este caso, y en muchas otras conductas, las motivaciones y el ejemplo recibidos en el hogar son básicos para adquirir hábitos. ¿Consejo?: regalemos libros. Así evitaremos la anorexia cerebral de las futuras generaciones.

Les recomiendo el último ensayo del sociólogo Fernando Villegas: “Ruego a Ud. tenga la bondad de irse a la cresta”. Gráfico, mordaz e instructivo. Muy bueno. Para leerlo de un tirón.

lunes, 6 de julio de 2009

ALBUM FOTOGRAFICO


"Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos"
Ernesto Sábato

La fotografía congela algo tan efímero como el tiempo y, ya lo sabemos, una imagen vale más que mil palabras. Nos ayuda a perpetuar los momentos más significativos de nuestra vida, inmortalizar un instante de gran orgullo, gozo espiritual o infinita alegría: nacimientos, bautizos, primeros pasos, cumpleaños, primera comunión, graduación, matrimonios, paseos, viajes, asados, desfiles, etc., por lo tanto, con los años, nos vamos llenando de tantas, que terminan en una caja de zapatos en el fondo de un clóset o en varios álbumes, de esos con tapa dura, con letras doradas, con un coqueto cordón, encuadernados en papel emir de color marrón, con cada página separada con un papel de seda, en donde las imágenes, con bordes rústicos, se fijaban con unas prácticas y decorativas “esquinas” con pegamento, uno les pasaba la lengua y listo, quedaban tan adheridas como una estampilla de colección.
Esa caja y los álbumes salen de sus escondites cuando nos visitan algunos primos que preguntan por las fotos del paseo a la playa del año ñauca. 

Y allí comienzan las exclamaciones, gritos, risotadas y discusiones sobre quién es el negro flacuchento que aparece con el perro, frente a qué puerta, de qué casa y el año en que fue tomada.
Hay muchas fotos “cliché”: un crío pilucho, un niño en su primer día de escuela y luego sentado en un banco, otro soplando velitas sobre una descomunal torta, una pareja con rostros serios el día de su matrimonio, una niña flaca y pálida vestida de mini novia en su primera comunión, un grupo de niños con los característicos cucuruchos de cumpleaños en la cabeza, otro niño con expresión de santo penitente, vestido con traje elegante de pantalones cortos, mirando hacia el cielo; las amigas disfrazadas de japonesas en la fiesta de la primavera o el grupo que actuó en una velada; los graduados de secundaria con uniforme, luciendo un diploma, un equipo de fútbol de barrio y una pareja de tortolitos bailando serios, apretaditos, un bolero.
Nos divierte observar el “look” de épocas pasadas: zapatos brillantes, ropa setentera, los hombres con patillas de simio, con anteojos que casi les tapaban el rostro, las mujeres peinadas al estilo Marge Simpson. Los accesorios como: aros, collares, pulseras, carteras, nos dan a entender que los tiempos pasaron, que esas cosas ya no se usan. Fue otro tiempo. Otra moda. Ya no somos los de antes.
Rememoramos las vacaciones en el río o la playa, cuando el traje de baño de las mujeres era de una pieza y mostraban únicamente las piernas. 

Algunos especímenes masculinos en paños menores son la irrefutable demostración de la teoría de Darwin: el hombre desciende, definitivamente, del mono. 
Vemos infantes jugando con el balde y las palitas plásticas haciendo cualquier cosa con la arena. Las mujeres de la familia cuando eran lolas, todas parecían sirenas, porque en la actualidad, es mejor no hacer ningún comentario malicioso, para no herir susceptibilidades. También estamos nosotros, cuando éramos lolos, todos con una envidiable guata como una puerta, las canillas flacas y un traje de baño calzonudo.
Al parecer, hace algunas décadas no se acostumbraba a sonreír ante la cámara, porque nadie muestra los dientes. 

Rostros circunspectos, impávidos, como con temor a hacer algo indebido. 
Da la impresión que todos pensaban que cuando viniera el flash, que te deja encandilado, la cámara les iba a extraer el alma y llevársela al mismísimo Satanás, por lo tanto, se justifican los ojos desorbitados, el cuerpo tieso y la boca de alcancía.
Hay tomas de viajes que todo el mundo se ha hecho, en los mismos paisajes: el Salto del Laja, el reloj de flores de Viña, frente a la Moneda bombardeada, con el volcán Villarrica, en un bus, en un avión, en un restaurante, en la Esmeralda y en el santuario de la Teresita de Los Andes. 

Hay fotos divertidas, fomes, inexplicables, las moralmente cuestionables y las que no vale la pena comentar.
Observar cada una de esas instantáneas es recordar, traer al hoy los hechos del ayer, mantener vivas a las personas que allí aparecen. 

La fotografía esta ligada a la memoria, al no desvanecer, a no perder los momentos álgidos de nuestra vida. 
Cuando vemos fotos de nuestros seres queridos, tenemos garantizado un momento más de existencia. La memoria mantiene vivo todo, lo eterniza. 
Las personas no mueren mientras las recordamos. 
Las fotografías son el único testimonio imperecedero de lo que un día fue y hoy ya no lo es.

martes, 23 de junio de 2009

SUPERMERCADO


La costumbre de ir, algunos fanáticos lo hacen a diario, a estos templos sagrados del consumismo, se ha convertido en un hecho tan habitual, que, la gran mayoría, sufrimos supermercaditis mórbida. No podemos sobrevivir sin ellos y ante la más insignificante necesidad en la casa, lo primero que se nos viene a la mente es: ¡Vamos al Supermercado!
Es que llegaron para cambiar nuestros hábitos y comportamientos como consumidores y, de paso, nos convirtieron en enfermos crónicos de la comodidad y acérrimos consumistas. Ya nadie quiere pelar ajos, porque vienen piluchos o en polvo; picar cebollas, ídem; pelar papas para preparar un puré, porque, ¿Para qué, si viene envasado, le echai una taza de leche hervida y tenís altiro, un rico puré con sabor a caña molida, niña, por Dios?
En el Supermercado todo es tentador, porque fue concebido para eso, para que uno no salga de allí sin haber comprado una gran cantidad de cosas que no necesita. Las frutas se ven brillantes, parecen esas de plástico que se colocan en una frutera de adorno, las verduras están prolijamente ordenadas, mucha luz, mucho espejo, nunca he visto lechugas más verdes, tomates más rojos ni zapallitos italianos más tiernos que allí. Los limones se ven hermosos, los choclos divinos y el perejil y la albahaca huelen como si estuviésemos en una granja.
En el estacionamiento, todo el mundo se quiere instalar frente a la puerta de ingreso y algunos descriteriados ocupan hasta los lugares exclusivos para discapacitados y preferenciales, como ancianos y mujeres encintas. 
Al parecer, la música ambiental es pautada por un desquiciado esquizofrénico que consume sustancias alucinógenas ilegales, porque, a cualquier ser humano con oído musical normal, le crispa los nervios o le provoca una disfunción sináptica aguda. Además, la exagerada frecuencia con que escuchamos las “imperdibles ofertas”, sólo generan en nosotros un rechazo absoluto al producto o servicio que están ofreciendo.
Lo más increíble es que la ida al “Súper” se ha convertido en un paseo familiar y uno nunca puede comprar tranquilo, porque los cabros de porquería arman en los pasillos una pichanga y corren a saltos, como perros recién sueltos luego de haber estado todo el día atados. Por supuesto que las abnegadas madres no encuentran mejor idea para calmarlos, que abrirles un yogurt, el que los angelitos, obviamente, se encargan de verter en el piso. Luego, en el segundo intento “sosiégate niño”, le abren un paquete de galletas, las que, la mayoría, medio mordidas, terminan también, en el suelo.
Nunca falta que, en el sector de las frutas y verduras, ofrezcan chorizos asados a las brazas, y que el irresistible aroma, atraiga, como un imán, al guatón patilludo, a la mujer guatona y a los hijos guatones, todos vestidos con buzo y zapatillas, y se instalen a engullir, con ansiedad de guatones, un choripán con la mayonesa chorreando.
Jamás están ausentes las vecinas peladoras, que se encuentran allí como en la plaza y se largan a conversar de los últimos cahuines del barrio, dejando los carros atravesados, de modo que uno debe poner cara de circunstancia para que lo dejen pasar.
Cuento aparte son las degustaciones, porque, da vergüenza ajena, observar a algunas personas haciendo cola para probar un diminuto trozo de queso, jamón o unos insignificantes centímetros cúbicos de mango sour.
Luego de salir cagado de frío del sector de los yogures, quesos y cecinas, teniendo en tu carro todas las cosas que fuiste a comprar y las que no, viene el doliente peregrinar hacia las cajas, que si encuentras una sin cola es que ese día te bendijeron los ángeles custodios. A veces la única disponible es la “rápida”, pero que, a la postre, resulta más lenta que bibliotecaria con lumbago. Hay que rogar que, a la veterana que está delante tuyo, no se le haya olvidado el detergente y que si paga con tarjeta, el Banco dé orden de no pago o te toque, justo, cambio de cajera, porque si te sucede, seguro, tienes tiempo para pensar cómo convertirte en impune asesino en serie. Luego, cuando por fin llega tu turno, y aparece la suma final, viene la consabida pregunta: ¿Desea donar los trece pesos a la Fundación de los Santos Puntos Suspensivos?...por supuesto que debemos responder afirmativamente, para que la cajera no nos mire con cara de asco. Falta que el cabro introduzca, apurado y como caigan, tus compras en las bolsas anti ecológicas, sacar del monedero las chauchas para darle una propina, bolsiquearte para encontrar las llaves del auto y partir con tu atiborrado carro, luego de cincuenta tolerantes minutos, por fin, a la salida.

El Supermercado nos facilita, indiscutiblemente, la vida ¿Cómo podríamos vivir sin visitarlo, por lo menos, una vez a la semana?

sábado, 20 de junio de 2009

REUNIONES DE COLEGIO


“Cumplo con informarle que el próximo viernes, a las 18:00 horas, se realizará la reunión de Padres y Apoderados .Le recuerdo que, según nuestro reglamento, la asistencia es obligatoria, y la no concurrencia a dicha sesión amerita un día de suspensión para el alumno. Es primordial destacar la importancia en la puntualidad y de no traer menores consigo, para no entorpecer el normal desarrollo de la asamblea. Atte. El Profesor Jefe.”


Con esta sucinta redacción, o algo más o menos similar, en la libreta de comunicaciones, nos llega, a los sufridos progenitores, una de las tantas, “malas noticias” de la Escuela.
La nota es recibida con exacerbada consternación; porque, para qué estamos con cosas, nadie quiere acudir, por una o varias razones, porque la experiencia nos ha dejado un sabor amargo de las mismas y ninguno se quiere repetir un plato acerbo una infinidad de veces. 
Si todos odiamos las atormentadoras reuniones de trabajo en la Oficina, o cualquier asamblea laboral, mucho menos, después de trabajar, nos vamos a meter a otra, sobre todo, si en ésa, nos van a llenar la cabeza sobre los comportamientos “no tan santos” de nuestros vástagos en clases.
Para más remate, es una noticia de pésimo gusto, que al profesor se le ocurra, precisamente ese día, cuando tenemos un partido de fútbol con lo amigos, justo cuando está de cumpleaños la Malena y habíamos prometido ir a tomarnos unos tragos a su casa y cuando tenemos un resfrío de la patada, que ya bordea la influenza humana AH1N1, incrementando con ello los cuadros estadísticos y la psicosis colectiva que ha generado la endemoniada pandemia.
No es que para ausentarnos del compromiso de la Escuela de nuestro hijo inventemos excusas verificables y legítimas coartadas, no, pero, es que, justo ese día, por la cresta.
Dentro de todo, nos queda el consuelo que al mismísimo Profesor tampoco le agrada convocar a la sacrosanta reunión, porque él también quería jugar una pichanga, está sufriendo congestión nasal alérgica y odia tratar con los Apoderados los mismos temas de siempre, además, a los Profes no les pagan horas extras. Sorry. Pero, las reuniones se deben hacer y nosotros debemos asistir.
A la gente que va allí, uno no los conoce. El único lazo que nos une es que sus hijos estudian con el nuestro y por ahí los niños son amigos, pero… ¿Nosotros? ¿Qué hacemos allí, sentados en los bancos de los cabros chicos mirándonos con sonrisas falsas y caras de yo no fui?...Pero, tenemos que estar. Como condenados a la horca, con rostros circunspectos, pero tenemos estar. El Profesor, en la comunicación, fue claro. O vienen o vienen. Punto. Tenemos que estar.
En la concurrencia, el noventa por ciento son “viudas”, porque los hombres o están trabajando o están “muy ocupados”, por lo tanto, está absolutamente asumido que los machos nunca asisten, jamás de los jamases: a las reuniones de Padres, a la Catequesis y al Mes de María.
A la hora convenida, como es su costumbre, el referido Profesor Jefe ingresa a la sala perdonando vidas. Un saludo seco, formal y con cara de “te pillé”, con la que acostumbra a intimidar a sus alumnos. Nosotros prudentes, atentos para responder presente cuando nombren a nuestro hijo.
El Profesor enumera las quejas: que los niños llegan sin las tareas, que no traen materiales para las clases, que son distraídos, desordenados, inquietos, etcétera. Que tenemos que organizarnos para el año escolar con la elección de una directiva, para luego formar el Centro General de Padres del Colegio y allí comenzamos todos acomodar el poto en la silla. ¡Por la miéchica!... ¡más reuniones!
Entre los Padres y Apoderados, están los que rechazan cualquier tipo de compromiso y los que desean ardientemente que los elijan para un cargo. 
Están los que presumen tener tanta plata que proponen una cuota de colaboración de veinte lucas mensuales y los que lloran miserias diciendo que no pueden pagar más que cinco gambas. 
Está el típico desubicado que no se saca, en toda la reunión, el celular de la oreja y la vieja cuica que no aguanta más y sale al pasillo a fumarse un puchito. 
Está la inconfundible madre aprehensiva, castradora y primeriza que, cuando le dan el informe de mala conducta de su retoño, lo defiende como si éste fuera el arcángel Gabriel. 
Salta la comadre que reclama porque su hijo llegó a la casa con piojos y la que insiste en que se le debe dar más tareas a su adorado tormento para que no esté toda la tarde pegado al televisor.
Al Profesor le emerge más humo de la cabeza que cuando está con los alumnos y trata de terminar con los desacuerdos con votación a mano alzada. ¿Se aprueba? ¡Si, mayoría gana!
Las reuniones de Padres y Apoderados, al final, son entretenidas. Se deberían llamar reuniones de Madres y Apoderadas. Ellas siempre ganan por mayoría.

sábado, 30 de mayo de 2009

ESPECIES EN EXTINCIÓN I


TELEGRAMAS: Su redacción era muy particular, generalmente exenta de artículos, porque se cobraba por palabra. Definitivamente era otra cosa, dejaba una constancia, tenía valor de prueba, transportaba un mensaje personal y se guardaba de recuerdo. Algunos ejemplos: “Va giro paga letra auto”, “Viajo tren miércoles llevo repuestos”, “Nació Felipe madre hijo bien saludos”, “Tía Rosa fallecida funerales mañana”, “Felicidades cumpleaños besos abrazos queremos mucho”, “Operación bien alta viernes viajamos sábado”.

PADRINO CACHO: La palabra “cacho” significa cicatero, poco generoso. También “un cacho” es un problema, una obligación y, en otra acepción: un pedazo, una porción. Para el bautizo de una guagua, se elije al compadre por su generosidad y la posibilidad de criar al ahijado si los padres fallecieran. Este personaje ha desaparecido de nuestras fiestas bautismales. Lo que los niños quieren decir cuando gritan a coro en las afueras de la Iglesia: “¡Padrino cacho, padrino cacho!”, es: “Padrino cagao, no seai amarrete, tira más monedas, poh”.

CARTAS: Ya nadie escribe cartas ni manda postales ni tarjetas de Navidad escritas a mano. Se perdió la magia de escuchar al “Coscacho” Morales con su silbido en nuestra puerta, anunciando que traía correspondencia en su bolso de cuero. Teníamos servicio por tierra y aéreo (que era más caro, obvio). Las cartas por avión se escribían en un papel de seda, casi transparente, porque es más liviano y los sobres estaban impresos con una cinta tricolor en los bordes. Las románticas escribían sus cartas de amor en esquelas, que eran papeles de color, incluso le ponían unas gotas de perfume. Tal como el telegrama, la carta se guardaba y se leía como chorrocientas mil veces.

PLATO UNICO: Era una cena organizada para algún beneficio. Se vendía una tarjeta a un precio módico, que daba derecho a consumir un determinado plato de comida (que, la mayoría de las veces, era pollo arvejado con arroz). Las bebidas se pagaban aparte y se disfrutaba de un espectáculo humorístico o de las canciones de algún conjunto folklórico y, además, uno se podía pegar un chalupeo cumbiambero, trote de chancho o guaracha. Estaba destinado a un público adulto.
Con, casi, las mismas características y motivaciones, era el TÉ de beneficio. La diferencia es que se hacía a la hora de onces y se comía queque, galletas, torta y canapés, acompañado de leche con chocolate más caliente que la cresta. Por supuesto, el público era, mayoritariamente, infantil.

VELADAS: Era una actividad artística con la que se finalizaba el año escolar de las Escuelas primarias y se realizaba en el Teatro Nacional o el Cervantes. Para ello, con meses de anticipación, comenzaba el tema de los ensayos y a preparar un número por curso. Para la ocasión, se seleccionaban las mejores obras que se habían presentado para el día del Maestro (que era el 11 de septiembre), porque tenían el mérito de haber sido preparadas sólo por los alumnos. El programa era bien variado: fono mímica, bailes, coreografías, una pequeña obra de teatro y algunos sketchs humorísticos.

FUENTE DE SODA: El nombre tiene un origen poco claro, aunque generalmente se acepta que provendría del Inglés “Soda Fountain” (un local que expendía bebidas). Sin embargo la masificación del concepto, hace irrelevante la búsqueda de un origen. Era un local donde se ofrecía, principalmente, agua con burbujas (producidas por el gas carbónico) con sabores (llamados refrescos, hoy gaseosas), comidas, emparedados, dulces, helados y cervezas. Muy popular en los años 60, era el lugar en donde se podía descansar, comer y divertirse. Estaba provisto de un mesón grande con un mueble detrás que exhibía las bebidas con un fondo de espejo, un pick up (de esos en los que se colocaban varios long play a la vez), algunos taburetes en la barra y mesas con sus respectivas sillas de totora. Era rico disfrutar allí, a la hora de onces, de una tortilla de chicharrones, con mantequilla, queso y mortadela, acompañado de una buena taza de té con leche. En el patio, se fabricaba un cielo raso con guirnaldas de papel de volantín de variados diseños y colores, que, en las Fiestas patrias, eran reemplazadas por banderitas chilenas.

domingo, 22 de marzo de 2009

FRASES TIPICAS DE PROFESORES


- Saquen una hoja.
- ¿Usted es tonto o se hace?
- ¿Acaso no estoy hablando claro?
- Ustedes son el futuro de Chile.
- Ya los quiero ver en la Universidad.
- A ver el graciosito ¿Por qué no nos cuenta el chiste a todos?
- No te voy a anotar por chistoso, te voy a anotar por fome.
- A ver, un voluntario…usted Morales, al pizarrón… ¿no? Entonces por lista…21: Morales.
- Le he hecho clases a deficientes mentales y son más inteligentes que ustedes.
- Ustedes no vienen aquí a estudiar, vienen a aprender. En la casa se estudia.
- ¿Se pueden callar las comadres de allá atrás?
- Usted joven, ¿en su casa bota los papeles en el living?
- Soto, mañana se me corta el pelo, si no, no entra a mi clase.
- Te voy a poner un cinco, pero callampín bombín.
- Conmigo pueden copiar, el problema es que los pille. Y al que lo pille, le voy a poner un cero, no por ladrón, sino por huevón.
- El siete es para Dios, el seis para el profesor, confórmese con un cinquito.
- ¿Por qué no viene aquí adelante y hace usted la clase?
- ¿Saben el sacrifico que hacen sus padres para que estén sentados en ese banco?
- Como diríamos en lenguaje tenístico: “Dos pelotas más” (Refiriéndose a dos alumnos ingresando atrasados a clase).
- Araya, o te callas o te vas fuera.
- Para el examen del lunes no habrá justificativo: o llega el alumno o el certificado de defunción.
- ¿Y usted de qué se ríe? ¿No sabe que la risa abunda en la boca de los tontos?
- González, baje de la estratosfera.
- ¿Cómo que mesa es verbo? ¿Usted conjuga: Yo mesa, tú mesa, él mesa…?
- Díaz, sáquese el chicle de la boca, parece burro mascando limón.
- Se los he dicho hasta el cansancio.
- Las viejas materas del centro de lenguas…cállense.
- Las notas de la prueba estuvieron bastante bien, sólo tengo que decirle a un alumno que BATICANO se escribe con “uve”. (risotada general). ¿De qué se ríen? Para mí es una tragedia.
- Parece que seguimos con sequía. (Refiriéndose al mal olor en la sala).
- Bueno. Si anoche, en vez de preparar la interrogación, estuvo pololeando; del cero que tendrá como nota, no lo salva ni su Dulcinea… ¿oyó?
- Lo siento joven, pero usted está más perdido que Tarzán en el día de la madre.
- Pérez, haz el favor de ponerte en pausa, mientras estoy explicando. OK?
- ¿Usted cree que está en un rodeo, joven?
- Las líneas no se tiran, se trazan, pedazo de bruto.
- Contésteme la pregunta, joven, no me abra los ojos, que no le voy a echar gotas.
- Despierten a la bella durmiente.
- Esa materia la doy por pasada…y va en el examen… ¿he?
- Toda la explicación está en el libro, puh’iñor.
- Les dejo este ejercicio para la casa. Me lo traen la próxima clase.
- ¿Quién es el profesor? ¿Usted cree que estoy pintado aquí?
- Como el árbitro es el dueño de la cancha, yo soy el amo y señor de la sala ¿les queda claro?
- Núñez, para levantar este uno, va a necesitar una grúa.
- Parece que le estoy hablando a la pared.
- No vamos a salir de aquí hasta que aparezca.(por cualquier cosa que se haya perdido).
- ¿Acaso usted piensa que sabe más que yo?
- Algún día me van a agradecer que haya sido tan exigente y duro.

jueves, 5 de marzo de 2009

PRIMER DIA DE CLASES


Tempranito, de la mano de la Mamá, vamos nerviosos, parcos y con pocas (o ninguna) ganas de ir. Comenzar a asistir a la Escuela es el fin de los años protegidos, felices e irresponsables. Salimos del nidito que nos han fabricado nuestros padres y comenzamos a interactuar con personas que no son de la familia. En nuestros tiempos, el Kinder no existía; llegábamos directamente a primero.
Ese día teníamos todo nuevo: calzoncillos, calcetines, pantalones, zapatos, camisa, corbata y chaqueta. Además de: cuadernos, Silabario, un lápiz faber número dos, con una goma de borrar con olor a plástico, atada con una pita, lápices de colores, papel lustre, un estuche con un sacapuntas, un montón de huevadas y un sándwich de pan francés con mantequilla y mortadela…; p’al recreo, poh.
Las niñas van con el jamper clásico, peinadas con chapes que les estiran los ojos, con las patas flacas envueltas en medias blancas y zapatos de charol. Tampoco existían las mochilas, sino los bolsones de cuero, con una correa que uno se la cruzaba al hombro, el bolso para el poto y ya estábamos camino al patíbulo. Primera hora: puro llanterío. Quiero a mi mamá.
Nos enseñan a formarnos, tomar distancia y la palabra más escuchada, desde ese día, y por la eternidad, es: ¡silencio! El canto del Himno nacional con izamiento de la bandera era lo habitual de los lunes. Luego, unas palabras de bienvenida del director y a formarse de nuevo frente a la sala…entrar en silencio, sin desorden, sin apurarse, niños.
-¿Cómo te llamai?...-¿Dónde vives?...-¿Te gusta jugar a la bolitas?
-A ver, niños, quienes saben contar hasta diez, levanten la mano, quien conoce los colores, quien sabe cantar, quien va a recitar una poesía.
Quiero a mi Mamá.

El esperado toque de campana para salir a recreo es la oportunidad de una liberación de tensiones reprimidas. Por más que el profesor insiste en el orden, salimos al patio como una estampida de potrillos salvajes, con el sándwich en la mano. -¿Qué trajiste tú? -Yo tengo pan con huevo revuelto. -¿Te lo cambio?
Nos ponemos a jugar a las bolitas, al trompo, a la pirinola; pero, lo mejor, es la pelota, a la que todos queremos patear y comienza el deterioro de los zapatos nuevos y de forjarse un siete en el impecable pantalón gris. Se da inicio a la primera pelea de tu vida con otro niño, porque te tocaron la oreja con los dedos untados con saliva. Rodamos por el suelo como los titanes del ring. Resultado: ojo en tinta, sangre de nariz y hocico hinchado. Quiero a mi Mamá.
Regresamos a la sala todos transpirados, de nuevo en el banco y sacamos los lápices de colores, porque vamos a pintar unos monos pre-dibujados.
Toque de campana nuevamente, esta vez para regresar a la casa. Fórmense en silencio, hasta mañana, salgan en orden, niños. -Guillermo, ordénate la camisa, péinate ese pelo y súbete el cierre.
La mamá en la puerta de la Escuela: -Mijito, por Dios, ¿qué le pasó?, pero mire como viene, la corbata y la camisa nueva manchada con sangre, lo pantalones salpicados con barro, los zapatos pelados, pero, por Dios, Guillermo, mañana hablo con el profesor para mandarte con overall mejor, no puede ser, que te ensucies como un chancho, cabro de porquería, oh. Esperemos que venga tu hermana y nos vamos.
El Papá en la casa: -¿Qué le pasó al niño? – Peleando, poh, mira como viene hecho un desastre, ay Dios mío, yo no sé para qué una se preocupa tanto de mandarlo impecable a la Escuela y mira como llega. – Déjalo, no más, mira que así aprende a ser hombre. Los hombres deben pelear. – ¡Pero tiene seis años! ¿Te das cuenta?- Bueno, no le pongas tanto, ya te vas acostumbrar. Y dime, hijo: ¿Cómo quedó el otro?...
Los primeros trabajos que daban de tarea p’a la casa, era dibujar palitos: rectos, a cuarenta y cinco grados a la derecha y a la izquierda; círculos, cruces, medias lunas, etc., en un cuaderno que se llamaba de caligrafía. Luego venían las vocales y las consonantes y enseguida los números. Con el Papá, comenzábamos a practicar, por las noches, con el Silabario: la, le, li, lo, lu; pa, pe, pi, po, pu…y etc.
De allí en adelante, cada día la misma rutina: levantarse, bañarse, tomar desayuno apurado y de vuelta a la Escuela. Luego las cosas cambian: -Mamá, ándate no más. Yo estoy bien y no me vengas a buscar, me voy con el guatón Navea y el negro García.
A fin de cuentas, ir a la Escuela no es tan terrible. Ya me siento grande y, lo mejor, ya comienzo a tener amigos.


Dedicado con mucho cariño a mi profesor de primer año, en la Escuela de Monte Patria, don Manuel Zuleta: gran hombre, excelente maestro y bella persona. Aunque ya se lo hice saber personalmente hace unos años, gracias por haberme enseñado mis primeras letras. Un alumno eternamente agradecido.Si algún montepatrino lee esta nota, por favor, transmítanselo. Gracias.

sábado, 14 de febrero de 2009

ASADO



- Pónele papel de diario arrugado y luego el carbón encima, se prende rebién.
- Mejor sale enrollar los papeles en una botella, luego, le sacai la botella y le tirai el fósforo adentro del cilindro y listo…ahueonao.
- Yo creo que mejor le echai parafina y se va a encender altiro.
- Bueno, yo que he sido scout, sé prender fuego…Hay que hacer una pirámide con el carbón.
- Tráete un cajón de durazno mejor, partimos las tablas y vai a ver cómo se va a encender.
- No le pongai bencina, ¿no veis que la carne va a salir pasada a combustible?
- Oye, con cera p’al piso, el carbón se enciende súper bien.
- Puta, que echa humo la hueá…vamos a quedar con olor a viejas de campamento
- Que alguien traiga un cartón, pa’echarle viento, poh.
- Mejor te sale con el secador de pelo.
- ¿Por qué no le ponís el maricón, mejor?
- Me encanta el carbón de espino... ¿veís lo rico que se enciende?
- Bueno, la cosa está re’seca por aquí poh, que alguien se prepare un pichunchito, por lo menos.
- Aquí hay aceitunitas amargas, quesito gauda y manicito pa’picar.
- Traigan la carne no más…el fuego está listo.
- ¿Adónde la viste? ¿A quién se le ocurre asar vienesas?
- Bueno, para los que están a dieta, voy a poner unas pechuguitas de pollo.
- ¿Yo? Puro tintito, compadre, gracias.
- Que el dueño de casa haga un brindis, poh.
- ¡Salud por este encuentro de amistad! Pucha, qué les puedo decir…estoy contento que estén en mi casa…hace tanto tiempo que no nos veíamos. Salud!
- ¿Qué estai tomando tú?
- ¿Alguien ha probado el mango sour?
- Aquí les dejo las ensaladas. Ninguna tiene aliño. Cada uno le pone a su gusto… ¿ya?
- Oye, no le dis tantas vueltas a la carne, déjala tranquila, que se dore bien por un lado.
- Están listos los chorizos, el pancito está caliente, ahí tienen la mayonesa.
- A mi me gustan los choripanes con lechuguita.
- ¿Te traigo un plato? …-No gracias, yo como al lado de la parrilla, la flor del asado.
- Muy rico el arroz graneado.
- Cachen el cielo, que noche más linda. La luna parece un queso de cabra.
- Lo mejor de todo es la ensalada de berros, hace años que no comía.
- ¿Y el pebre? ¿Cómo lo hallai?
- Nadie ha probado mis papas mayo.
- Y bueno... ¿Otro brindis? ¡Salud! Por la amistad, por la familia y por estar juntos.
- Los tutos de pollo están listos… ¿Alguien no los ha probado?
- Ya puh, guatón, no te comai todo.
- ¿Quién me convida un pucho?
- Y bueno… ¿Qué pasó con la guitarra, compadre?
- Vamos a comenzar con algo romántico.
- (Cantado) -Este es el cuento del gallo pelao, que salta la tapia y se queda enredao…
- Aquí hay más pollito calientito, p’al que quiera.
- Oye, gracias, ya hemos comido demasiado.
- Te quedó bueno el asado, compadre, ¡salud por eso!
- Lo mejor de todo es estar juntos.
- Salud por la dueña de casa.
- ¿Qué hay de postre?
- Ya nos tenemos que ir. Oye, son las tres de la mañana.
- Gracias por venir. Recuerden, ésta es su casa.
- Muy rico todo. Nos vemos, compadre. Gracias.Gracias. Ojala se repita.
- ¿Y vos podís manejar?. – Shhh…curao manejo mejor, compadre.
- Chao. Chao. Lo pasamos súper bien. Nos vemos. Cuídense. Gracias.

martes, 27 de enero de 2009

PARROQUIA EL DIVINO SALVADOR



Ubicada en la calle Antonio Tirado, forma un armonioso conjunto arquitectónico con el edificio del Colegio San Viator. 
Exteriormente, el templo destaca por su estructura moderna, de concreto armado, líneas rectas, con ventanales románicos provistos de vitrales de colores. 
El campanario sobresale y llama la atención desde cualquier punto de la ciudad. Sus dimensiones son 70 mts de largo, por 45 mts de ancho.
En la parte superior de la puerta de entrada, se observa un original fresco que representa a un Cristo crucificado, fusionado con la figura de San Francisco de Asís.
Una vez que se accede al templo, a la derecha de la entrada principal, cuenta con una pequeña sala con la Pila Bautismal y al lado izquierdo un Velatorio para servicios fúnebres.
La construcción es de tres naves y el cielo es semicircular, terminando en el altar mayor ubicado bajo una media cúpula, decorada con un fresco que representa el relato de la transfiguración del Señor, con la figura de Cristo resucitado como elemento principal, la presencia de los profetas Moisés y Elías a cada costado, y, en la parte baja, los sorprendidos apóstoles Pedro, Santiago y Juan (Mt 17,1-9), al costado izquierdo se observa la expulsión de Adán y Eva del paraíso; y en el extremo derecho, las dolorosas Marías: la Magdalena y la madre de Jesús, llorando frente a la cruz vacía. Todo este fino arte, de figuras humanas estilizadas, incluidas las 14 estaciones del Vía Crucis, ubicado en los muros laterales altos, es obra del P. Juan José Meyers.

  • 1952: es el mes de mayo, es colocada la primera piedra.
  • 1961: en septiembre, es erigida como Parroquia. Su primer Párroco fue el padre Celeste Baestens, de la Orden de los Franciscanos Belgas.
  • 1962: llegan, desde Viña del Mar, los Clérigos de San Viator, originarios de España, quienes se hacen cargo del Colegio.
  • 1980: los Clérigos de San Viator, asumen la Parroquia, cuando los Franciscanos emigran, luego de haber estado por 33 años en Ovalle.
La Parroquia entrega servicio pastoral a un amplio sector de la ciudad, incluidas algunas Capillas en las poblaciones Villalón, Carmelitana, Limarí, Romeral y Villa Tuquí; además de las Iglesias de Huamalata, Villa seca y Samo Bajo.