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Rey de Socos

lunes, 1 de agosto de 2011

SUPLEMENTERO

Un pintoresco personaje extremadamente madrugador, desmedido gritón, y literalmente callejero.
En nuestro país, la distribución de Diarios en la vía pública se comienza a desarrollar a fines del siglo XIX. Anteriormente, los matutinos sólo se podían adquirir en Imprentas, Librerías y Boticas.
Durante la Guerra del Pacífico, el Periódico “La Patria” editó un inserto al que llamaron “Suplemento”. 

El primero apareció con motivo del Combate Naval de Iquique, el 25 de mayo de 1879 (cuatro días después de los hechos). Con esa fecha nació el nombre y el sacrificado oficio de los vendedores ambulantes de Periódicos: Los Suplementeros.
Los protagonistas de esta nueva modalidad fueron niños de origen humilde, quienes, por un exiguo porcentaje de las ventas, se lanzaron presurosos a las calles, plazas y avenidas, gritando el nombre de los Periódicos o la noticia más impactante del día (el morbo siempre vendió, vende y venderá).
Tal como el Lechero, el Afilador de cuchillos, el Manicero, el Organillero, el Lustrabotas, el Heladero y otros tradicionales personajes en vías de extinción, estos mocosos comenzaron a ganar espacio en la cotidianeidad urbana, sumando sus gritos pelados al concierto de pregones, silbidos y pitazos emitidos por los otros. Su característica más notoria era la prisa con la que corrían, a “pata pelá”, cruzando imprudentemente las calles, subiendo a los trenes y bajando de los micros en movimiento.
Luego de algunas décadas, los muchachitos crecieron, pero continuaron levantándose temprano y siguieron firmes en el oficio. 

Posteriormente fueron fundados más Periódicos, aparecieron nuevas Revistas y diversas publicaciones, por lo que la figura de estos vendedores callejeros se hizo imprescindible y se sumaron muchos otros adultos; la gran mayoría hombres, pero también se unieron a este esforzado Gremio un considerable porcentaje de valientes, sagaces y enérgicas mujeres que han heredado el oficio de sus padres o abuelos.
Trabajan de lunes a lunes, comenzando muy de madrugada, cuando la ciudad todavía duerme. En el invierno, cuando aún no aclara, con lluvia, frío o nieve, con un cigarrito o un café, hacen fila en las Agencias distribuidoras, para retirar los Diarios y hacer luego el “armado”: insertar suplementos, revistas o encartes publicitarios, y luego partir presurosos, a pie, en bicicleta o en un triciclo. 

Algunos tienen clientes fijos y parte de los ejemplares son comercializados “al paso”, se instalan en paraderos de la locomoción colectiva, semáforos o alguna transitada esquina. Se desplazan de carreritas y se detienen sólo para entregar el diario, recibir el pago y dar el vuelto. Para ellos no existen horarios, feriados, fines de semana ni mucho menos las vacaciones.
Se destacan por su buen humor, sonrisa ancha y voz potente; los ha habido de originales nombres y creativos apodos, de voces graves y agudas, con entonaciones propias al vocear el Diario alargando las vocales o cambiando algunas (por ej.: ¡Mercuuuuuurio! ¡Segundeeeeee!)
Al modernizarse la ciudad, aumentar la oferta y la demanda de Periódicos, se establecen en Kioscos, como trabajadores independientes, en donde, además de ofrecer Diarios, Revistas, Folletos, Fascículos, Álbumes y otros impresos análogos, comercializan caramelos, cigarrillos, bebidas, tarjetas telefónicas y cargan encendedores (algunos venden hasta pancito amasado). 

Desempeñan una labor social voluntaria, colaborando con el público al proporcionar, desinteresadamente, informaciones turísticas, orientando a los que buscan una determinada calle o, a veces, cuidando una guagua, una maleta o una mascota, mientras las personas hacen algún trámite.
Son los que más sufren en protestas, marchas o huelgas, llorando a moco tendido con los gases lacrimógenos o perdiendo su mercadería al ser mojada por el “Guanaco”.
Un sincero homenaje a todos los Suplementeros del país que, a duras penas, sobreviven, pese a las enemigas Suscripciones (nueva estrategia comercial de los Editores actuales) y a los diarios de distribución gratuita. 

Yo me quedo con mi Kiosco, con trato personalizado: me saludan por mi nombre, cada día me alegran la mañana con una buena talla y me dan fuego para encender un puchito.

Dedicado, cariñosamente, a la memoria del recordado Suplementero CHAPLÍN, de mi querida ciudad de Ovalle, quien, durante los años 1960-1971, gritó por las calles los titulares de los principales diarios de la capital y los locales “La Provincia” y “El Limarí”, siempre alegre, cantaba, bailaba, haciendo reír a todos.

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