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Rey de Socos

jueves, 7 de junio de 2007

GIRA DE ESTUDIOS


Volcán Villarrica
Era el clásico paseo de fin de año de los cuartos medios. De estudio no tenían nada; pero, el nombre era una meritoria, plausible y razonable justificación, para que un grupo de espinillentos, a fin de año, nos embarcáramos, con profesor jefe y algunos apoderados, en una micro malacatosa y nos fuéramos de paseo, por unos cuantos días, con todos los gastos pagados; total, para eso nos habíamos sacrificado todo el año vendiendo diarios viejos y botellas vacías y como concesionarios del kiosco, en donde ofrecíamos, a nuestros consumidores, un esmerado servicio de “snack”: pan solo, con mantequilla y con salchichón cerveza y , para beber, coca y fanta.


(En una oportunidad, en el Kiosco, un compadre nos hizo una insólita propuesta: “¿Sabis qué? la plata no me alcanza más que para un migudo pan solo, pero, por favor, ábrelo, métele una rodaja de mortadela, apriétala bien, la sacai y me lo dai pasadito a chancho, al menos me lo comeré con el olorcito, cachai?”. Por la originalidad de la petición, este paupérrimo, osado y creativo cliente, se fue feliz con sándwich de mantequilla y mortadela a precio de pan solo, porque nos hizo cagar de la risa).

Ese año nos preocupaban tres cosas: obtener un buen promedio acumulado de la enseñanza media, rendir una buena PAA e irnos de gira de estudios. 
En Matemáticas no habíamos llegado más que al Baldor, porque en los tres años de la UP, o estábamos en huelga o no teníamos profesor, entonces debíamos recurrir a los “nerds” para que nos ayudaran a resolver los ejercicios de álgebra con dos incógnitas para encontrar el valor de equis o esas torturas cerebrales llamadas matrices, derivadas e integrales. 
Con el fin de ejercitarnos para la prueba de aptitud académica, conseguíamos algunos facsímiles y podíamos asistir al primer pre-universitario que hubo en Ovalle, cuyo propietario era Don Mateo Yuras, nuestro profesor de Castellano y Filosofía.; que funcionaba en calle Coquimbo en una sede social. 
Para los que continuamos en la Universidad, fue un suplicio aprobar los créditos de una introductoria Matemáticas 101, a la que habíamos llegado sin, ni siquiera, conocer las trigonométricas palabras seno, coseno y tangente. Fue difícil el cuento.
Juntar plata con un baile era cosa seria, porque eran los tiempos de las fiestas “de toque a toque”, por disposiciones del gobierno militar. Se debía pedir permiso en la comisaría, llevar una lista triplicada con los nombres de los participantes con su respectivos carné de identidad y comprometerse a que nadie abandonaría el recinto hasta la madrugada del día siguiente. Si te pillaban en la calle en horario de “toque”, no te salvabas de ser detenido, conducido a la comisaría y rapado, dejándote, por casi un mes, con pinta de casto monje Hare Krishna.
Las giras, por lo general, comenzaban en Santiago y continuaban al sur, a ciudades como Concepción, Temuco, Puerto Montt, Puerto Varas, Frutillar y, los que tenían más billete, lograban llegar hasta Chiloé. 
Era típico encontrarse en esos lugares con grupos de chicas de colegios del país, que andaban en las mismas. ¿De dónde son ustedes?... de Ovalle… ah, ya…
Había para hotel, comida, trago, discotecas, paseos a caballo, en bote, fotografías en Viña, en el salto del Laja, en fin, en los extras, una “vaquita” solucionaba todo. 
Dormir en los viajes de noche, tomar cafecito de un termo, cantar el “pare chofer…”, beber todos de una misma botella de pisco, compartir un pan con queso, una empanada, un dulce de La Ligua y fumar de un mismo pucho entre cuatro, era algo cotidiano, que consolidaba vínculos. 
En dos semanas se terminaba la plata y se volvía con la ropa sucia, la piel tostada y el bolso cargado de artesanías de los lugares visitados.
Al regresar, se revelaban los rollos, para luego organizar una reunión sólo para apreciar las fotografías y lanzar alaridos al verse en esos lugares, que para todos habían sido paradisíacos. 
El tema duraba para más de un mes, contando a todo el mundo las anécdotas, cachiporrearse de haber conocido Chile, disfrutado, la mayoría por primera vez, de un curanto con chapalele en Angelmó, saboreado longanizas en Chillán y tener una foto vestidos con un traje de baño calzonudo, abrazados, con las patas en el lago Villarrica y el volcán al fondo. Esas giras, de estudio, no tenían nada.
Pero no les quepa la menor duda,…lo pasamos la raja.

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