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Rey de Socos

jueves, 7 de junio de 2007

PICHANGA


Es un entretenimiento extenso, económico y un buen ejercicio. Podemos estar una tarde entera dándole a la pelota, que puede ser de trapo, plástico, o si tienes un vecino rico, que llega con un balón de cuero, el encuentro resulta más pituco. 
Como es de carácter informal, pareciera que no tiene reglas, pero, si las hay: equipos y puestos están perfectamente definidos y se cobra, a gritos, las faltas: mano, penal, tiro de esquina, posición de adelanto, fuera y tiro libre. Aquí la cosa no anda al lote. No, Señor.
Siendo impúberes barrabases entre 8 y 12 años, las pichangas nos permitieron pegarnos los primeros estirones, hacer latir aceleradamente el corazón, circular de prisa la sangre, jadear como perros liebreros, sudar como coreanos en baño turco, ejercitar pulmones y gargantas de tanto grito pelao, rasparse rodillas, codos y recibir unas cuantas patadas en las pantorrillas. Practicar un deporte duele y hace bien.
Se comienza con la tirada de moneda, así, mediante cara o sello, los líderes seleccionan su equipo: dame al Quique, dame al Chano, dame al Hugo…bueno; en esas circunstancias, a mi no me elegían nunca, quedaba por descarte para uno de ellos, y éste, mirándome con cara de “que hice yo, para merecer este castigo”, me indicaba, despectivamente: “ándate al arco” (obvio, si era más malo que la comida de los chanchos).
Luego se decide cuál equipo se saca la camiseta, para no confundirse, entonces quedamos divididos en: vestidos y pelados. Y comienza la lucha polvorienta: pitazo con silbido, puntete de partida e inicio de cuanto grito pueda existir, con órdenes, peticiones e improperios: dame el pase, levanta la cabeza, no te comai la pelota, aquí estoy, atento arquero, defensa baje, baje….en fin. 

Mi espera en el arco, en cuclillas, o manos en jarra, suplicando que llegaran las pelotas, era tremendamente aburrida, frustrante y eterna. 
Cuando mi Papá me preguntaba cómo había estado el partido, yo le decía: aburrido, porque me ponían al arco. En una oportunidad, mi viejo me fue a dejar a la cancha, y le dijo al líder: “Oye, deja jugar al cabro al centro, puh, no seai egoísta”…bueno, frente a mi progenitor, ese día tuve el honor de dar el puntete inicial…Apenas éste desapareció del borde de la cancha, el líder me dijo dulcemente: “¡ándate al arco!”. Sentirme un Juanana Díaz, me duró, exactamente, 90 segundos. Sorry.
Cuando teníamos educación física, luego de la primera hora de torturantes ejercicios, el profe nos tiraba una pelota y decía: tienen media hora de pichanga. ¿Cuál creen que era mi puesto?...Al arco, puh, si la fama de malo había llegado hasta la Escuela.
Bueno, las pelotas no llegaban nunca, porque el guatón Wilson, buen defensa, no dejaba pasar ni una. Con el tiempo, comenzaron a llegar, y yo, a apañarlas, todo fue de a poco. Y atajé una, y atajé otra, me tiré al suelo, salté, volé…me adelantaba, en fin…

Luego de un año de jugador despreciado, me tocó un penal…¡afírmate, Diaguita! …me puse saliva en las manos, las froté y esperé el lanzamiento. El puntete, sin aviso, me dio, certero, en la frente, me lanzó de poto hacia atrás y me dejó viendo pajaritos. Sin recuperarme aún del aturdimiento, fui llevado en andas por mi equipo, celebrando una atajada de película. 
No fue gol y con eso ganamos el partido. Desde ese día, el de mi consagración como arquero, cuando llegaba el momento de tirar la moneda y comenzar la repartija, el líder decía, con seguridad: dame al Memo. 
Y esa fue mi gloria, porque, llegar a ser elegido de los primeros, para un niño de 9 años, es sentirse el mismísimo Cóndor Rojas antes del maracanazo. 
Esa experiencia marcó mi desempeño futbolístico, porque seguí siendo portero y, aún ahora, cuando jugamos un partido con mi club de Toby, siempre estoy en los tres palos. Y a mucha honra.

Y bueno, muchachos: ¿Nos pegamos una pichanguita?...

1 comentario:

gleco dijo...

Te faltó hablar de los campeonatos que nos hacían don Raul Figueroa y don Samuel Pizarro, al cual se congregaba toda la población para vernos jugar en la cancha de tierra, además los trofeos los hacían los "tiznados" en la maestranza. Yo jugaba por Valentín Letelier y en mi serie nadie nos ganaba.