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Rey de Socos

jueves, 7 de junio de 2007

EL TIEMPO PASA...

No soy calvo. Me estoy dejando crecer la frente


Admitámoslo. Hacemos lo imposible para que las huellas que deja el tiempo en nuestro cuerpo no se noten, pero, no podemos detener el calendario. Cuando ya pertenecemos a la categoría de los cuarentaitantos o cincuentaipocos, una serie de síntomas nos delata. Ya no tenemos veinte y…hay que apechugar no más, puh, Diaguita. Sorry.
Las mujeres, al reparar en las primeras patas de gallo, pegan tremendos alaridos frente al espejo y comienzan a estucarse con cremas anti-arrugas. Para qué decir de lo aterrador que es, para ellas, notar la aparición de las detestables, horrendas y envejecedoras canas, porque, inmediatamente, se tiñen el cabello, quedando como escobas de Chimbarongo.
Bueno, nosotros no somos tan amigos de pintarnos el pelo, convencidos por las féminas, quienes dicen que los hombres de cabello gris somos más interesantes. Pero, hay otros indicios, que vienen con la edad, que debemos asumir:

- En tu cuerpo, todo cae dos centímetros. Todo. Lo único que sube son las encías.
- Ya nadie te dice “joven”, sino que se dirigen a ti como: señor, caballero o tío.
- Los lolos, en las micros, te ofrecen el asiento.
- Ya eres abuelo o tío-abuelo.
- Te crecen las tetas.
- Ves todo borroso, la guía de teléfonos te resulta una tortura; mucho menos puedes leer las prescripciones que vienen en los remedios. El menú, en un restaurante, te lo tiene que leer el mozo. Para chequear quién te llama por el celular, lo tienes que alejar lo más posible o, sencillamente, contestas a todas las promociones de la telefónica.
- Te compras ropa talla cincuenta.
- Acudes a controles médicos una vez al año, incluyendo la aterradora consulta al Urólogo.
- Ya pasaste unas cuantas veces por el quirófano.
- Si vas por la calle, con más de una Lola del brazo, ya no te dicen “cuñao”, sino: “suegro”.
- Si juegas una pichanga, te sacan en andas, no celebrando un gol espectacular, sino porque casi te da un infarto.
- Conoces palabras nuevas, raras e impronunciables: triglicéridos, hemoglobina y leucocitos.
- Los párpados se te caen y tus ojeras parecen bolsas de té.
- Si bailas un pie de cueca, queda la tendalá, porque te tienen que echar aire, abrir cancha para que respires y te chantan un vaso de agua en la boca.
- Luces una ponchera tan prominente que, cuando usas pantalón corto, te pareces al Coné.
- Te comienza a crecer pelo donde nunca tuviste y donde tenías, se te pone blanco o se te cae.
- El médico te recomienda que dejes el cigarrillo, el trago y el café.
- Tienes que ir al podólogo, porque las uñas se te encarnan y te crecen arqueadas.
- Padeces, temporalmente, de insomnio y no tienes idea por qué.
- Un resfrío no se te va en tres días.
- Ya no puedes hacer fuerzas extremas porque sufres de lumbago mecánico
- Te ponís llorón.

Todo esto es parte de este proceso que se llama VIDA y debemos tomarlo con la mejor medicina rejuvenecedora que existe: EL HUMOR.
Asumamos que el tiempo pasa y dejemos que se note del modo más natural posible y enfoquemos hacia lo positivo: tenemos más experiencia en todo, somos más expresivos con los sentimientos, nos atrevemos a decir TE QUIERO MUCHO a las personas que amamos y valoramos enormemente la familia y los amigos. Nos tomamos todo con calma, somos más tiernos, nos detenemos en las personas y ya no discutimos con los porfiados. Ya no manejamos a ciento cuarenta, porque comprobamos que es una estupidez y disfrutamos del paisaje escuchando un CD con música de los 70’s.
Sin mirarnos en el espejo, estamos y nos sentimos mejor que nunca, dispuestos a disfrutar de la vida intensamente.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Te empiezan a salir y a prosperar lunares por todos lados.

Te salen manchitas café en el dorso de las manos.

DIAGUITA dijo...

Jorge:
¿No te parece que, a pesar de todo, estamos mejor que nunca?
Gracias por tu aporte.
MEMO

Anónimo dijo...

Eso es cierto, pero el único problema es cuando me levanto por las mañanas y me miro al espejo...