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Rey de Socos

jueves, 7 de junio de 2007

POLITÉCNICO DE OVALLE


Nuestro uniforme era una chaqueta de paño azul piedra sin solapas, pantalón gris guarén, camisa blanca y corbata azul, los calcetines debían ser rigurosamente oscuros; en esos años, ni pensar en usar zoquetes blancos. Los zapatos de colegio fueron, son y serán de color negro fúnebre. 
El largo del pelo no podía pasar el nivel del cuello de la camisa, asuntito que el “Pollo” Miranda controlaba diariamente en la entrada. A las clases de taller debíamos presentarnos con el consabido mameluco de trabajo hecho de mezclilla o tocuyo, que nos daba una facha de bomberos de estación de servicio.
En primer año, hacíamos un recorrido por todas las especialidades. 
Al pasar por Mecánica debí fabricar un diminuto cubo de acero a pura escofina, que me dejó ampollas en las manos, para obtener sólo un cuatro pelao. 
En Electromecánica aprendí a no decir nunca más la palabra cable y reemplazarla por “conductor”, también me enseñaron a usar el pie de metro y que la energía eléctrica viene en 220 KW. 
En Hojalatería fabriqué una pala para la basura y en Construcción aprendí a usar la garlopa, el formón, el taladro y a soldar con electrodo y oxiacetileno (chúpense esa). 
Lo que más me apasionó fue el dibujo técnico, donde lo primero que uno aprende es que las líneas no se tiran, sino que se trazan y comencé a escribir mis cuadernos cuadriculados con letra sin perfil inclinada.
En segundo año es cuando a uno lo derivan a las diferentes especialidades según los promedios; los más altos iban directo a Mecánica, los medios porros a Electromecánica y los brutos a Construcción; pues bien, yo elegí la última, porque me apasionaba dibujar planos. 
En mis clases de Taller, el oficio que más disfrutaba era el de “Pañolero”. 
En nuestra especialidad teníamos un diario mural llamado “El concreto armado”, que publicaba artículos, reportajes, fotografías y hasta un creativo horóscopo semanal para el chuleteo; por ejemplo, cuando leías el signo Leo, decía, sucintamente: “Esta noche le van a salir colmillos, una melena y comenzará a rugir, acéptelo, es su naturaleza…” o Sagitario: “Esta semana no hay predicciones: por feo y mal oliente…use desodorante Mennem, loción Monix tabaco y un antimicótico para las patas….asqueroso”.
Nuestra ciclópea fiesta de aniversario era esperada cada septiembre, porque se organizaba el famoso baile de gala, al que invitábamos a las chiquillas de La Providencia y del LNO. 
Las nenas del CAE nos encontraban últimos de rotos y nosotros a ellas, pitucas, por lo tanto, ni pensar en que aceptaran un convite. Los Demond y los Clavos Torcidos eran los estables animadores de la jornada. 
El cuento se organizaba por cursos, cada profesor jefe preparaba, con nuestras madres, el asuntito: ponchera, canapés, bebidas, papitas fritas y los queques. Nuestro Jefe de curso era el encargado de hacer la invitación a las féminas, que recibían con júbilo la tarjeta y comenzaba un carteo anónimo sin fin (me recuerdo de “Petunia”, una delicada niña de la Providencia que me escribía tiernas cartas de amor). 
Nuestras invitadas siempre llegaban con una descomunal torta hecha con mano de monja y algunos bocadillos. Lo pasábamos la raja y nos portábamos como caballeros hasta que las chicas y sus chaperonas abandonaban el recinto, porque nuestros profesores habían sido majaderos: “Jóvenes, no se sobrepasen con las chiquillas” y a ellas, las tías solteronas les habían repetido hasta el cansancio: “No permitan que los cabros se sobrepasen, niñas, por Dios”, o sea, estábamos cagados antes de comenzar a bailar una casta cumbia. 
Para qué decir de los lentos, eran controlados por ene escudriñadoras miradas. Eso no impidió que surgieran algunos fugaces pololeos, que siempre recordaremos con añoranza. 
Cuando sólo quedábamos nosotros, de algún lugar aparecía una fondeada botella de ron barato que nos dejaba la mirada de pescado, las piernas fláccidas y una sonrisa estúpida. Eran los tiempos del Hilton 100, el Belmont y el Monza; que fumábamos como carretoneros cesantes. 
A eso de las dos de la mañana, nos recitaban el “calabaza, calabaza…” y partíamos abrazados cantando sandeces por la bajada del Amalia Errázuriz, llegando a nuestras casas, a dormir, rebosantes de felicidad.
Poli teí, teí, teí, Poli teó, teó, teó…I-n-s-t-i-t-u-t-o P-o-l-i-t-é-c-n-i-c-o!


Qué habrá sido de la Petunia?

2 comentarios:

Empresa de Muellaje dijo...

ajajaj memo por dios como me hace recordar...esto del poli, y cuanta razon tienes MEMO, si a mi con la nota que traia de basica, A MI PAPA le dijeron si va a quedar en el 1D mi viejo mi miro con una carita. y ya en 2do D como no recordar esa piesa que intentamos todo el año de hacer atras de los salas de los talleres, jajajaj , parece que nunca la terminamos, la cancha polvorienta, del poli, jajaja a la FOFO la profe de quimica y fisica, que por mala suerte de ella en segundo medio le tocaba su clase justo despues de Ed. fisica. jajajajaja, soy el que le decian EL MANAZANA ricardo Ortiz,,venia de la ESCUELA SUPERIOR DE HOMBRES Nº 1 ubicada en calle Independencia, yo vivia en calle Tamaya. amigo MEMO haz hecho que mi mente se transporte a esa juventud tan añorada y recordada, gracias.. haaa un detalle del poli.. se acuerdan de las famosas llaves de tomar agua que estaba frente a las salas y al costado de Inspectoria,, jajaja y las niñas tenian que agacharse para poder beber, jajaja yo era uno de esos patanes que se colocaba ahi a ver si le podiamos ver algo mas que la rodilla a las niñas.. jajajajajaja, hoy pienso y me rio, que tonteras hacemos. ya Amigo MEMO, extraordinario haberlo encontrado como asi leer todo lo relacionado con mi OVALLE QUERIDO, que por siempre llevo en mi corazon.

Ricardo Ortiz Diaz Alias el Manzana jajajaja...

DIAGUITA dijo...

AMIGO RICARDO:
Gracias por tu comentario. Espero que sigamos en comunicación, por lo pronto, ya te he agregado a mi msn.
Un abrazo
MEMO