Era la oportunidad de apreciar la belleza de nuestras mujeres. Recuerdo a la buena moza Elsa Galleguillos, Miriam Segovia, que era mi vecina, (sigue siendo regia y estupenda) Paulina Peñafiel, Krasna Bacic, María Inés Arenas, (la “Mochy”, amiga de mi hermana), Lorena Cazadheoure; a mi amiga Máritza Jurin Rakela (en la foto),… lindas ovallinas.
La fiesta se desarrollaba en torno a una febril venta de votos e iniciativas de asistencia social, que mantenía a la ciudad expectante sobre quien iba a ser la reina de ese año. Pero, creo que lo más espectacular era el corso de flores final, la velada bufa, que se hacía en el estadio ferroviario y el baile, con la plaza de armas cerrada, y la participación masiva de todas las colectividades relacionadas con las candidatas.
Era una lucha sana, en que el esfuerzo de todos por ser los mejores, le brindaba a la ciudad un espectáculo gratuito, agradable y unificador.
Nadie quedaba ajeno: si no estabas metido en un comité, o no estabas disfrazado; por lo menos habías ayudado a adornar un carro alegórico o , por último , salías a la calle para ver pasar a Su Majestad por Vicuña Mackenna y darse la vuelta por libertad.
Las serpentinas llovían desde los techos y los balcones. Hubo siempre elementos clásicos: el carro alegórico de la Maestranza, por ejemplo; siempre el más creativo, admirado y aplaudido. Este grupo de trabajadores siempre destacaba; primero, porque era de ellos la decoración del carro que transportaba a la reina y las damas de honor. Tenían un circo, que se llamaba “Los jotes humanos”. Los ovallinos siempre esperaban algo espectacular de los “maestrancinos”; que connotaban y denotaban camaradería y ganas de hacer cosas juntos, algo muy difícil de encontrar en una empresa en estos días.
Se vivía un ambiente muy agradable todas las noches en la plaza, buena música y todos en “el tontòdromo”, para echarnos mutuamente “chaya” por donde fuera, si era en la boca con un poco de harina, mejor. Hacer explotar unos ensordecedores cuetes y raspar las “pulgas” que eran el terror de las niñas, por el sonido que emitían y por el temor a que les quemara las piernas.
No faltaba nunca el que portaba un “peo alemán”, con su típico y desagradable olor a gas butano. Recuerdo el tema "The rain, the park and other things" (La lluvia, el parque y otras cosas) del grupo The Cownsils; “This eyes”, del grupo The Who; los temas de Sergio y Estìbaliz: ”Le llamaban piel y era como la tarde, tan dorada como el sol sobre la piel…” “Mister music man”, que había ganado Viña y muchas más, la lista la tiene cada uno en su memoria.
En la Villalón, hacíamos lo nuestro en las tardes, jugando a la “chaya” con agua. Hasta los cabros más chicos se unían, con un balde plástico de playa a cuestas, con el objetivo de empapar completamente a todos en el barrio. El que salía a la calle o se asomaba a la puerta, terminaba bañado hasta los calzoncillos. Todos muertos de la risa.
Era lindo divertirse sin tener necesidad de recurrir al dinero para ello. Sólo necesitábamos amigos, con eso bastaba.
La llegada de la primavera nos permitía un relax agradable, nos disfrazábamos, andábamos con la cara pintada o nos poníamos endemoniadas y satíricas máscaras, portábamos un tarro con piedras para meter bulla; con una sábana blanca, un cintillo de cualquier color y unos bigotes pintados con un corcho quemado y ya éramos un jeque árabe; quedábamos disfónicos gritando por la candidata de nuestra alianza y aprendíamos lo que es una competencia sana, sin resquemores.
Los que quedaban con cola pagaban originales apuestas que se publicaban en “La Provincia”.
La fiesta de la primavera unía a los ovallinos. Al final estábamos todos contentos con la reina. Nos divertíamos sanamente y luego de la última, ya nos estábamos preparando y pensando que haríamos el próximo año. Eso era vivir la vida y gozarla de manera sencilla.
Tres ras por la Máritza!: Hip: rá!; Hip, rá!; Hip, rá!...¿Por quién? ¡Por la Máritza!.
La fiesta se desarrollaba en torno a una febril venta de votos e iniciativas de asistencia social, que mantenía a la ciudad expectante sobre quien iba a ser la reina de ese año. Pero, creo que lo más espectacular era el corso de flores final, la velada bufa, que se hacía en el estadio ferroviario y el baile, con la plaza de armas cerrada, y la participación masiva de todas las colectividades relacionadas con las candidatas.
Era una lucha sana, en que el esfuerzo de todos por ser los mejores, le brindaba a la ciudad un espectáculo gratuito, agradable y unificador.
Nadie quedaba ajeno: si no estabas metido en un comité, o no estabas disfrazado; por lo menos habías ayudado a adornar un carro alegórico o , por último , salías a la calle para ver pasar a Su Majestad por Vicuña Mackenna y darse la vuelta por libertad.
Las serpentinas llovían desde los techos y los balcones. Hubo siempre elementos clásicos: el carro alegórico de la Maestranza, por ejemplo; siempre el más creativo, admirado y aplaudido. Este grupo de trabajadores siempre destacaba; primero, porque era de ellos la decoración del carro que transportaba a la reina y las damas de honor. Tenían un circo, que se llamaba “Los jotes humanos”. Los ovallinos siempre esperaban algo espectacular de los “maestrancinos”; que connotaban y denotaban camaradería y ganas de hacer cosas juntos, algo muy difícil de encontrar en una empresa en estos días.
Se vivía un ambiente muy agradable todas las noches en la plaza, buena música y todos en “el tontòdromo”, para echarnos mutuamente “chaya” por donde fuera, si era en la boca con un poco de harina, mejor. Hacer explotar unos ensordecedores cuetes y raspar las “pulgas” que eran el terror de las niñas, por el sonido que emitían y por el temor a que les quemara las piernas.
No faltaba nunca el que portaba un “peo alemán”, con su típico y desagradable olor a gas butano. Recuerdo el tema "The rain, the park and other things" (La lluvia, el parque y otras cosas) del grupo The Cownsils; “This eyes”, del grupo The Who; los temas de Sergio y Estìbaliz: ”Le llamaban piel y era como la tarde, tan dorada como el sol sobre la piel…” “Mister music man”, que había ganado Viña y muchas más, la lista la tiene cada uno en su memoria.
En la Villalón, hacíamos lo nuestro en las tardes, jugando a la “chaya” con agua. Hasta los cabros más chicos se unían, con un balde plástico de playa a cuestas, con el objetivo de empapar completamente a todos en el barrio. El que salía a la calle o se asomaba a la puerta, terminaba bañado hasta los calzoncillos. Todos muertos de la risa.
Era lindo divertirse sin tener necesidad de recurrir al dinero para ello. Sólo necesitábamos amigos, con eso bastaba.
La llegada de la primavera nos permitía un relax agradable, nos disfrazábamos, andábamos con la cara pintada o nos poníamos endemoniadas y satíricas máscaras, portábamos un tarro con piedras para meter bulla; con una sábana blanca, un cintillo de cualquier color y unos bigotes pintados con un corcho quemado y ya éramos un jeque árabe; quedábamos disfónicos gritando por la candidata de nuestra alianza y aprendíamos lo que es una competencia sana, sin resquemores.
Los que quedaban con cola pagaban originales apuestas que se publicaban en “La Provincia”.
La fiesta de la primavera unía a los ovallinos. Al final estábamos todos contentos con la reina. Nos divertíamos sanamente y luego de la última, ya nos estábamos preparando y pensando que haríamos el próximo año. Eso era vivir la vida y gozarla de manera sencilla.
Tres ras por la Máritza!: Hip: rá!; Hip, rá!; Hip, rá!...¿Por quién? ¡Por la Máritza!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario