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Rey de Socos

jueves, 7 de junio de 2007

DESFILES


Recuerdo cada dieciocho de septiembre o veintiuno de mayo, cuando era alumno de la abnegada Escuela N° 6, (que se ubicaba en la calle Benavente, entre Tocopilla y Antofagasta), que debía ir bien vestido, engominado y con los zapatos relucientes, porque teníamos que desfilar. 
Era el día en que aparecían en la escuela: los lobatos, las “girl guides” (que tenían de tótem una lechuza), las niñas de la cruz roja y la brigada del tránsito. 
Todas las profes se preocupaban de arreglarte la corbata, bajarte el mechón que se te paraba, darte unos toques en la chaqueta y decirte mil veces que debías marchar derechito y llevando el ritmo: un, dos, un, dos, un dos….
Habíamos ensayado casi un mes, toda la escuela, para desfilar frente a las autoridades en la Plaza de armas, en donde todas las escuelas de la ciudad, competían por hacer el mejor papel, ser la mejor presentada.
Fueron la únicas oportunidades en mi vida que usé guantes blancos, porque, o me tocaba llevar la bandera o iba de escolta llevando una cinta tricolor. Éramos una escuela sencilla, humilde, pero al menos destacábamos en básquetbol, con las niñas Irarràzabal (hijas del Chato Cosa, que era el guardián de la bombonera del estadio ferroviario) cuando asesinaban a cestos a las populares y bien ponderadas niñas de la escuela N° 2.
El día del desfile, íbamos con toda la plana de nuestros profesores: la Srta., Julia Jiménez Martínez, nuestra eterna directora; las Srtas. Omon (Elsa y Susana), Sra. Aurora Molina, Sra. Ana Silva, Sra., Enid Salinas, Sra. María Bahamondes, los Sres. Guillermo Godoy y Alejandro Fredes, la Sra., Nola Uribe; Sra. Cristina del Solar, Sra. Lila Toro de Lemus y otras maestras que nos educaron muy bien, al menos en esos tiempos cuando se daba la prueba nacional, éramos los mejores alumnos. De esa querida escuela hay muchos profesionales repartidos por el mundo.
Bueno, antes de desfilar, nos tocaba esperar en calle Arauco, lo que era muy oportuno, porque, dado el calor, el uniforme, la corbata, los guantes, era como obvio ir al Olmedo a comprar los helados de canela o las paletas cilíndricas que nunca más las he visto en otra parte. Todo el ir y venir a la heladería lo hacíamos con el permiso de las profesoras, con la recomendación: “No se vayan a ensuciar, cabros de porquería!”. 

Se escuchaba, a lo lejos, el orfeón ferroviario y veíamos pasar a otras escuelas por Vicuña Mackenna hacia la plaza. Luego sonaban las palmas: Ya, niños, nos toca a nosotros, vamos, vamos, vamos! Fórmense, cada uno en su sitio. ¡Guillermo…límpiate esa boca!
Y comenzaba el asuntito: todos derechitos, en silencio, mirando al compañero del lado, el Profe Godoy en medio de nosotros: izquierdo, izquierdo, izquierdo…Ya, cuando estábamos frente a la Farmacia Centenario, llegando al Oasis, escuchábamos por los altoparlantes: “Desfila ante las autoridades la Escuela Superior número cuatro de niñas, con su Directora la Sra.…..” un dos, un dos, un dos….” Ya estábamos entrando a la plaza: “Ahora lo hace la Escuela Superior Mixta número seis, con su Directora la Srta., Julia Jiménez Martínez…..”izquierdo, izquierdo, izquierdo”…niños no se apuren, no se apuren… ¡Guillermo, saca pecho, levanta la cabeza…!
Escuchábamos los aplausos, pero eran todos de nuestras madres, que estaban con nuestros hermanos pequeños en brazos, con una bandera chilena en la mano…ahí va el Memo…ahí va el Wilson! Pasábamos frente al palco y era el momento en que el bombo y los platillos del Orfeón Ferroviario te sonaban, no en los oídos, era en el pecho! Un dos, un dos, un dos…Cuando llegàbamos al Hotel Turismo, ya la cosa habìa pasado….Ya te soltabas la corbata, te sacabas los guantes para acomodarte con tu familia y ver el espectáculo que venía: las niñitas de la Amalia Erràzuriz, con sombrerito y todas rubias; desfilando lento, lento, las del liceo de Niñas, movían las caderas, las caderas, las de la Providencia, la monja te vigila, te vigila. Luego venían los del San Viator, con un modo absolutamente prusiano para desfilar con el movimiento de brazos. Los del LHO, la Escuela Industrial, la Agrícola, eran la misma cosa, sólo cambiaban los pelos crespos, chuzos, las cejas pobladas, las narices de garfio o las bocas de bistec. Luego venía el desfile de los Scouts, momento para que el orfeón descansara y comenzaba el pitorreo y tamborileo de los siempre listos…Atención, vista a la izquier...! Y veíamos pasar el Director de la Escuela 123, de la JTO, vestido de Scout. Luego, las Damas de Rojo, las Damas de la Cruz Roja y por último, nuestros queridos Bomberos. Me gustaba desfilar en Ovalle. Me gustaba tomar helados de canela. Me gustaba gritar: Viva Chile! Pero, lo que más me gustaba, era ir, con mi familia, a la Pampilla, elevar un volantín tricolor y, cuando este se me rompía o se iba a las pailas, terminar elevando una digna cambucha.

2 comentarios:

gleco dijo...

Yo también estudié en la Escuela Superior Mixta Nº 6 y te faltó nombrar a mi Profesora Jefe la en ese tiempo señorita Iris Jofré Avilés
Comparto muchas de tus vivencias Memo, soy de la Villalón, estudié en la escuela 6, estudié en el Politécnico, también me levantaba temprano a estudiar en el cerro, tambien jugué con las ruedas con garfios, etc. He estado toda la tarde leyendo tus historias y me he transportado al pasado con mucha emoción y a la vez con decepción al saber que la juventud de hoy no es igual. ¿Quién era la "poroto hincado". Yo soy de la primera etapa y aún vivo acá con mis padres.

DIAGUITA dijo...

Amigo Gleco: Gracias por haberme honrado con tu lectura. No recuerdo el nombre de la "Poroto hincado", era hija del "Saca pica" de la segunda etapa.
Un abrazo
Memo