DIAS DE LLUVIA
Mis abuelos y mis padres, siempre nos dijeron que en nuestra zona, cuando llueve, es una bendición de Dios. Si san Isidro abre las compuertas, nos beneficiamos todos.
La cordillera nevada nos presagia que el cristalino rió Limarí aumentará su caudal con el deshielo, brindando un concierto de aromas frescos en la ribera, se llenarán los tranques, habrá abundante forraje para los animales, brotarán las añañucas, el alfilerillo, habrá frutas y verduras, en fin, todo lo que viene después de unas moderadas caídas de agua, significa que tendremos vida.
Si comienza a chispear en la noche, observamos los destellantes flash producidos por los rayos y escuchamos el ensordecedor sonido de las talcas, es seguro que viene una tormenta, que al otro día desayunaremos en la cama y nadie irá a la escuela, sólo aparecerán allí los chupamedias y mateos; porque un aguacero suspende todo: clases, reuniones, compromisos y actos de cualquier índole. La lluvia en Ovalle es revolucionaria.
Mi Papá decía: “Cuando el techo suena, tiene que chirriar el sartén”; por lo tanto, en mi casa se comenzaba altiro a preparar picarones con chancaca o sopaipillas y sacábamos del clóset las cajas del dominó, el tablero chino, las damas, los naipes y la gran ciudad, porque nos íbamos a pasar tardes enteras jugando, gritando, tirando los dados y peleando con los tramposos. Un juego bastante entretenido era el Bachillerato: dónde había que buscar: nombre, apellido, ciudad, país, animal y cosa, con la letra que saliera….
¿Y por las noches? Sin duda que no podía faltar un navegado de vino tinto, con cáscara de naranja seca, clavos de olor y palos de canela flotando en el vaso; mientras cantábamos, con guitarra, a grito pelao: el fuego al palo, el palo al perro, el perro al gato, el gato al ratón, el ratón a la araña, la araña a la mosca, la mosca a la rana que estaba cantando debajo del aaaagua….cuando el fuego salió a cantaaaaaaar…
Cuando me vine a Santiago, hace muchos años, en la primera lluvia que me tocó, llegué eufórico a la oficina, saludé alegremente, jalé las persianas hacia arriba, exclamando: ¡qué rico, que lindo que llueva, es hermosa la lluvia, vamos a tener un buen año!, etc…Pues bien, mis compañeros me miraban de brazos cruzados y escépticos.
La mandona del grupo, me dijo, en breve y emotiva ceremonia: ¿Me podís decir qué le encontrai de rico?...y comenzó a enumerar con los dedos: Me tuve que poner botas, sacar del clóset el impermeable con un desagradable olor a naftalina, fui a dejar a la cabra chica al colegio y no podíamos cruzar la calle, nos caímos a un charco, el paraguas se me rompió, y para rematarla, mientras estaba en el paradero, un taxista desgraciado me mojó entera…¿qué le hallai de lindo a esto, por favor, dime, tú, oye?
Me quedé pa’dentro. No podía entender el punto de vista de una capitalina. Ella veía el fenómeno climático como una maldición cuando yo lo había visto toda mi vida como lo contrario.
Mi irritada compañera santiaguina no sabía lo que era salir a la calle con la boca abierta hacia el cielo esperando que le cayeran granizos, nunca había ido a Pedregal a tirarse de poto en la nieve como en el mejor de los toboganes, jamás había jugado una tarde entera lanzándose bolas de nieve con sus hermanos y no había disfrutado de un rico chocolate caliente, sentado en una piedra. Nunca había llenado la retina al contemplar un sembrado de rojos tomates, un maizal, una viña, un profuso potrero de verde alfalfa o a un rebaño de cabras comiendo felices en un cerro verde.
Ella no sabía lo que es el olor a tierra mojada y a césped recién podado ni había roto con las manos la escarcha en una batea o bebido agua fresca de una vertiente. Cuando no tienes experiencia de campo, te has perdido la mitad de los placeres de esta vida.
La lluvia tiene la magia de transformar el paisaje nortino en un paraíso.
Cuando uno sabe lo que es una sequía y sus consecuencias, cada vez que escucha las primeras gotas repiquetear en el techo, le da gracias a Dios porque, al fin, el agua viene, como el maná en el desierto, a calmar el hambre y la sed de mi gente.
Y uno se pone contento, optimista y le sonríes a la vida.
¡Que llueva, que llueva, la vieja está en la cueva, los pajaritos cantan la vieja se levanta…!
2 comentarios:
Gracias, era tal cual.!!!Yo me fui a estudiar a un país donde llovía torrencialmente varios meses del año,el primer domingo con lluvia,me quedé lógicamente en la cama esperando que alguien me trajera el desayuno, así como lo hacía mi mamá, nadie me lo trajo solo un compañero de curso alrededor de las once paso a comertame que si no me apuraba encontraria cerrada la cantina de la residencia...me levanté y me pregunte " como era posible que no entendieran la magia de un día de lluvia...
María Angélica: Gracias por comentar y enriquecer el artículo.
Un abrazo de diaguita
Memo
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